Mundo ficciónIniciar sesiónUna mujer vendida. Un mafioso sin alma. Un corazón con historia. Giulia vive por su hija, una niña ciega que necesita tratamientos costosos. Pero su suegra la traiciona, entregándola como moneda de cambio al hombre más temido de Italia: Dante Moretti. Lo que nadie imagina es que Dante tiene un secreto dentro de su pecho… el corazón de su esposo que Giulia perdió años atrás. —“Ese corazón fue mío.” —“Ahora es mío. Como tú.” Deseo, odio y memorias que no le pertenecen se cruzan en una historia donde la redención tiene forma de sangre… y amor. El mafioso que robó mi corazón y el de mi esposo.
Leer másAño 1990 — Sur de Italia
Dicen que el corazón guarda memoria.
No sé si eso es una maldición o un consuelo.
La primera vez que lo vi, supe que algo en él no era suyo.
Lo supe con certeza cuando cargó a mi hija ciega entre sus brazos.
El mismo corazón que yo escuché durante años, latiendo contra mi pecho en las noches de juventud.
—Ese corazón que late por mí… antes latía por él. ¿Qué se siente, Giulia?
Eso me preguntó Dante Moretti, con la sonrisa torcida de quien se sabe invencible.
¿Destino? ¿Ironía? ¿Castigo?
No sé en qué momento dejé de sentir miedo.
Dante era fuego, pero no del que calienta.
Y aun así, algo en mí se quebró.
Es una historia de sangre, traición y fuego.
Porque ninguno de nosotros eligió nacer en la mafia.
Y si la destrucción comienza con un beso,
Que tiemble el sur de Italia.
El auto avanzaba lentamente por el largo camino que conducía a la mansión Moretti. A través de la ventana, veía cómo el paisaje cambiaba: los árboles que alguna vez ocultaron tanto dolor ahora eran testigos de un nuevo comienzo. Dante iba conduciendo, concentrado, pero con esa expresión de calma que solo mostraba cuando estaba verdaderamente en paz.Isabella iba en el asiento trasero, con la cara pegada al vidrio. —¡Mamá, mira! —dijo con asombro—. ¡Parece un castillo!Dante sonrió sin apartar la vista del camino. —Y lo es, pequeña. Desde ahora será nuestro castillo.Yo me quedé sin palabras. La última vez que pisé esa mansión juré que nunca volvería. Fue mi prisión, mi infierno… pero también el lugar donde comenzó todo. Y ahora, ese mismo sitio iba a convertirse en mi hogar.Cuando los autos se detuvieron frente a la entrada principal, bajé lentamente. Todo el clan Moretti estaba ahí. Hombres que habían seguido a Dante durante años, algunos con cicatrices, otros con miradas firmes d
Giulia El sol entraba por la ventana, bañando el suelo de madera con un brillo dorado. Me incorporé lentamente, con la mente aún confusa por lo que acababa de vivir. Miré a mi lado: Dante dormía a mi lado, tranquilo, como si no cargara con el peso de todo lo que había hecho.El día anterior no había sido un sueño. Yo, Giulia Bianchi y Volkov, la viuda de Luca Dell’Orso, me había casado con el hombre que juré odiar: Dante Moretti.Me levanté en silencio, me puse una bata y salí de la habitación. Fui directo al cuarto de Isabella. Dormía profundamente, con su peluche entre los brazos. Me acerqué, la besé en la frente y le acomodé una manta.—No importa lo que pase, te voy a proteger —susurré.Entonces, un rugido de motores rompió la calma. Me asomé por la ventana y vi varios autos rodeando la cabaña. Hombres armados descendían de ellos, apuntando hacia la entrada. El corazón me dio un vuelco.—¡Dante! —grité.Dante apareció casi de inmediato, con una pistola en la mano.—Quédate con Is
