Mundo ficciónIniciar sesiónHace siglos, una Luna traicionada lanzó una maldición sobre todos los hombres lobo. Olvidada por muchos, sigue latente, actuando desde las sombras y esperando su auténtico despertar. Kelly ha crecido entre la miseria y la violencia de los marginados, dónde la única ley es “haz lo que sea necesario para seguir con vida”. Hábil en batalla y sedienta de venganza, su mundo cambia cuando un hombre misterioso se cruza en su camino. Desde el primer instante, un odio irracional la consume. Una voz en su mente le exige su muerte. Su instinto le dice que es un hombre peligroso. Pero ella no mata sin motivo. ¿Por qué lo odia? Y lo más desconcertante: ¿Por qué él la mira de esa manera tan extraña, con esa curiosidad en sus ojos dorados? Lo que ninguno de los dos sabe es que su encuentro ha sellado el destino de su mundo. La Maldición de la Luna ha despertado. Si Kelly lo mata, todos los hombres lobo desaparecerán. Si lo deja vivir, la maldición la consumirá poco a poco. Atrapados entre secretos enterrados, batallas sangrientas y leyendas olvidadas, Kelly deberá decidir entre el odio que lleva dentro o desafiar a su destino. ¿Puede una asesina romper la Maldición antes de que sea demasiado tarde? ¿O el destino los unió sólo para condenarlos? Una historia de amor, sangre y venganza en la que una decisión puede salvar a todo el mundo... o destruirlo por completo.
Leer más** AVISO: CONTENIDO DESAGRADABLE EN EL CAPÍTULO ** Subí a un árbol y vi cómo Erick hacía lo mismo en uno más alejado en el que pudiese cubrir más terreno. Bien. Tenía que mantenerse lejos. De nosotros. Y de Kelly. Me jodía mucho tener que admitir que tener a un pez gordo entre nosotros fuese útil: primero el maldito baúl y después la tinta invisible. Nunca hubiera pensado que existían cosas así. Él parecía acostumbrado a esa clase de trucos bajos. ¿Quién era en realidad? A Kelly le había confesado ser uno de nuestros enemigos, pero ella lo quería con vida. Apreté la mandíbula y los puños con fuerza. Kelly. Ella nunca había dudado en matar. Para nosotros sólo existían protegidos y enemigos. Me enfurecía que ella lo quisiera vivo. Decía que era por utilidad. ¡Já! Yo no era tonto y aunque me jodía reconocer que era útil, sabía que había algo más. ¿Qué había sido aquello de hacer guardia con las espaldas pegadas? Nunca lo habíamos hecho hasta que Erick apareció. Erick. Yo no era
Kael se fue con los cuerpos, y Kelly y yo nos dirigimos cada uno a una de las carretas. "Encontré dos pumas muertos" — dijo Kael al cabo de un rato. "Aquí hay una jaula y restos de pelo. Me parece pequeña para los pumas, pero no hay duda de que han salido de aquí" — informó Kelly, mientras yo miraba sorprendido lo que había encontrado. "Aquí hay un baúl con algunas armas" — informé mientras analizaba el baúl: era como los baúles secretos que usaba de niño para esconder mis juguetes, cosas pequeñas o mis diarios. Noté cómo ambos se dirigían hacia aquí. "¿Armas? Quizás haya sido el motivo del enfrentamiento" — dijo Kelly — "Pero podemos sacar beneficio de todo ésto". Cogí el baúl y lo saqué fuera. Kelly y Kael estaban esperando. Nada más dejarlo, lo abrieron y comenzaron a inspeccionar las armas. Volví a entrar en la carreta y comencé a dar pequeños golpes al suelo con el puño. "Son buenas. Nos vienen bien" — dijo Kael al cabo de un rato. "Lo tengo" — dije triunfante cuando
