Mundo ficciónIniciar sesiónAndrea es la esposa secreta de Carlo Suárez, el poderoso heredero de una de las familias más importantes del país. Sin embargo, mientras todos la ven como una simple mujer que no tiene importancia, luego de descubrir que morirá y que su esposo ha planeado la peor de las historias para quitarla de su camino, Andrea decide tomar su verdadero lugar. Pero no lo hará sola, porque el mejor amigo de Carlo, con quién mantuvo intimidad sin darse cuenta, se irá con ella para ayudarla en su enfermedad. Ian Castello no solo estará a su lado cuando ella descubra que no morirá, sino también cuando ella tome su lugar como la heredera de la familia más poderosa del país. ¿Surgirá el amor en medio de todo ese juego de poder? ¿O solo será un peón más para Andrea en su venganza contra Carlo Suárez?
Leer másLa sonrisa de Andrea no se borra con nada, camina por los pasillos del hospital para ir con su doctor a que le confirme la noticia de que será madre, uno de sus mayores sueños.
Tiene tres años de matrimonio, en los que ha luchado tanto por ser madre, y darle a Carlo, su amado esposo, la noticia de que serán padres al fin, la ilusiona como nadie podría comprender. Para algunas personas, Andrea es la pobre mujer sumisa y devota de un matrimonio que no debió ser, es el títere de un hombre frío, calculador y que no le demuestra ni una pizca de amor o consideración solo porque su matrimonio fue presionado por su madre para que heredara.
Para ella, Carlo es el esposo más amoroso, porque nadie los ha visto en la intimidad de su hogar. Pero fuera de esas paredes, todo cambia, porque… pues Carlo no quiere que nadie sepa que se casó con su secretaria, y ella lo comprende, eso dañaría su imagen corporativa. Y también porque ella también tiene sus propios secretos.
Por eso, los muy pocos que saben de su vínculo, la ven con verdadera lástima.
Al ingresar a la consulta del médico, toma asiento con esa sonrisa optimista. Sin embargo, el médico frente a ella no le corresponde de la misma manera.
—Señora Suárez, creo que necesitamos hablar con su esposo presente, cuando la llamé ayer por la tarde, le dije que debía venir con él —la mujer se remueve algo incómoda en su asiento.
—Mi esposo se negó a venir, tiene una reunión muy importante a la que no podía faltar —responde con incomodidad—. Pero está bien, puedo recibir yo sola la noticia de mi embarazo, quiero darle la noticia con un detalle lindo en casa.
—Señora… —el médico suspira con tristeza y abre el sobre con sus resultados, extendiéndolos frente a ella—. Andrea, no estás embarazada.
—¿Pero… cómo? Los síntomas de estas semanas, mi retraso, yo…
—Andrea, sus síntomas pueden ser por muchas causas y me temo que, en su caso, es por la peor razón de todas. Usted tiene leucemia, y por sus valores en sangre, creo que es de las más agresivas.
Andrea se queda mirando a la nada unos segundos, riéndose nerviosa tal como le sucede cuando le dan una mala noticia. Luego, sus ojos enfocan al médico, las lágrimas se acumulan, pero en lugar de dejarlas salir, ella solo cierra los ojos, respira profundo y luego mira al doctor.
—Bien, ¿cuál sería el tratamiento?
El médico le explica qué es lo que viene. Los exámenes para confirmar la gravedad, entre ellos una punción lumbar, y los tratamientos que podrían dejarla peor, Andrea se pone de pie y le extiende la mano al doctor.
—Le agradezco todo lo que me ha dicho, doctor. Si decido comenzar con el tratamiento, se lo comunicaré.
—Señora, no pierda tiempo, mientras más espere, más riesgoso es para usted.
—Lo sé, pero no voy a someterme a un tratamiento tan agresivo sola y tampoco arrastraré a mi esposo por todo esto. Si él cree que no lo soportará, rechazaré el tratamiento y prefiero darle el divorcio, que busque a otra mujer, antes de permitirle verme morir calva y adolorida. Gracias.
