La lluvia golpeaba las ventanas con furia, como si la misma ciudad llorara por las almas perdidas en sus calles. En el interior de la mansión Martínez, el silencio reinaba, pesado y denso, sólo interrumpido por el sonido de los tacones de Isabelle resonando sobre el suelo de mármol. La joven caminaba con paso firme, aunque su mente estaba lejos de la imagen de la mujer que su familia quería que fuera.A sus 20 años, Isabelle había sido criada para ser la perfecta heredera, una princesa en un reino de sombras. Su padre, Don Carlos Martínez, el líder de una de las familias más poderosas de la mafia, le había enseñado que la lealtad no se compra, se impone, y que las debilidades sólo sirven para que los enemigos encuentren su camino hacia tu cuello. La educación que recibió no era la de cualquier chica de su edad. A su alrededor, las vidas se medían en billetes y balas, y la confianza se ganaba a punta de amenazas y manipulaciones. A Isabelle no le faltaba nada: lujo, ropa, autos... per
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