Al escuchar aquel señalamiento, Nicolás Davies se levantó de su asiento como si fuera sido impulsado por un resorte. Sus manos cayeron sobre la mesa frente a él, imponentes, al tiempo en que se inclinaba sobre la superficie y miraba a aquel doctor como si quisiera saltarle encima y estrangularlo con sus propias manos hasta arrebatarle la vida.
Regina presenció la escena a gran detalle y no le quedaron dudas de que su exmarido estaba molesto. Muy molesto. Pero como si hiciera falta, la voz que surgió de los labios del hombre poco tiempo después, se lo confirmó perfectamente.
—¿Cómo te atreves? —dijo Nicolás con lentitud y una agudeza que le hizo estremecer a pesar de que aquellas palabras no iban ni remotamente dirigidas a ella.
Ismael le sostuvo la mirada.
Ambos se miraron fieramente.
Fue como presenciar una batalla sin cuartel.
—Orden en la sala.
El sonido del mazo regresó momentáneamente la calma que había desaparecido en esos breves instantes.
—Esa acusación es bastante delicada, s