💔 ¿Cuántas veces has dicho “estoy bien” mientras todo tu mundo se derrumbaba? Beca lo ha dicho mil veces. Cuando no tenía qué comer, cuando su madre la usaba como excusa social, cuando su pareja la abandonó embarazada... y cuando tuvo que recoger los pedazos de su vida para criar sola a su hija. 👠 Criada entre mentiras, apariencias de lujo y un mundo que solo valoraba lo que se podía mostrar, Beca aprendió a sobrevivir. Pero sobrevivir no es vivir. 🏠 Ahora, de regreso al barrio obrero donde creció y con una hija de dos años, se enfrenta a su mayor reto: reconstruirse. Una casa antigua, una vida que no es la que soñó, un reencuentro con un amor del pasado… y la posibilidad de volver a elegir. A veces, los comienzos más duros esconden las segundas oportunidades más reales. ✨ Una historia de maternidad real, mujeres que luchan, heridas que aún sangran, y amor que sana sin prometer perfección. Si alguna vez fingiste estar bien… esta historia es para ti.
Leer másEstoy bien
debe ser la mentira más repetida de todos los tiempos. La decimos una y otra vez cuando nos preguntan. Da igual el hecho: una humillación pública, que nos hayan roto el corazón en mil pedazos o simplemente un resbalón en el que nos hemos dejado la rabadilla clavada en el suelo y no podemos ni levantarnos. A la pregunta «¿Cómo estás?» siempre contestamos:Estoy bien.Lo decimos continuamente. Es una frase corta, agradable, que nos permite pasar al siguiente punto de la conversación sin dar demasiada importancia a lo sucedido, sin hurgar en las heridas. El problema es cuando no es cierto. El problema es fingir que todo está bien cuando no lo está. Cuando lo hacemos, negamos nuestras emociones y experiencias. A veces lo decimos sin pensar demasiado, porque la sociedad impone, de alguna manera, fingir una actitud positiva.
Otra causa por la que lo hacemos es el autoengaño. Si decimos que todo está bien a las personas de nuestro alrededor y lo repetimos una y otra vez, al final será cierto. Si reconocemos los problemas delante de los demás, nos obligamos a afrontarlos, a aceptar que nuestras vidas no son tan perfectas como queremos mostrar al mundo.
Negamos nuestros sentimientos y problemas porque son demasiado abrumadores, no sabemos cómo gestionarlos e intentamos ignorarlos, con la secreta esperanza de que desaparezcan como por arte de magia.
Puede ser que lo único que intentemos sea protegernos de sentimientos dolorosos. Si nuestro problema es grande, intentamos hablar de ello lo menos posible para evitarnos el sufrimiento propio.
En resumen: decir
Estoy bien= Autoengaño.Aunque no sea exclusivo del género femenino, creo que nos llevamos la palma. Gracias a esta sociedad, donde el sexo femenino es considerado el sexo débil y las mujeres tienden a esconder su lado más emocional para competir de tú a tú como hombres, no podemos mostrar debilidad. No nos permitimos el dolor, ni el duelo, ni ninguna emoción que nos haga sentir vulnerables.
Puede ser por roles adquiridos. Si venimos de una familia donde las emociones no se expresaban, de una donde todo se obtenía con esfuerzo y dificultad, o, como entendería con años de terapia, de cualquier patrón insano donde no nos dejaban mostrar nuestros sentimientos.
Puede ser por herencia de constelaciones familiares, donde siempre la mujer ha tenido un rol fuerte y tú tienes que ser igual que tus antepasadas. No puedes ser el eslabón débil en esa cadena, porque, aparte del color de ojos, el de pelo y los rasgos de personalidad, heredamos también miedos adquiridos por generaciones, que pasan de una a otra como una losa.
Nos convertimos en adultos funcionales, incapaces de mostrar emociones. Y nuestra respuesta ante cualquier situación es:
Estoy bien. Simplemente para no dar pie a pensar, a preguntar.Estoy bienes una respuesta defensiva, un intento de que no se indague más en la verdad.¿Pero y si no lo estás? ¿Y si es tu fachada de cara a la galería, mientras tu interior se está cayendo a pedacitos como un espejo roto?
Soy la Rebe. Rebe, Rebecca, Becca o cualquiera de las combinaciones posibles que se pueden hacer con las letras de mi nombre. He vuelto a mi barrio, porque ya se dice que es fácil sacar a una chica del barrio, pero muy complicado sacar el barrio de la chica.Después de años intentando reinventarme como persona, me he dado cuenta de que soy más feliz volviendo a mis orígenes. Quiero una vida tranquila con mi familia, y creo saber que mi abuela estaría orgullosa de cómo vivo en su casa con mi creciente familia y crío a sus bisnietas en ella. Nos queremos, nos divertimos, también lloramos, pero somos una familia.Tengo un marido —que pensé que nunca lo diría— que me trata como a una princesa, y en este caso me gusta. Tenía muchas ganas de formar su propia familia, y tomó a mi hija como suya, sin diferenciar entre sus hijas. Trabaja en el colegio de al lado de la pastelería —donde, encima, las cuida— y, además, me ayuda a mí en la pastelería.Tengo tres hijas preciosas: Leia, Abril y Ona.
