La cocina se llenó del aroma cálido del puré de papas con zanahorias y calabacín, acompañado de pequeñas albóndigas de pavo cocidas al vapor, sin sal ni condimentos fuertes, especialmente pensadas para Liam.
Sofía observaba a Ismael en silencio. Era increíble la agilidad con la que servía los platos. Parecía que no solamente era bueno con el bisturí, sino también con algo tan mundano como esto.
—Para ti, pequeñín —colocó un platito especial para el niño, con pequeñas porciones bien separadas.
Luego colocó frente a Sofía su propio plato, más sustancioso.
—Gracias.
—¿Puedo dárselo yo?
—Claro.
La mujer le entregó con delicadeza al pequeño Liam, quien miró a su padre con unos ojitos curiosos.
Ismael se sentó con él en las piernas y comenzó a darle pequeños bocados, con una ternura que ni él mismo sabía que podía tener. Liam aceptaba la comida sin quejarse, entretenido con los botones de su camisa.
Sofía, quien seguía sensible por todos los acontecimientos de los últimos días, se llev