Mundo ficciónIniciar sesiónAndrea se pone de pie, camina con cautela y extiende su mano.
—¿Puedo verlo? —Carlo se lo da y ella respira con alivio cuando ve un documento diferente—. Ah, este… me lo dio la directora de adquisiciones, son los nuevos dispositivos móviles para los ejecutivos. Me dijo que lo había consultado ya con usted.
—Sí, pero no este modelo, quieren la última tecnología a mi coste y no les daré en el gusto. Ese queda rechazado, ¿algo similar que esté entre todo eso?
—No, señor. Todo lo demás son los acuerdos que mandó a redactar y los pagos a los bancos y proveedores.
—Perfecto. Quiero un café, ya sabe, con leche vegetal.
—Sí, señor.
Andrea respira profundamente y se va por él café con leche vegetal, se va a una cafetería diferente está vez y pide un café con leche, solo que lo pide con la tradicional, la de vaca, la del animal que hace muuu… y la misma que a Carlo lo manda al baño, porque es intolerante a la lactosa.
—Y esto será lo mínimo que te haga, imbécil.
Al regresar, todos los documentos están firmados, los retira del escritorio y cierra la puerta para que nadie lo moleste. Se marcha para repartir los documentos, dejando en manos de cada uno el que le corresponde. Cuando llega a su divorcio, sonríe al verlo perfectamente firmado.
Entra a la oficina de Ian y lo abanica.
—Lo firmó… el muy idiota ni siquiera sabe que acaba de reconocer que es un maldito infiel.
—Debiste pedirle la mitad de todo…
—Se supone que eso me lo dará el acuerdo prenupcial, pero para eso debería pelear y no se me pega la gana seguir viéndolo a la cara —Ian guarda el divorcio luego de que ella lo firma.
Andrea sale para seguir con su recorrido y llega a recursos humanos.
La chica que procesa los despidos es amable, precisamente a la que ayudó con el bono, así que ni siquiera le pregunta por esos papeles, solo le dice lo triste que se siente porque se va y que al final de la tarde el pago estará en su cuenta personal.
Se sienta tras él escritorio con un peso menos encima y se dedica a seguir con su trabajo, el que no es perfecto ni nada por el estilo, hasta que Carlo la llama a gritos.
—¡Andrea! ¡ANDREAAAA! —esta vez no salta de su silla y se acerca a la puerta.
—Señor…
—¡Mi medicina para la lactosa! ¡¿Acaso eres tan inútil que no puedes pedir la leche vegetal?!
—¡No puede ser! ¡Claro que lo hice, señor! —busca en el cajón la medicina y se la da, justo antes de que corra al baño y se encierre—. Muy macho para engañarme, infeliz, pero ahí estás… cagándote encima solo por beber leche, y mi venganza no ha empezado.
Lo deja solo, hace su trabajo y, una hora después, Carlo sale pálido y bastante desmejorado. Le dice que se irá a casa, porque necesita reponerse, pero también que le diga a Ian que lo espera en la casa para la cena, porque quiere celebrar uno de los acuerdos que firmó. Es una cosa estúpida, nadie la celebraría, pero Andrea ya sabe lo que quiere en realidad.
Deja todo tirado, no piensa seguir haciendo nada para ese imbécil y se va a la oficina de Ian, quien está jugando baloncesto con papeles que va arrugando y lanza al basurero unos metros más allá de lo normal. Andrea se ríe, sobre todo porque todos están dentro y él le dice con cierta melancolía.
—Si hubiese sido un chico de escasos recursos, habría ido a la universidad por una beca por baloncesto, gané varios torneos, era muy bueno. Pero papá quería un ejecutivo, no un campeón.
—Ojalá nuestros hijos saquen tu talento y tu altura —Ian le sonríe, ella se sienta y toma uno de los papeles—. Mi «querido esposo» quiere celebrar un acuerdo esta noche, te quiere para la cena.
—Infeliz, quiere meternos a la cama de nuevo… yo no entiendo, yo no soy como tú, no me emborracho con dos cervezas… honestamente, tú no aguantas nada.
—¡Oye! —ella se ríe y le lanza una bola de papel—. Me canso mucho trabajando como esclava para él. En la universidad aguantaba tres.
Ian se ríe de ella y sigue haciendo lo mismo. Los dos se quedan pensando cómo harán para no caer en las garras de Carlo esa noche, hasta que a ella se le ocurre hacer la cena en el jardín.
