No me lo podía creer: había ganado el concurso. Estaba tan feliz… Solo era un trofeo con forma de xuxo de crema, bastante feo, y un diploma. Pero me otorgaba el título del mejor xuxo europeo. Pensé en mi abuela y en cómo nuestras vidas se estaban conectando. Llevaba dos días fuera de casa y me moría por llegar y abrazar a mi hija.
Todo esto comenzó con una locura. Yoli y Lorena entraron en la pastelería anunciando a bombo y platillo que tenían una gran noticia que darme. Resulta que su gran sorpresa era que me habían inscrito a un concurso.
—Es la mejor manera de seguir la trayectoria de la panadería: 43 premios, ¡vamos a por el 44! —Y ya traía el premio 44 en mi bolso de mano.
Cuando el taxi me dejó en la puerta, vi mucha actividad en la pastelería. Lorena estaba al cargo —como lo había estado muchas veces desde que la contraté— y confiaba totalmente en ella. Se ofreció a mantenerla abierta si yo le dejaba pastas preparadas para hornear durante esos días, ya que aún no se le daban de