Hoy es el día. Bueno, el día, la noche, yo qué coño sé. Lo único que tengo claro es que ya ha llegado el momento de dar un paso adelante.Han pasado tres meses desde que hablé con Alejandra y me contó la verdad. Desde que me enfrenté a Pau con la firme intención de mandarlo a la mierda. Desde ese momento en el que me pidió una oportunidad y yo acepté.Tres meses de citas: a cenar, a tomar algo, al cine… todo el repertorio de una pareja normal. Incluso hemos hecho planes donde hemos incluido a Leia. Hemos ido a comer, al parque de atracciones y hasta a un sitio lleno de colchonetas que, en mi opinión, solo puede ser una recreación de una sala del infierno. Pero ellos se lo pasaron de vicio.Tres meses de citas, de besos robados y algún magreo a escondidas, como si fuéramos preadolescentes. Que digo yo, ¡preadolescentes! Si hoy en día están chuscando en la tercera cita. Más bien parecemos seguidores de alguna iglesia anglicana.¿Y cómo lo llevo? Pues estoy más cachonda que una perr
—Mierda, me faltan tres niñas. —Pasé a recoger a Jessica y esperamos a que salieran las más mayores, que salían solas. —¿Qué ha pasado?—Nada —chillé entrando por la puerta. —No parece que sea nada. Niñas, a la mesa del fondo, que pongo la comida. Entré en la cocina. Joder, estaba muy cabreada y estaba muy decidida, tenía muy claro lo que iba a decir, pero después de parar me dio el bajonazo y ni recordaba todos los argumentos que tenía súper claros, ni sabía qué coño le iba a decir. —¿Qué ha pasado?—Pues que me iba a enfrentar a él y me ha dicho que no era el momento. —¿Dónde estabais? —En el patio del cole. —¿Y te parece que era el mejor momento para montarle el pollo? —No, no lo era. Pero, realmente, el whisky me ha envalentonado. Ahora estoy de bajón. —De bajón, nada. Recuerda que esta tarde tengo libre, que Miguel está a punto de entrar por la puerta y tenemos que ir a lo del coche. —Ya lo sé, tranquila. —¿Y cómo ha quedado la cosa? —Que se pasaba cuando acab
Sigo odiando los lunes, y más si el día anterior tuvimos una movida de las gordas. Entre la noche del sábado sin dormir y el domingo de la fiesta, solo quería morirme. De verdad, no tenía paciencia para nadie en ese momento. ¿Sabes esos días que no aguantas ni tu reflejo en el espejo? Pues así había amanecido yo. Ni el chute de ibuprofeno a primera hora me había servido para aliviar el malestar del cuerpo, y creía firmemente que hoy no arrancaría, aunque me drogara. Lorena no estaba mejor, así que el lunes estaba siendo realmente duro. La comunicación era con monosílabos, para qué engañar, y después de la fiesta de ayer teníamos más movimiento de lo habitual un lunes. La gente se pasaba para felicitarnos y comprar el xuxo premiado. Os juro que ya lo odiaba. No iba a comer un xuxo nunca más en la vida.Pero creo que el lunes se complicó cuando vi entrar a Alejandra por la puerta. Joder. Ya sé que habíamos quedado para hablar esta semana, y yo misma le dije que se pasara por la panaderí
Me despertaron los golpes en la puerta. Seguíamos sentados en el suelo de la cocina, abrazados; habíamos estado así toda la noche.—¿Qué hora es? Pau, despierta, nos hemos quedado dormidos.—Dios... Ahhh, qué dolor de espalda.—Sí, y de culo. Cuando acabe esto tenemos que dormir una semana.—Becca, lo de anoche...—No pasó nada anoche. Solo un beso, y eso no cambia nuestra situación.—De acuerdo —yo me levanté y me alisé el vestido.—¿Preparada para un nuevo asalto? —le dije mientras le tendía la mano para ayudarle a levantarse.—Siempre.Lorena ya estaba en la puerta.—Hola, buenos días. ¿Habéis dormido algo?—Pues... nos quedamos dormidos en el suelo de la cocina.—Después de echar un polvo. —Esta vez no lo susurró, lo dijo en voz alta y a bocajarro. Le di un codazo mientras negaba con la cabeza.— Estoy muy cansada para andarme con monsergas. Tenemos malas noticias.—¿Qué malas noticias?—Pues que aquí mi hija, la community manager, dice que ha organizado un evento y le han confirma
No me lo podía creer: había ganado el concurso. Estaba tan feliz… Solo era un trofeo con forma de xuxo de crema, bastante feo, y un diploma. Pero me otorgaba el título del mejor xuxo europeo. Pensé en mi abuela y en cómo nuestras vidas se estaban conectando. Llevaba dos días fuera de casa y me moría por llegar y abrazar a mi hija.Todo esto comenzó con una locura. Yoli y Lorena entraron en la pastelería anunciando a bombo y platillo que tenían una gran noticia que darme. Resulta que su gran sorpresa era que me habían inscrito a un concurso.—Es la mejor manera de seguir la trayectoria de la panadería: 43 premios, ¡vamos a por el 44! —Y ya traía el premio 44 en mi bolso de mano.Cuando el taxi me dejó en la puerta, vi mucha actividad en la pastelería. Lorena estaba al cargo —como lo había estado muchas veces desde que la contraté— y confiaba totalmente en ella. Se ofreció a mantenerla abierta si yo le dejaba pastas preparadas para hornear durante esos días, ya que aún no se le daban de
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