—Podemos tirar lo que nos dé, aunque de todas maneras debemos fingir, para que no se dé cuenta de que los descubrimos y nos podamos ir por la mañana, cuando no esté en la casa.
—Me parece perfecto… vas a tener que seguir actuando, aunque creo que te tocará ser actriz de videos para adultos —Andrea se ríe, pero también se sonroja.
Sabe que deberá fingir todo, pero no tiene idea cómo… hasta que recuerda que muchas veces ha debido hacerlo, porque Carlo ni siquiera se ha preocupado de satisfacerla en la cama.
Se deja caer en la silla y deja salir el suspiro cansado.
—No creo que deba fingir demasiado, después de todo el sexo no era la gran maravilla, si lo pienso mejor. Varias veces tuve que hacerle creer que lo hizo increíble, cuando no sentí nada más que dolor, no puedo creer que esa sea mi única experiencia.
—Perdona la pregunta, pero ¿a qué te refieres con «única experiencia»?
—Carlo es el único hombre con el que me he acostado… bueno, lo era hasta hace cuatro meses —ambos se miran y Ian se aclara la garganta.
—Y, por curiosidad… ¿Has sentido alguna diferencia estos cuatro meses? —mira a otro lado, porque se sonroja más que Andrea y ella suelta una carcajada—. ¡No te rías! Yo sé de lo que soy capaz, he tenido más de una mujer en mi cama y ninguna se ha ido insatisfecha, me estás dañando el orgullo.
—Solo te puedo decir que me he despertado sin dolor y, tal vez, más… feliz.
Ian la ve con una mirada diferente y ella se encoge de hombros. Ninguno dice nada y se quedan callados hasta que Andrea recibe el llamado avisándole que el dinero ya está en la cuenta.
Salen del edificio por separado, Ian se va a una tienda de regalos, mientras que Andrea se va a un parque para pensar. Se sienta en una banca y, mientras una mano va a su vientre en dónde no hay bebé, la otra marca el número de la única familia con quién ha mantenido contacto esos tres años.
“Hermanita, que gusto oír tu dulce voz, ¿me extrañas?”
—Mucho… pero creo que podremos vernos al fin. Necesito tu ayuda, Sebastián…
“Sabes que cuentas conmigo para lo que sea, mi hermana hermosa.”
Andrea solo sonríe y le dice lo que requiere de él.
Se despiden luego de unos minutos, corta y camina por el parque hasta llegar a un lugar en donde tomar otro taxi. La llamada de Carlo no se hace esperar, pero lo ignora, porque ahora mismo se va preparando para la tormenta que se desatará desde esa noche.
Al llegar, Andrea es recibida con las quejas de Carlo, por tardarse, por el café y porque la cena se retrasará.
—No te preocupes, amor. Haré una cena deliciosa y verás que te encantará. Cualquiera diría que tienes más planes para esta noche —se ríe ella y el silencio de Carlo le dice que esa es su intención—. Me voy a la cocina. ¿Carne asada estará bien?
—Sí.
Pasa de darle un beso, porque no tiene caso, si de todas maneras él siempre la aparta para hacerlo, y se va rápido a la cocina. Busca los ingredientes, coloca todo en una bandeja y mete al horno con el tiempo programado, para no preocuparse más.
Corre a su cuarto para bañarse, pero al verse al espejo, decide preocuparse un poco más en su imagen, porque esa será una noche muy, pero muy diferente. Termina de depilarse y exfoliarse, se da una ducha de las mil maravillas y corre a vestirse.
Decide usar un vestido negro que le queda precioso, se deja el cabello suelto y se pone un collar que su hermano le envió de regalo por su matrimonio… el mismo que le dijo a Carlo que era de fantasía.
Cuando deja el cuarto, se va directo a la cocina, se coloca un delantal y sigue con la cena. Solo quedan unas horas más de ese infierno y está dispuesta a seguir actuando todo lo que pueda, con tal de dejar a Carlo en medio de interrogantes que no tendrán respuestas, solo para volverlo loco y dejarle claro que él ya no tiene más el control.
Porque el control lo tomará ella, para tener su venganza por todas las humillaciones que tuvo que pasar, el mismo que cedió hace tres años por amor.







