Siempre imaginé que peinar a mi hija sería un momento tierno y bello entre las dos. Con la luz colándose por la ventana, como en un anuncio de Johnson’s Baby. Pero nada más alejado de la realidad. En la vida real es lo más parecido a una escena de El exorcista, donde mi hija chilla y patalea diciendo que le hago daño, aunque sea mentira, ya que muchas veces grita antes de que el peine llegue a tocarle el pelo.
Pero quería peinarla, quería que estuviera guapa y ponerle el mejor vestido que tenía en su armario. Era su tercer cumpleaños y teníamos que celebrarlo. Pero no tenía amigos, porque aún no había comenzado el cole, así que su fiesta se limitó a una merienda en el McDonald's con Lorena y sus niñas.
Todo comenzó cuando planteé que ya era su cumpleaños número tres y que la fiesta que había pensado y repensado para ella ya no podía ser. ¡Que sí! ¿Qué mujer adulta fantasea con la fiesta de cumpleaños de su hija de tres años? Pues yo, ya que mi vida de mujer florero me dejaba muchas ho