El amanecer se filtraba débilmente a través de las gruesas cortinas de la habitación donde Isabelle había pasado la noche. Había dormido poco, no solo por la incomodidad de estar en un lugar desconocido, sino porque sabía exactamente por qué estaba allí. Lucas Romano no era un extraño en el oscuro mundo donde su familia se movía; era un hombre temido, una leyenda en los círculos clandestinos.
Y su ella estaba hay por alguna razón sería...
Por el tonto de su padre.
El sería el único idiota en meterse con Romano.
Ahora el mayor problema era que mi padre, Carlos Martínez, había cometido el error de cruzarse con él.
Isabelle suspiró mientras se levantaba de la cama, masajeando su tobillo suavemente que aún le dolía después de la caótica caída noche anterior. Sabía que tarde o temprano su padre arrastraría a la familia al desastre, pero nunca imaginé que sería a través de un hombre como Lucas.
Sobre una mesa cercana, una bandeja con café y una nota doblada llamaron su atención. La tomó con cuidado y la leyó.
"Toma algo de café, alístate y baja necesitamos hablar"
Att: Lucas Romano.
Mmm café... No es mi favorito pero...
—¿No estará envenenado? ¿Verdad? —dijo, mientras cogía el café.
Iba a poner la nota sobre la mesa cuando vio lo que llevaba escrito en la parte de abajo.
P.D: Si lo que te preocupa es que el café está envenenado no te preocupes no lo está, aún...
.....
Isabelle apretó la nota en su mano, sintiendo un torrente de emociones revueltas. No estaba acostumbrada a que la usaran como un peón para sus estúpidos juegos, pero tampoco era ingenua. Lucas no la había secuestrado porque le interesara protegerla exactamente. Esto era una declaración de guerra, o incluso un llamado de advertencia para alguien.
Y ahora ella estaba en medio de todo...
Tras tomar un poco de café y cambiarse con el vestido que alguien había dejado para ella, descendió las escaleras. El murmullo de voces la guió al comedor, donde Lucas la esperaba, sentado al extremo de una mesa larga con una taza de café en la mano. Al verla entrar, levantó la vista y la observó con detenimiento, como si analizara cada detalle.
—Buenos días, Isabelle.
—¿De verdad esperas que responda con amabilidad después de lo que hiciste anoche? —espetó ella, cruzándose de brazos.
Lucas dejó la taza sobre el platillo con una calma que la irritó aún más.
—Siéntate, comeremos antes de hablar.
—¿Hablar? ¿Ahora quieres hablar? Después de secuestrarme en medio de una fiesta como si fuera un paquete más de tus negocios ilegales.
Lucas esbozó una sonrisa breve y sin humor.
—No fuiste secuestrada, Isabelle. Fuiste... asegurada.
Ella rodó los ojos, pero finalmente tomó asiento al otro extremo de la mesa. Comió en silencio, tratando de ignorarlo, aunque cada bocado parecía más difícil de tragar.
Finalmente, fue ella quien rompió el silencio.
—¿Qué es lo que realmente quieres, Romano?
Lucas la miró con calma, aunque sus ojos brillaban con un destello frío.
—No lo que quiero, sino lo que me deben.
Isabelle sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero mantuvo la compostura.
—Si estás hablando de mi padre, deberías saber que no soy parte de sus negocios y si se metió contigo yo no tengo nada que ver.
Lucas se inclinó hacia adelante, cruzando los dedos frente a él.
—Lo sé, pero eso no cambia nada. Tu padre me robó algo muy valioso, Isabelle. Mercancía que tiene un precio que ni siquiera puedes imaginar —hablo fríamente.
—¿Y qué creés que puedo hacer yo al respecto? —respondió, alzando una ceja.
Lucas sonrió, pero esta vez su sonrisa tenía un aire peligroso.
Ella apretó los puños sobre la mesa, tratando de no dejarse intimidar.
—¿Así que me estás usando como moneda de cambio? Qué original.
—Llámalo como quieras —respondió Lucas, encogiéndose de hombros.
—Pero hasta que tu padre pague lo que debe, tú te quedarás aquí, bajo mi cuidado.
Isabelle lo miró fijamente, sus ojos ardiendo de furia.
—¿Cuidado? ¿Es así como lo llamas?
Lucas se puso de pie y caminó hacia la ventana, mirando hacia los jardines exteriores.
—Podría haber sido peor.