La habitación está en silencio. Solo se escucha el sonido del fuego que crepita en la chimenea y el leve murmullo del viento colándose por la ventana entreabierta. Frente a mí, Giulia, mi esposa… mi amor, con el rostro iluminado por la luz cálida del fuego, parece una visión salida de un sueño.Nunca imaginé que una mujer pudiera devolverme la vida, que pudiera hacerme sentir humano otra vez. Su presencia lo cambia todo.Me acerco despacio, como si temiera que al tocarla se desvaneciera, como si todo esto fuera una ilusión que el destino pudiera arrebatarme de un momento a otro. Con la yema de mis dedos acaricio su rostro, delineando su mejilla, deteniéndome en su boca, esa boca que siempre dice exactamente lo que piensa, incluso cuando me reta.—Nunca creí que llegaría este momento —le digo en voz baja, casi temerosa.Ella sonríe, una sonrisa suave, la que siempre logra desarmarme. —Y aquí estamos —responde, con esa serenidad que solo ella puede tener—. Juntos.La palabra juntos me a
Me miré al espejo y, por un momento, no supe si la mujer que veía frente a mí era realmente yo. El vestido blanco caía en ondas suaves hasta el suelo, sencillo pero hermoso, con encaje en las mangas y un velo ligero que apenas rozaba mis hombros. Toqué la tela con las yemas de los dedos, recordando que hacía menos de una semana había usado otro vestido blanco… y qué distinto se sentía ahora.Entonces, me estaba casando por obligación. Hoy, lo hacía por amor.Un amor improbable, prohibido, peligroso. Pero amor al fin. Dante Moretti —el hombre que alguna vez juré odiar— había terminado robándome el corazón.—Estás preciosa —dijo Fiorella desde la puerta, con una sonrisa sincera mientras se acercaba—. Giulia, pareces una reina.La miré a través del espejo y sonreí apenas. —Gracias, Fiorella.Ella se sentó a mi lado, acomodando con cuidado un mechón suelto de mi cabello. —¿Ves? Yo siempre supe que tú y Dante—corrigió enseguida con una risita—terminarían juntos. Y mira, aquí estás, a p
No supe cuánto tiempo estuve mirándolo sin decir una sola palabra. Las palabras simplemente se evaporaron de mi mente cuando escuché su voz grave, firme y decidida decirlo.—Cásate conmigo.Al principio creí que lo había imaginado. Que quizás mi mente, confundida por la fiebre del dolor y la conmoción, había creado una ilusión cruel. Pero cuando lo miré a los ojos, supe que no era un malentendido.Dante Moretti estaba pidiéndome matrimonio.Me quedé muda. Sentí el aire hacerse espeso, como si el mundo entero se hubiera detenido. Mi corazón latía con fuerza, a un ritmo caótico que no podía controlar. —¿Es… es una broma, Dante? —pregunté con voz débil, apenas un susurro.Su mirada se clavó en mí, tan seria que me heló la sangre. —No lo es —respondió con total seguridad—. Lo digo en serio, Giulia. Quiero casarme contigo.Tuve que apartar la vista. Había algo tan intenso en su tono, tan absoluto, que me sentí acorralada por su deseo. Él, el hombre que había sido mi enemigo, mi amante, m
Giulia yace frente a mí, dormida, o tal vez perdida entre el cansancio y el dolor. La bata blanca que Fiorella le puso apenas cubre su piel pálida. Su respiración es débil, pero constante. La observo con los brazos cruzados, tratando de mantener la calma, aunque por dentro me quemo vivo.Todo lo que pasó aún me da vueltas en la cabeza: el bosque, los gritos, el acantilado, el disparo… y verla desplomarse entre mis brazos. Pensé que la perdía.Marco se apoya en el marco de la puerta, con el ceño fruncido. —¿Nada todavía?—Nada —respondo, sin apartar la vista de ella—. Parece que no quiere despertar.Me inclino un poco, reviso el vendaje en su brazo. Está limpio, sin señales de infección. Acaricio con los dedos la tela blanca que cubre la herida, cuidando no tocarla más de lo necesario.Marco suspira. —Fernando sigue buscándola. Su gente ya recorrió media ciudad.—Que busque —le digo con frialdad—. No la va a encontrar.—También está preocupado por Isabella —añade—. Dice que podría usar





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