Desde aquella noche, algo cambió. Lo supe en el momento en que Isabelle apareció frente a mi puerta, con esos malditos ojos llenos de preguntas que yo no quería o no podía responder.
Había algo en su mirada, en la forma en que sus labios temblaron cuando me susurró "¿Y si ya estuviera quemándome?" que me dejó jodidamente marcado en mi memoria.
A pesar de mi advertencia,de mantener la distancia que intenté imponer, ella seguía apareciendo en mi mente en los momentos más inoportunos.
Pero ahora, Isabelle había cambiado las reglas del juego. Desde esa noche, había dejado de buscarme, de provocarme con sus comentarios sarcásticos. De repente, ella evitaba cruzar miradas conmigo, y sobre todo esquivaba nuestro encuentros.
Y esa mierda me estaba volviendo loco...
Estaba sentado en mi despacho, con la mirada fija en un informe que no tenía sentido para mí solo por estar pensando en ella, solo leía el mismo maldito párrafo desde hacía diez minutos.
—No puedes perder el control, Lucas —me dije