Sale de la consulta pensando en cómo le dará la noticia a Carlo. Cuando toma el taxi para irse a la oficina, va buscando las palabras que no le causen dolor, pero ni leyendo el diccionario, encontrará alguna que suavice un poco lo que debe decirle. Nuevamente se esfuerza por no llorar, ahora ella debe ser la fuerte en esa relación, porque su amor es tan grande, que está dispuesta a lo que sea, con tal de no causarle dolor a su esposo.
Cuando llega a la empresa, el jefe de recursos humanos la regaña por llegar tarde, diciéndole que el presidente de la empresa la ha buscado como loco.
—Yo le avisé al señor Suárez que hoy llegaría un poco tarde, tenía una cita médica…
—¡Pues el señor no me dijo nada, así que te descontaré las dos horas que corresponden! —Andrea intenta responder, pero el hombre no se lo permite—. ¡Ahora vete pronto a tu puesto, que te necesita!
Andrea se queda callada, no quiere discutir con nadie, porque eso solo alteraría más su estado y es lo peor que le puede pasar. Se mete en el ascensor, pensando, buscando la manera en que puede decirle a su esposo que está enferma y que morirá, pero no puede… no puede.
Camina rápidamente a su puesto cuando deja el ascensor y una mujer se acerca a ella con un alto de carpetas.
—El señor Suárez debe firmarlas lo antes posible, ¡muévete!
—Sí, señora.
Dos personas más se acercan a ella con las mismas solicitudes y sabe que le tocará leer demasiado, como suele pasarle.
El problema es que no tiene idea si podrá concentrarse.
Llega a su puesto, mira todo el trabajo y se debate entre decirle de una vez o esperar a la noche, pero tras imaginarse a Carlo derrumbado por la noticia, decide que lo mejor es esperar a estar solos en casa, para que la gente no lo vea de esa manera, porque tiene una imagen que cuidar.
Se acerca a la puerta para llamar, porque está cerrada, pero unos sonidos le llegan desde dentro… y sabe muy bien que no es una conversación normal.
Cubre su boca, toma todas las carpetas para que nadie la regañe o la busque, toma el camino a la sala de conferencias que está al lado de la oficina de Carlo y se encierra ahí. Intenta abrir la puerta que da al despacho de su esposo, pero está cerrada con llave, los jadeos se oyen más fuertes ahí y las lágrimas intentan salir, pero la mujer racional se hace cargo y decide tomar su teléfono, comienza a grabar y enciende el intercomunicador que conecta con la oficina.
—Carlo, querido… ¿cuándo le vas a decir? Ya te quiero todo para mí… —dice la mujer jadeante justo antes de terminar aquella sesión de infidelidad.
—Dame dos meses, hermosa… le pediré el divorcio y tú serás mi única reina.
—¿Y el heredero? ¿Solucionarás lo de tu vasectomía? Eres joven aún, se puede revertir… —Andrea se lleva las manos a la boca, pero las palabras de Carlo la impactan aún más que saber por qué no se ha embarazado en tres años.
—Claro que lo haré. ¿Cómo crees que iba a mezclar mi ADN con cualquier mujer? Ella no es digna de llevar a mi hijo, de compartir su sangre para mi heredero. Lo más gracioso es saber que cree que está embarazada, lo escribió en su diario secreto.
—Que de secreto no tiene nada —los dos se ríen y Andrea ya no tiene pena, sino una rabia profunda.
—Lo mejor de todo, es que sí podría estarlo, pero no será mío —Andrea se pone de pie y todo su cuerpo se tensa—. En los cuatro meses que tengo contigo, no le he tocado un pelo, pero ya que la achispo un poquito con cualquier licor, le hago creer que soy yo en la cama con ella, cuando en realidad es mi querido amigo Ian.
