CAPÍTULO 4: Rechazada

Gema

—Todos, cálmense —grita Kevin, levantando los brazos para detener a los cambiaformas que avanzan hacia mí.—Ella no es culpable de lo que se le acusa. Los centinelas apostados en el puerto, me informaron que entró en la ciudad ayer mismo…Es imposible que conociera a esos vampiros…

Kevin se vuelve hacía mí y me pregunta directamente.

—Si no me equivoco, vienes a pedir que te dejemos quedarte en la manada.¿no?

—Sí… —respondo con un atisbo de esperanza—Tengo habilidades de combate y creo que…

—Alfa, es una prófuga… ¡Una traidora! —me interrumpe un hombre lobo, gritando—. Por su culpa, muchos cambiaformas murieron en el ataque a Sombra Nocturna.

No se ni porqué lo intento, la verdad. Está más que claro que nadie aquí me quiere.

—Por ese crimen fue absuelta. No mató a nadie—me defiende Kevin.

—Queremos que se vaya. Aquí, no es bienvenida—dice un anciano de ojos grises que mira a los ojos.

—No sabía que tú fueras quien decidía eso… —la voz de Kevin suena áspera mientras su expresión se endurece y deja ver los colmillos.

—Yo… yo hablo por todos cuando digo que no podemos confiar en ella. —La voz del anciano tiembla y evita levantar la vista hacia su líder pero todos los cambiaformas alrededor del anciano dejan claro que lo respaldan.

Aquí nadie me conoce y lo primero que hacen es juzgar…

—Deberíamos echarla. Pertenezca o no a la manada, si la dejamos establecerse en el territorio, se aliará con los vampiros y eso puede ser fatal...¿Qué imagen daremos entonces?—dice una mujer loba.

—Alfa, fue la puta del vampiro, es innaceptable que...

No lo dejo terminar la frase. Mi mirada se clava en el cambiaformas que habló y avanzo hacia él, encendida de furia. Pero antes de llegar, un empujón brutal me lanza hacia un costado; caigo al suelo como una ficha derribada de ajedrez, impotente por tener aún las manos atadas. 

Eso me enfada aún más.

Otro cambiaformas, aprovecha la oportunidad y se acerca a mí rápidamente. Levanta el pie para aplastarme la cabeza pero yo soy más rápida; ruedo hacía un lado y, con un salto desde las rodillas, me pongo en pie. 

El fuego de la ira me consume mientras retrocedo un paso y le lanzo una patada. Un crack resuena en la sala y eso es música para mis oidos. Su nariz sangra, pero sus ojos arden de rabia, preparándose para devolverme el golpe. 

—¡Basta! —ruge el Alfa.

Su voz retumba como un trueno, y el aura de mando se expande con una fuerza descomunal. Todos los presentes se inclinan bajo aquel poder implacable, todos menos Elisabeth. El silencio que sigue es pesado, como un filo que corta el aire, y el odio latente de la multitud late a mi alrededor como un tambor.

—¡Kain! —exclama Kevin, frustrado—. Llévala a otra sala. El Alfa, la Luna y tú hablaremos con ella en privado.

Siento cada mirada clavarse en mi piel como si fueran cuchillos mientras Kain me guía hacía una sala contigua. Camino con la mandíbula apretada, y noto como me hierve la sangre de rabia.

Podrán despreciarme todo lo que quieran, pero no pienso agachar la cabeza. 

***

—En serio, ¿no podías esperar a liarla hasta que te hubiéramos admitido en la manada? O, al menos, hasta después de reunirte conmigo… Ahora te odian —dice Kevin, claramente frustrado.

—Ya me odiaban antes…

—Eso no te lo discuto, pero ahora les diste una excusa perfecta para rechazarte.

Mi loba ni se inmuta ante esas declaraciobes.

—Lo de los vampiros fue casualidad… Vieron mi marca, o la sintieron… No lo sé con certeza. Intentaron pasar una noche conmigo y, como no acepté, me atacaron.