Caminamos por el bosque en completo silencio. Gracias a mi lobo, podía ver mejor el camino. "Gira a la izquierda" — me dijo mi lobo. Seguí su indicación. "Tengo la sensación de que estamos caminando en círculos" — me quejé a mi lobo, una hora más tarde. "Estamos yendo a dónde hay más silencio. Necesito concentración, no es fácil" — replicó mi lobo. Continuamos avanzando por el bosque, sin seguir un orden aparente. Dos horas después iba a replicarle de nuevo a mi lobo cuando un olor familiar llegó a mi nariz. Me paré en seco. — Humo — les susurré a Kael y Kelly lo más bajo posible. Esperaba que me hubiesen escuchado y que quiénes lo hubiesen hecho no tuviesen un oído muy desarrollado. Continué avanzando con precaución. Pude ver un momento a Kael con algo en la mano; estaba convencido de que era alguna de sus armas. Cambié mi postura a la de un comerciante agotado: encorvé la espalda, dejé caer los hombros, suavicé el agarre de la carreta. Entreabrí ligeramente la boc
Mientras desayunábamos, no podía sacar de la cabeza lo que había contado Erick: lobos velados. Nunca lo había oído. ¿Existirían de verdad? Y si existían... ¿podían ordenar una muerte? "Kael... ¿tú crees que tengo una loba?" — le pregunté sin rodeos, en mitad del desayuno. "Dijiste que no tenías una. ¿A qué viene esa pregunta, Kelly?". "Mientras cazabas, Erick me ha hablado de los Lobos Velados y..." "¿Lobos Velados? ¿Eso qué es?" "Erick dijo que son personas con un lobo que no ha despertado a los dieciocho, pero que está ahí. Que puede despertar con los años o nunca. Él cree que yo... tengo una loba velada". Kael se quedó callado unos segundos. "Me jode decirlo... pero si existen, puede que tenga razón". "Kael... ¿cómo es tener un lobo? Yo..." — tragué saliva mientras me negaba a decir lo que pasaba por mi cabeza: ¿Podía ser mi loba... la que me ordenaba matar a Erick? "¿Por qué lo preguntas?" "Necesito saberlo. ¿Y si..? ¿Y si esa voz... ese odio... esa ansia de mat
Un leve ruido fuera de la carreta me despertó. En silencio, desenvainé la daga y la escondí debajo del brazo. La hoja negra se camuflaba a la perfección bajo el traje y con la oscuridad de alrededor. "Me gustan. Necesitamos más de estas" — me dijo mi lobo mientras fingía dormir. Cuando el breve sonido llegó a la entrada de la carreta, me abalancé sobre el agresor. Me esquivó el ataque, pero con la mano libre lancé un gancho hacia la barbilla. Me bloqueó con mucha dificultad pero yo ya estaba dirigiendo la daga al estómago. Otro bloqueo, ésta vez con un sonido metálico: estaba armado, aunque había liberado mi puño. Miré al agresor mientras dirigía mi rodilla a su entrepierna y la mano libre a su garganta. — ¿¡Kael!? — me sorprendí cuando mi asaltante dió un salto hacia atrás para esquivarme — ¿¡Qué haces!? — Nos vamos — me dijo mientras bajábamos las dagas — Buenos reflejos. ¿Estabas despierto? — No. Me despertó el ruido que hiciste. — ¿Ruido? — me preguntó sorprendido.
¿Por qué le había tocado la mano? No me había dado cuenta de cuando había pasado. ¿Quizás por la situación? Tenía que ser eso, aunque no entendía porqué tenía su mano tan sudada, ¿quizás por los nervios de confesar que era uno de nuestros objetivos? Debía de serlo. Además, Erick finalmente había confesado. Era cierto que apenas había dicho nada que no hubiesemos deducido, pero al menos había dejado ver parte de su verdadera identidad. No toda, pero si una parte. También había algo que me tenía bastante intranquila: todas las veces que le habíamos interrogado, siempre había respondido que no era un espía, que estaba aquí por voluntad propia. Aunque le había creído, tampoco había terminado de hacerlo del todo. Pero lo que había dicho... y sobretodo, por cómo lo había dicho... me hacía pensar que lo de hace un momento había sido la auténtica verdad. Eso me incomodaba: significaba que la Capital no funcionaba como creía y que quizás, no todos los nobles mereciesen morir. Eso entraba en
Último capítulo