Andrea siente que ha oído y grabado suficiente, toma el teléfono, para la grabación y corta el aparato. Mira las carpetas con rabia, se debate entre seguir ahí, fingiendo o tomar la decisión más importante de su vida.
Y elige tomar aquella decisión.
Lo primero, es ir a enfrentar a Ian. Es el mejor amigo de Carlo, el que se está quedando en la casa con ellos porque estaba pasando por una mala situación amorosa. Siempre ha sido un caballero e incluso la ha defendido de los maltratos de los otros, incluso de los de Carlo cuando están en público, pero ahora entiende que debe ser porque la consciencia lo obliga a hacerlo.
Camina con un porte y decisión que nunca mostró en la empresa, se para frente a la puerta y de una vez la abre para enfrentarlo.
Entra a la oficina del hombre, sin tener una pizca de pena por no llamar y con un taconeo firme, uno que hace mucho debió sacar. Ian corta una llamada y se pone de pie sorprendido, porque de la dulce Andrea no hay nada frente a él, pero antes de preguntarle qué le pasa, ella le da una bofetada, lo mira con odio y le grita.
—¡¿Cómo pudiste abusar de mí para que solapar a tu amigo?!
Y Ian abre los ojos, porque no entiende absolutamente nada.
Cuando Sebastián abre la puerta de su departamento, deja que Ian entre primero porque trae a su hermana entre sus brazos. Ella está molesta, de brazos cruzados y con ganas de lanzarle las chanclas a los dos, porque Ian quiso hacer esa barbaridad de cargarla… ¡Y su hermano lo apoyó!La deja en el sofá, se voltea hacia Sebastián y le pregunta.—¿Cuál es el cuarto que usará Andrea?—Le daré el mío, tiene el baño más cerca de la cama y el médico me recomendó que tenga mucho reposo por los próximos tres días, pero debe cuidarse mucho por quince.—Bien, llevaré sus cosas allá, ¿te ayudo con algo? —le pregunta Ian, quitándose el saco.—No, solo sacaré lo esencial para mañana. Ahora es tarde, así que dejaré el cambio para… —pero no llega a decir nada, porque Andrea explota.—¡Ya basta los dos! Están hablando y planeando como si yo no estuviera aquí, ¡o como si fuera una niña chiquita!—Hermanita, no eres una niña, pero sí estás chiquita —ella le pone mala cara y Sebastián respira profundo—, s
Del otro lado del país, en horas la mañana, las cosas comienzan a pasar así…Carlo está sentado en su trono, dirigiendo su empresa y haciendo la vida miserable de unas cuantas personas. Dos horas después de haber llegado, sale a pedirle un documento a Andrea y se da cuenta de su ausencia, mira la hora y estalla en rabia.—Maldita mujer, se cree que puede hacer lo que quiere… pero ya verá.Saca su teléfono, la llama, pero el aparato marca apagado. Empuña las manos y se dirige a recursos humanos para pedir la misma sanción del día anterior, por lo que se detiene frente a la asistente de la jefa del departamento y le dice.—Tu jefa, necesito hablar con ella de Andrea Honores —la mujer frunce el ceño y le pregunta.—Claro, señor, ¿necesita que busque el despido de la señorita Honores?—¿Despido? —pregunta muy confundido y la mujer asiente.—Sí, usted ayer firmó personalmente el despido de Andrea Honores y Ian Castello. Sus indemnizaciones fueron pagadas ayer, tal como ordenó y…—¡Espera!