—¿Peor? Qué podría haber sido peor qué ésto? —pregunto.
—Hay otros que habrían hecho mucho más que retenerte y tú lo sabes. Yo soy tu mejor opción en este momento, Isabelle.
—¿Mi mejor opción? —replicó ella, poniéndose de pie también—. Eres un criminal, igual que mi padre. Solo que tú tienes una manera más elegante de disfrazarlo.
Lucas se giró para mirarla detenidamente mientras su expresión endurecía.
—No somos iguales. Tu padre traiciona y roba porque puede.
— Yo hago lo que debo para mantenerme en la cima para poder proteger a mi gente.
Ella mantuvo su mirada, aunque su corazón latía con fuerza.
—Entonces, ¿cuál es tu plan? ¿Esperar a que él venga con la mercancía y luego dejarme ir?
Lucas dio un paso hacia ella, acercándose lo suficiente como para que su presencia fuera abrumadora.
—Algo así.
—Pero no me subestimes, Isabelle, si él no cumple, mi paciencia tiene un límite.
El aire entre ellos estaba cargado de tensión, pero Isabelle no retrocedió. Sabía que estaba atrapada en medio de un conflicto mucho más grande de lo que imaginaba, pero también sabía que no iba a ceder sin antes luchar.
Lucas observó el fuego en sus ojos y sintió una chispa de admiración. Isabelle no era como las otras mujeres que había enfrentado; tenía fuerza, y eso la hacía más peligrosa de lo que él esperaba.
—Esto no ha terminado —dijo ella finalmente, con los labios apretados.
—No, Isabelle —respondió él, con su tono bajo y decidido.
—Apenas comienza —dijo sonriendo.
[.....]
La puerta del comedor se cerró tras Isabelle con un golpe seco. Sus pasos resonaron en el pasillo mientras regresaba a la habitación asignada, su mente una maraña de pensamientos y emociones contradictorias.
Ella sabía exactamente por qué estaba en esa mansión y por qué Lucas la había tomado como rehén. No era por lo que ella había hecho, sino por lo que su padre había provocado. Desde que tenía memoria, Su propio padre la había tratado como un peón más en su tablero, una pieza que podía mover a su conveniencia en sus negocios.
En ese preciso instante tuve un recuerdo vivido con mi padre como si hubiera sido ayer.
Tenía tan solo 15 años cuando mi padre me llevó a su primera reunión importante. Estaba tan aterrada y asustada mientras me sentaba a su lado, con un vestido azul oscuro de mangas largas que él había elegido para que se viera elegante y útil.
—Escucha y aprende Isabelle—le susurró antes de que sus socios entraran a la sala.
Durante toda la reunión, su padre la presentó como si fuera un trofeo al que presumir.
—"Mi hija Isabella, un reflejo del legado de nuestra familia", decía con orgullo.
Pero ella sabía que no era más que una herramienta, una pieza en su tablero de poder.
Cuando la reunión terminó, Isabelle lo confrontó.
—¿Por qué me trajiste aquí? Sabes que yo no quiero ser parte de éste negocio.
Mi padre le lanzó una mirada fría, como si le dijera una pregunta más que absurda.
—Por supuesto que eres parte de ésto Isabelle.
—Eres mi hija, aprende tu lugar, que algún día, lo necesitarás.
Esa noche, Isabelle lloró en silencio, odiando cómo su padre la moldeaba a su conveniencia, como si no tuviera derecho a decidir y tomar decisiones por sí misma.
Desde ese día aprendí a las malas cómo eran las cosas con mi padre y la forma de cómo me usaba a su conveniencia.
—Estoy harta de ser su moneda de cambio —pensó, apretando los puños con rabia.
Su padre había robado mercancía a Lucas, sabiendo las consecuencias, y ahora ella estaba pagando sus estupideces usandola como escudo. Y aunque Lucas era el enemigo, había algo en él que la desconcertaba y la intrigaba.
El corazón de Isabelle latía con fuerza, no solo por la impotencia, sino también por la frustración de sentirse atrapada, utilizada y todo por una decisión que alguien más había decidido jugar.
Siempre había sabido que su padre no era un hombre común, pero lo había aceptado como un hecho de su vida. Ser hija de unos de los mafiosos más poderosos significaba vivir entre secretos y sombras, un mundo donde las decisiones no siempre tenían sentido, pero se seguían sin cuestionar.
—¿Por qué tenía que llegar a esto? se preguntó mientras cerraba la puerta de su habitación y se dejaba caer sobre la cama.
