Con esas palabras de Ian, Sebastián se para al lado de ambos y coloca a Andrea entre los dos. Sus padres lo miran con reproche, pero él solo se encoge de hombros.
—Andrea ha estado sola por tres años, en eso Ian tiene razón. Todo lo que ha logrado en este tiempo lo hizo sola, porque ustedes la castigaron y le retiraron cada centavo que le correspondía. Incluso el abuelo dejó de hablarles por eso, porque se pasaron de la raya.
—¡No es poco lo que hizo! ¡Se fue de casa para ser adulta y terminó convirtiéndose en una furcia!
—¡¡Ya basta de insultos a mi mujer!! —Ian le grita a Sergio y este aprieta las manos—. Andrea necesita estar tranquila y es evidente que con ustedes eso será imposible. Ella me dijo que ustedes harían algo como esto, pero nunca imaginé que su apellido y estatus sea más importante que darle amor y felicidad a su hija. Tal vez debió tener leucemia de verdad, a lo mejor así estarían llorando, en lugar de juzgándola.
—Ian… déjame arreglar esto —ella se para frente a los