Con esas palabras de Ian, Sebastián se para al lado de ambos y coloca a Andrea entre los dos. Sus padres lo miran con reproche, pero él solo se encoge de hombros.—Andrea ha estado sola por tres años, en eso Ian tiene razón. Todo lo que ha logrado en este tiempo lo hizo sola, porque ustedes la castigaron y le retiraron cada centavo que le correspondía. Incluso el abuelo dejó de hablarles por eso, porque se pasaron de la raya.—¡No es poco lo que hizo! ¡Se fue de casa para ser adulta y terminó convirtiéndose en una furcia!—¡¡Ya basta de insultos a mi mujer!! —Ian le grita a Sergio y este aprieta las manos—. Andrea necesita estar tranquila y es evidente que con ustedes eso será imposible. Ella me dijo que ustedes harían algo como esto, pero nunca imaginé que su apellido y estatus sea más importante que darle amor y felicidad a su hija. Tal vez debió tener leucemia de verdad, a lo mejor así estarían llorando, en lugar de juzgándola.—Ian… déjame arreglar esto —ella se para frente a los
El doctor corre a ayudar a Ian, mientras que los señores Martínez entran al cuarto. Andrea se espera un reproche, gritos e insultos, pero en lugar de eso, tiene a su madre sobre ella intentando darle un abrazo.—Mami, te juro que quiero ese abrazo, te he echado de menos… pero Ian…—Pareciera que él es el padre —dice el médico y Ian despierta asustado. Se sienta, se pone de pie y se arregla el traje.Andrea lo mira como si fuera un bicho raro, pero termina riéndose de la postura casi militar que tiene al ver a su padre frente a ellos. Pero al procesar que no tiene leucemia, sino que está embarazada, deja de reírse y comienza a llorar, lo que hace reaccionar a Ian.—No llores, bonita… no es malo, es mejor que la leucemia.—¡Lo sé! Por eso lloro de alegría… no lo puedo creer, Ian. No me voy a morir… ¡voy a ser madre!—Sí, bonita, serás la mami más linda del mundo —ellos se miran, están a punto de besarse, cuando un carraspeo los detiene y Ian adopta nuevamente la postura de soldado.—¿Có
Ella solo sonríe y le aprieta la mano con agradecimiento al hombre.—Gracias, Eulogio. Aunque todavía no regreso del todo… pero a eso voy. ¿Papá sigue tan mal genio como siempre?—Diría que peor —el hombre hace dos gestos con las manos y cuatro hombres con lentes oscuros corren por las maletas—. Pero no lo oyó de mí.—¿Y mi madre?—Ahora se está volviendo experta en el arte de la transferencia en espejos.—Imagino que su taller volvió a sufrir modificaciones —ambos se ríen mientras caminan a la escalera.—Claro, y por supuesto, la casa ahora tiene una infinidad de espejos por todos lados —Andrea se voltea a ver a Ian, quien se ha quedado atrás.—¿Pasa algo? ¿Te da miedo volar o algo parecido?—No… es solo que, ¡¿quién demonios eres tú?! —le dice espantado y ella se baja un poco los lentes— ¡¿Un avión privado, guardias y un mayordomo?! ¡Y estoy seguro de que tu apellido es Honores, no Martínez!Eulogio se ríe y sube la escalera para dar órdenes y privacidad. Ella se acerca a él, se qui
Como todos los días, la cena está servida sobre la mesa a la perfección, solo que esta vez en el frescor que el jardín les otorga. Carlo brinda, como siempre, por una bobería que ha firmado ese día y Andrea finge que bebe de su copa de vino.De la nada, Carlo finge que lo llaman.—Lo siento, tengo que responder. Ian, ¿puedes cambiar el vino? Este no me gustó para la carne. Y, amor ve por hielo para el agua, por favor.Sin esperar a que respondan, se aleja con el teléfono pegado a su oreja. Andrea y Ian se miran un segundo, antes de ponerse de pie y se meten a la casa.Ambos espían por una ventana y Carlo se acerca rápidamente a la mesa, en donde coloca un polvo blanco en la copa de Ian y de otra bolsa, agrega un poco de algo en la de Andrea.—Quisiera decir tantas cosas, pero ninguna es propia de una dama como yo —murmura Andrea—. Mejor vamos por lo que nos pidió, ya veremos cómo nos deshacemos de esas copas.—Recuerda muy bien cómo te sentías antes de irte a dormir.—Y tú también —Ia
Último capítulo