Mundo de ficçãoIniciar sessãoMarcada por un vampiro y condenada al rechazo, Gema vaga sin rumbo, convertida en la amenaza que nadie quiere cerca. Su exilio parece eterno… hasta que llega al territorio de la manada Sangre Carmesí, una ciudad donde la oscuridad gobierna y nada es lo que parece. Allí, entre cazadores, cambiaformas y vampiros, Gema deberá luchar para quedarse… enfrentándose no solo a criaturas oscuras, sino también a un cazador que la odia tanto como la necesita.
Ler maisGema Salimos de la sala después de la ceremonia. Bel comenta con entusiasmo: —¿Has sentido eso? ¡Es como si la magia misma te recorriera hasta los huesos! Aún siento cómo la magia del juramento recorre mi cuerpo, dejándome un hormigueo que me hace sonreír sin poder evitarlo ante la idea de formar parte de algo. Asiento, aún absorta en la sensación, cuando nos encontramos con Kai y Ralik en el pasillo. Los chicos nos felicitan y, tras un rato de bromas y risas, Kain dice: —Bueno, ahora que sois miembros oficiales de la Orden, ¡vamos a celebrarlo! Justo entonces, Leonardo sale de la sala y escucha la conversación. Lo veo fruncir el ceño y lanzar una mirada extraña a Kai. Me desconcierta: su gesto es raro, casi... enfadado. Me pregunto qué pasa, aunque intento no mostrarlo. Bel, ajena a la tensión que se forma, se gira hacia Leonardo con su sonrisa traviesa: —Vamos a salir a tomar algo, ¿te apuntas? Antes de que pueda interceder, Leonardo interviene, con voz firme y un dejo q
GemaNo puedo evitar que mi mente vuelva a la noche anterior. El momento que compartimos después de tener sexo fue íntimo. Lo que vivimos anoche no debe de significar nada más allá de un momento, un espacio donde nos permitimos bajar las barreras. No puedo esperar demasiado, no cuando todo lo que nos rodea es tan complicado.Alguien se choca conmigo en el pasillo y vuelvo a la realidad. Me recompongo y entro al comedor, esperando encontrarme con Leonardo, pero no está. Suspiro y me siento al lado de Bel, que da un respingo al nortar mi presencia de la nada.La nigromante me observa, medio soñolienta, pero aún así logra decir:—No me puedo creer que nos hagan la ceremonia de consagración a puerta cerrada… —frunce el ceño—. Esos remilgados han puesto la excusa de lo que pasó en la otra (cuando me detuvieron) y nos la hacen a escondidas, como si fuéramos una vergüenza par la Orden.—Bel… —intento suavizarlo pero no me deja hablar.—Yo quería una gran ceremonia como los demás…—Míralo p
LeonardoObservo la cara de Gema deshaciéndose en mi brazos y pienso que ella es todo lo que está bien en el mundo. Cuando termina, la bajo y le doy la vuelta. Basta con que cierre la mano alrededor de mi p*lla y me masturme unas cuantas veces para que el orgasmo me atraviese. Me vengo sobre su espalda y la parte superior de su trasero, dejando escapar una sinfonía de gemidos que intento reprimir sin éxito.La verdad es que odio tener que salir de ella…demasiado.—Eso ha estado muy bien…—dice apenas en un susurro.—Si, ha estado muy bien.Ella parece un poco avergonzada; suelta una risita suave sin mirarme directamente. La observo y siento un hormigueo en los dedos, una necesidad casi absurda de apartarle ese mechón rebelde que le cae sobre la cara y colocárselo detrás de la oreja. Estoy a punto de acercarme cuando, de pronto, se mueve rápido y se mete en el baño.Suspiro, me pongo los pantalones y me tumbo en su cama, esperando.No quiero irme. Quiero estar aquí… con ella.Cuando s
GemaEscucho el golpe suave, casi controlado, en la puerta. Mi corazón da un salto.—Pasa… —digo mientras voy a su encuentro.La puerta se abre y Leonardo entra a mi dormitorio con una sola zancada y no ha llegado ni a cerrar del todo cuando su mano se posa en mi cuello, firme, con la fuerza justa, y me atrae hacia él sin darme un segundo para reaccionar. Su boca captura la mía en un beso ardiente, posesivo y demandante, y siento cómo mis piernas se vuelven gelatina.Me besa como si me reclamara, como si hubiera estado a punto de perderme y necesitara asegurarse de que sigo aquí. Su cuerpo me envuelve, y mi loba en mi interior ruge de placer, celebrando ese contacto, celebrando su dominio sobre mí.Me falta el aire cuando se separa apenas un centímetro sin decir nada. Su respiración choca contra mis labios todavía húmedos.—Ho-hola… —balbuceo, sintiendo el calor subir a mis mejillas como la lava en un volcán.Cuando por fin recupero el aliento, lo recorro de arriba abajo, buscando en
LEONARDO—Y creo que ya va siendo hora de quitártela —dice Carlisle—. Ha cumplido su función, no quiero que te impida alcanzar tu máximo de poder si las cosas con los vampiros se complican.Me quedo helado. —¿Cómo? —mi voz se quiebra—. ¿Cómo es posible…? Dime que es una broma.—No lo es —responde sin apartar la mirada—. Esa maldición… te la eché yo. Te envié a esa misión al bajo nivel y me escondí hasta que tuve la oportunidad de pillarte desprevenido y lanzarte la maldición…El mundo se detiene. Algo se rompe dentro de mi pecho. Todo esto me está pillando por sorpresa, jamás creía…—¿Por qué? —logro decir, casi sin aire— .¿Qué he hecho mal? —No quería hacerte daño, Leonardo. Eso lo sabes, ¿no? —su voz tiembla apenas y se acerca a mí, pero le doy la espalda, no puedo mirarle a la cara, ahora no—. En estos últimos años, he notado que cada vez te pareces más a él. Te he estado escuchando hacer comentarios sobre otros seres sobrenaturales… siempre cargados de desconfianza, incluso de de
LEONARDO Regreso a mi despacho y me sumerjo entre documentos, papeles y expedientes, pero mi mente no puede concentrarse. No dejo de darle vueltas a la conversación con mi padre y Darius. Esa frase, ese gesto… ¿cómo lo sabía? Y entonces surge la pregunta que no puedo apartar: ¿Sabe Darius adónde me dirigí esa noche… a la habitación de Gema? Si lo sabe, no se lo ha dicho a mi padre, de eso estoy seguro. Entonces la puerta se abre y Gema entra en el despacho, y por un instante siento cómo se me acelera el pulso aunque finjo tranquilidad. Instintivamente levanto la vista de los papeles para observarla, en un intento poco convincente de parecer despreocupado, y al instante vuelvo a clavar mi mirada en ellos, esta vez con atención forzada. Gema carraspea. —¿Pasa algo, recluta? Me observa, me está tanteando, evaluando cómo estoy con respecto a ella y a lo que ocurrió anoche. —Solo me preguntaba si tenía alguna tarea o misión para hoy. —Esta noche le he asignado una
Último capítulo