¿Por qué mi padre pensó que de verdad podría robarle a Lucas Romano y salir impune?
Solo el sería tan valiente o más bien un tonto por hacer ésto.
Sabía que el era ambicioso, pero jamás había pensado que llegaría a un punto tan arriesgado como para desafiar a alguien como Romano. Él no era un mafioso cualquiera; era alguien que inspiraba temor, respeto y peligro en igual medida.
Y solo pocos eran capaces de desafiarlo... Y lo que lo hacían terminaban muertos o incluso mucho peor...
Sin embargo, lo que más la perturbaba era el propio Lucas. A pesar de su rabia, no podía ignorar la manera en que la miraba, como si pudiera ver más allá de su fachada de desafío. Había algo en sus ojos que la hacía sentir vulnerable y expuesta, y eso me enfurecía aún más de solo pensarlo.
No iba a dejar que me usaran, no soy una marioneta o un títere para que me utilicen a su antojo. Si lo que quieren es jugar con fuego, espero y estén dispuestos a quemarse.
No podía confiar en Lucas, pero tampoco podía subestimarlo.
Durante nuestra breve conversación, había visto detallos de determinación en sus ojos, pero también alcanze a notar una complejidad que no me esperaba.
No era como su padre o los hombres importantes que había conocido cuya codicia era vidente en cada una de sus palabras y acciones. Lucas era frío y calculador no lo iba a negar, pero su interés no parecía ser el poder o el dinero.
—Si él piensa que puede usarme igual que mi padre, se va a llevar una sorpresa, —se dijo a sí misma, mientras su mirada endurecía.
No estaba dispuesta a quedarme de brazos cruzados mientras dos hombres juegan con mi vida a su antojo, no lo iba a volver a permitir por nada en el mundo.
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Mientras tanto, Lucas permanecía en el comedor, mirando el lugar donde Isabelle había estado sentada momentos antes.
Sus pensamientos eran un remolino de estrategias y emociones inesperadas.
—Es más fuerte de lo que pensaba —La idea cruzó su mente mientras tomaba la taza de café que había dejado a medias.
Isabelle Martínez no era una persona común como las otras con las que había tratado. Noto fuego en su mirada, una determinación increíble que, lejos de irritarlo,lo emocionaba.
Sin embargo, Lucas sabía que no podía permitirse distracciones. Y Isabelle se estaba volviendo una constante en su vida.
Ella solo era un medio para un fin. Su padre había cometido el peor error al robarle su mercancía, y ahora tenía que pagar el precio.
Pero mientras más tiempo pasaba con Isabelle, más complicado sería separar sus emociones de su lógica.
—No puedes permitirte flaquear, Romano,no en este momento —se recordó a sí mismo.
—Ella es una manera de obligar a Carlos devolverme lo que es mío.
Pero a pesar de su determinación, no podía ignorar el desafío en los ojos de Isabelle, la forma en que se había enfrentado a él sin miedo aparente. En su mundo, el miedo era una herramienta poderosa, y quienes lo desafiaban rara vez vivían para contarlo.
Pero Isabelle no se parecía en nada a los que había conocido, y eso lo mantenía alerta.
Lucas se giró hacia la ventana, observando los jardines de la mansión. Sabía que tenía que manejar esta situación con extremo cuidado. Carlos Martínez no solo era astuto, sino también un hombre peligroso cuando estaba acorralado.
Esto es un trabajo de paciencia y estrategia. Isabelle es mi ventaja, pero si no soy cuidadoso, también podría ser mi perdición.
Con un suspiro, Lucas dejó la taza sobre la mesa y se dirigió a su despacho. Había mucho que planear, y no podía permitirse distracciones.
Sin embargo, por más que intentaba enfocarse, no podía apartar de su mente a su hermosa prisionera.
Era hermosa, no lo iba a negar y tener esa mezcla de desafío y orgullo solo alimentaba su emoción por ella cada vez más.
M****a...
—Cuidado Romano, no dejes que una mujer nuble tu juicio.
A pesar de sus advertencias internas, una cosa era segura Isabelle Martínez era diferente, y eso hacía que esta situación fuera mucho más peligrosa de lo que había anticipado.
Pero algo tenía muy bien claro Lucas Romano, por más que la situación fuera complicada.
—No me arrepiento de haberte secuestrado ni mucho menos de haberte conocido.
Mi pequeña flor...