Cuando Sebastián abre la puerta de su departamento, deja que Ian entre primero porque trae a su hermana entre sus brazos. Ella está molesta, de brazos cruzados y con ganas de lanzarle las chanclas a los dos, porque Ian quiso hacer esa barbaridad de cargarla… ¡Y su hermano lo apoyó!
La deja en el sofá, se voltea hacia Sebastián y le pregunta.
—¿Cuál es el cuarto que usará Andrea?
—Le daré el mío, tiene el baño más cerca de la cama y el médico me recomendó que tenga mucho reposo por los próximos tres días, pero debe cuidarse mucho por quince.
—Bien, llevaré sus cosas allá, ¿te ayudo con algo? —le pregunta Ian, quitándose el saco.
—No, solo sacaré lo esencial para mañana. Ahora es tarde, así que dejaré el cambio para… —pero no llega a decir nada, porque Andrea explota.
—¡Ya basta los dos! Están hablando y planeando como si yo no estuviera aquí, ¡o como si fuera una niña chiquita!
—Hermanita, no eres una niña, pero sí estás chiquita —ella le pone mala cara y Sebastián respira profundo—, s