—¿Esa marca…la tenías antes? No recuerdo haberla visto cuando estabas en Sombra Nocturna—pregunta Elisabeth.

—Sí y no. Después de la muerte de Cornelio, los síntomas desaparecieron… Ya no tengo pesadillas ni alucinaciones, pero… —respiro hondo, con fastidio— la marca se oscureció un poco. A veces, me la maquillo, otras veces no.

—Ya veo… —dice Kevin, clavando los ojos en mí. Y, por primera vez, percibo en él una expresión de pena.

Detesto esa mirada. Prefiero que me odien antes que me miren con lástima.

—No te voy a mentir —dice Kevin—. Quería hacerle un favor a Aria. Me pidió que, si venías, te aceptáramos. Pero nadie aquí te va a aceptarte…Ni siquiera vale la pena llevarlo a votación… Y si me atrevo a aceptarte en la manada, todos te harán la vida imposible, y yo arriesgaré mi posición por nada.

Me pongo de pie de golpe, con el orgullo en alto aunque la garganta me arda.

—Encantada de veros… adiós.

Debería de descartar la idea de vivir en sociedad, pero no puedo...lo intento una y otra vez porque mi especie necesita esta en manada. Asi somos más fuertes, más felices...Los solitarios terminan volviendose locos y pueden conventirse en salvajes. Hace un tiempo que noto a mi loba demasiado quieta, demasiado cansada...

—Espera… —Kevin me interrumpe con un gesto—. No podemos aceptarte en la manada, pero hay un modo de que te quedes en la ciudad y formes parte de un grupo...

Elisabeth arquea una ceja, mirando a su pareja con una expresión de sorpresa.

—¿Cómo?.—digo prácticamente sin esperanzas.

—Tengo una idea…

—Tus ideas nunca son buenas —resopla Elisabeth, llevándose una mano a la frente y haciendo un gesto de “a ver qué se le ha ocurrido ahora”.

—¿Te acuerdas de los hombres que te trajeron aquí? —dice Kevin—. Pertenecen a la Orden de Cazadores. Antiguamente, solo familias distinguidas de magos y brujas, y algunos nigromantes, con poderes especiales podían ser cazadores… Pero llevan unos años de años admitiendo miembros mediante una prueba. Actualmente, sus filas se encuentran diezmadas y la Orden atraviesa un momento crítico que amenaza su propia existencia.

—¿Pero ellos no son los que cazan a los seres sobrenaturales que se portan mal? —pregunto.

—Sí.

—Yo soy un ser sobrenatural… y bueno, no es que tenga un historial intachable…

—Fuiste perdonada. Eso te absuelve de culpa.

—Pero… ¿hoy en día hay algún ser sobrenatural en esa Orden?

—De momento no —responde Kevin—. Serías la primera si logras entrar. Si te conviertes en miembro, nadie podría cuestionar tu presencia en la ciudad ni en el territorio de Sangre Carmesí… Sería tu oportunidad de demostrar que mereces quedarte, que tu trabajo tiene valor y, tal vez, hasta termines disfrutándo el trabajo.

—Es demasiado optimista Alfa…—dice Kain.

Un atisbo de esperanza crece dentro de mí ante la idea que plantea Kevin.

—Kevin, no va a ser fácil —responde Elisabeth.

—Nadie ha dicho que lo sea. 

—No hay ninguna ley que prohíba su candidatura e incluso podrías pasar la prueba—Elisabeth suspira— Pero los miembros de la Orden son demasiado clasistas, por decirlo de alguna manera. Le harán la vida imposible, supongo.

Kevin se encoge de hombros.

—No era más que una idea…—Kevin se acerca a mí y me toca el brazo—Gema, piénsatelo. Si te atreves, contarás con mi apoyo. Es lo único que puedo ofrecerte, dadas las circunstancias...

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP