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Encadenada al cazador
Encadenada al cazador
Por: Vi LS
CAPÍTULO 1: Marcada por el vampiro

Gema

Perdí la cuenta de los años que llevo huyendo. Desde el día en que me expulsaron del territorio de Sombra Nocturna, acusada de traición, no he hecho más que vagar de un sitio a otro, buscando un rincón donde pertenecer… y nunca encontrándolo.

Estuve en diferentes ciudades—incluso en pequeños pueblos—de Akatarawa, y al principio todo parece ir bien… hasta que descubren quién soy. Y entonces...me expulsan, en el mejor de los casos.

Ninguna manada quiere acoger a una loba marcada por el vampiro.

Susurros. Insultos. Rechazo. Incluso me han intentado matar...

Mi vida es entretenida, ¿verdad?

Ni siquiera los salvajes —los pocos hombres lobo sin manada que escaparon de Seik tras aquella gran batalla— me permiten estar con ellos.

Para ellos también soy una traidora. Si me atrevo a poner un pie en la zona irregular, donde se esconden, me mataran con gusto… y no rápido. Les encanta prolongar el sufrimiento de sus víctimas; es su manera de operar.

Es irónico, ¿no? Para todos soy una traidora. A veces pienso que mi vida se parece a una ecuación errónea: menos por menos debería dar más, pero aquí solo resta.

Suelto una risa sin gracia mientras observo el vaso de cerveza casi vacío. Al final, me gané a pulso el mote de ‘La Loba Solitaria’. Antes era solo una mentira para infiltrarme en el territorio de Sombra Nocturna, y ahora es mi realidad. Aunque… —exhalo un suspiro involuntario— tal vez siempre lo fue.

Un carraspeo me saca de mis pensamientos. Menos mal, porque me estaba hundiendo en la misera y yo solo he venido a este bar de mala muerte a hundirme en alcohol.

Miro hacia la dirección del sonido y veo un hombre alto, joven y guapo frente a mí. Con un porte imponente y la piel casi de porcelana...

Tiene un cuerpo es difícil de ignorar.

Si no fuera porque es un vampiro.

‘Ya estamos otra vez’, pienso para mí misma.

—¿Puedo sentirme contigo a tomar una copa, bonita?—sonríe de manera provocadora.

Tengo que tener cuidado. Aunque en esta ciudad puedan existir vampiros ‘buenos’, jamás se puede confiar en uno de ellos a la primera de cambio. Si le digo que no y no es trigo limpio, me acechará en un callejón y, cuando menos lo espere, me atacará por la espalda. No estoy segura de cuán fuerte puede ser.

Le pongo mi mejor sonrisa fingida y le digo:

—De acuerdo, siéntate.

Si lo rechazo de primeras le daré a entender que tengo miedo y, si no lo conozco, eso no es una opción.

El chico se sienta y pide con un gesto una bebida al camarero. Noto como algunas miradas se clavan en nosotros.

Mis ojos se detienen en un par de chicos jóvenes que lanzan miradas burlonas, casi juguetonas, a mi acompañante. Son tres...espero que no tengan malas intenciones.

Detrás de ellos, percibo una figura vestida completamente de negro. A pesar que lleva una capucha que cubre parte de su rostro sé que nos está vigilando.

Mantiene la guardia alta mientras simula tomar una copa con su compañero, igualmente enfundado en negro.

—¿Cómo te llamas, bonita? —pregunta el vampiro, con una sonrisa pícara que me eriza la piel.

—Estefania —miento, sin apartar la mirada.

—Yo me llamo Virden. Encantado de conocerte.

—¿Virden? ¿Qué te trae a mi mesa?

—Vaya… eres una chica directa.

Me estudia, fijo, y no puedo ignorar cómo brillan sus ojos bajo la penumbra del bar.

—No me gustan las sorpresas —respondo, manteniendo la mirada fija en él mientras tomo un trago de cerveza, tratando de parecer segura de mí misma.

Suelta una carcajada grave que vibra en el aire.

—Solo quiero tomarme una copa con una chica bonita… y, si surge…—da unos golpecitos en la mesa con los dedos y me lanza una sonrisa cautivadora.

—Resumiendo: quieres acostarte conmigo —lo interrumpo, firme, sin dejar que el juego avance más.

Nos quedamos en silencio unos segundos sin apartar la mirada, mientras el camarero coloca un whisky frente a él y otra cerveza frente a mí.

—Sí.

—¿Y qué te hace pensar que quiero acostarme con un vampiro? —lo desafío— ¿Sabes lo que soy?

—Sí… supongo… una cambiaformas, ¿no?

¿No sabe que soy una mujer loba? Tanto tiempo he vivido en soledad que incluso otros seres sobrenaturales no me reconocen como cambiaformas lobo… ni siquiera mi enemigo natural.

¿Es eso posible?

Lo miro directo a los ojos y noto cómo sus pupilas se dilatan. Su aroma cambia, está excitado.

Me mantiene la mirada hasta que sus ojos se deslizan hacia mi cuello, donde la marca del vampiro se asoma parcialmente.

Esa mirada furtiva me pone en guardia.

Bueno, ya sabemos lo que le ha gustado de mí. No me sorprende.

Esta noche no estoy de humor así que decido rechazarlo directamente, sin trucos.

—Sí… —respondo, con un tono seco.—Esta noche no busco compañía.

Con suerte, este vampiro se dará por vencido ante mi negativa y se irá.

—¿Ah, no? —insiste, ladeando la cabeza con esa sonrisa provocadora —.Creía que eras… amigable con los vampiros, ya sabes. —señala mi cuello con un dedo.—No te hagas la dura, bonita. Podemos divertirnos mucho.

No, no se dará por vencido, ahora lo tengo claro.

Un borracho se tambalea cerca de nosotros, riéndose a medias y hablandole a la nada. De repente, pierde el equilibrio y cae al suelo, cerca de nosotros. El estruendo de su caída hace girar unas cuantas cabezas en su dirección, incluida la mía.

Cuando vuelvo a la conversación, el vampiro me observa con una expresión que no logro descifrar.

—Puedo hacerte sentir muy bien, bonita... —susurra el vampiro.

—No, gracias —respondo, fría.

—Por lo menos lo he intentado.—se encoge de hombros, se levanta y vuelve con sus amigos.

Ha sido fácil.

Respiro aliviada y doy el último trago a la cerveza y voy a la barra a pagar la cuenta.

Salgo a la calle buscando aire fresco, y no pasa mucho tiempo antes de que un dolor sordo surja detrás de mis ojos: primero un zumbido, luego un latido que golpea mi sien.

El mundo se inclina un poco, las luces de la calle se estiran como si fueran acuarelas. Me apoyo en la pared del bar porque las piernas me flaquean.

Ese hijo de p*ta me ha drogado.

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