Mundo ficciónIniciar sesiónMatthew, un empresario de 30 años, dirige la compañía familiar de alimentos desde hace cinco años. Su experiencia le ha enseñado a manejar negocios y evaluar a las personas antes de cerrar tratos.Conocido por su carácter fuerte, muchos lo describen como déspota y arrogante. Como primogénito, asumió la responsabilidad de la empresa. Su padre le informa que para mantener el control, debe casarse.El acuerdo: un matrimonio por contrato de un año para concebir un heredero. Matthew, decidido a no perder lo que ha logrado, acepta sin preguntar sobre su futura esposa, aunque se pregunta quién aceptaría tales condiciones.Ashley, de 29 años, estudia relaciones públicas. Proviene de una familia adinerada, pero prefiere la sencillez. Es la menor de tres hermanos y está cerca de graduarse.
Leer másCAPÍTULO UNO: ENCUENTRO INESPERADO.
Alice Collins. salió de su habitación, cerró la puerta tras de sí y caminó por el pasillo hasta las escaleras. Con rectitud y firmeza, bajó ajustando la cartera que llevaba al hombro. Su mirada se posó en la sala, donde se encontraban esas dos personitas que tanto amaba y a quienes nunca imaginó amar más que a su propia vida. —Vamos, mis amores —les dijo, inclinándose frente a ellos. Sus hijos estaban sobre la alfombra, jugando con sus Legos. Cada uno había construido una torre con los colores seleccionados en cada fila. — ¡Mami! —gritaron al unísono, arrastrando la última letra con sus diminutas y tiernas voces. Matt y Aiden dejaron de jugar para acercarse a ella. Abrieron sus brazos para rodearla, y Alice los cubrió a ambos con los suyos, cobijándolos con amor y ternura. — ¿A dónde, mami? —preguntó su pequeño rubio de ojos azules. Matt era el más curioso; siempre quería preguntar y saberlo todo. — De paseo —le respondió, tocando la punta de su nariz. — ¡Sí! —aplaudió Aiden emocionado. Él era una copia de su hermano, Matt; la única diferencia era el color de sus ojos, que eran verdes claros como los de Alice. — Avy —dijo al reincorporarse—. Vamos, nos espera un largo viaje. — Sí, señora Alice —contestó su niñera, asintiendo. Alice tomó a Matt de la mano; el niño daba pequeños saltos de emoción. Avy, por su parte, traía a Aiden en sus brazos. Salieron de la mansión después de dar instrucciones precisas para el cuidado de su hogar. — James, al aeropuerto —dio la orden, y el auto se puso en marcha. Alice sabía que, en cualquier momento, tendría que volver a Londres después de tanto tiempo de ausencia. En el camino, se perdió en sus recuerdos: esa noche bajo las sábanas y los efectos del alcohol, con ese desconocido cuyo rostro no había podido borrar de su mente. La noche estuvo acompañada de gemidos y jadeos. Se suponía que sería una noche de baile, tragos controlados y luego volver a casa, ya que debía dejar su ciudad, su país. Pero terminó totalmente descontrolada, bailando en medio de la pista y tomando innumerables tragos como si fueran agua. Se rió al pensar que había salido de su zona de confort. Ver a sus hijos era un recordatorio constante de ese rostro que, aunque sin duda tenía un nombre, ella aún no conocía. — ¡Señora, ya llegamos! —mencionó James. El recorrido se le hizo corto, quizá porque se había perdido tanto en sus recuerdos. — Mami, mi avión —dijo Matt con sus palabras mal pronunciadas, señalando la aeronave para luego aplaudir. Aiden lo acompañó. — ¡Guta avión, volar! —exclamó Aiden. Alice se rió al ver cómo las pequeñas cosas los hacían tan felices. — Sí, mis amores, ahí está el avión y vamos a volar —dijo, repitiendo las palabras correctas para que aprendieran la pronunciación. Salieron del auto después de que James les abriera la puerta para abordar el avión privado. — En unos minutos salimos, señora. Alice asintió. James se alejó. Avy iba con sus hijos, uno en cada mano, sin soltarlos, para no perderlos, ya que estaban rodeados de personas. Alice se quedó atrás, distraída, buscando en su bolso los pasaportes de sus hijos y el suyo. — Sin ellos no podemos salir del país —murmuró. Acto seguido, chocó con alguien que la hizo rebotar y perder el equilibrio, casi cayendo al pulido suelo. Cerró los ojos esperando el golpe, pero nunca llegó. Todo pasó en fracciones de segundo. Unos fuertes brazos rodearon su cuerpo. — Disculpe —dijo, abriendo los ojos—. No lo... Sus palabras quedaron a medio camino cuando su mirada se encontró con unos ojos azulados, como el cielo o el mar. Era una mirada inconfundible que le recordó a los ojos de su hijo Matt, pero esta era más intensa. Un escalofrío nació en su espalda baja y recorrió su columna vertebral hasta morir en su nuca, erizándole la piel. Reconoció el rostro y su cuerpo, al parecer, también lo hizo. Su pulso se aceleró, su corazón y sus sienes latían con fuerza. — Me gustaría quedarme así todo el tiempo que usted quisiera —dijo él con una mueca—, pero estamos en público y debo abordar un vuelo. Su voz ronca y varonil, con un sarcasmo que no pasó desapercibido, retumbó en sus oídos. — E... No. No, disculpe —dijo Alice, reincorporándose—. No lo vi venir —mencionó, disimulando, mientras se ajustaba la blusa. Tenía que parecer natural y que su inesperada presencia no la afectaba. — Aquí tiene —le extendió los pasaportes, dudando—. Alice Collins. La sangre subió al rostro de Alice cuando él pronunció su nombre. ¿La reconocía? ¿Sabía quién era? — No se asuste —soltó él de repente—. No la estoy siguiendo, ni soy de la Interpol, ni un agente encubierto —exclamó con un tono más relajado, suavizando el ceño—. Aquí lo dice, estaba abierto cuando lo tomé y me atreví a leer. Su mirada profunda no se apartó. Alice sintió que la estaba detallando, como si buscara algo en ella. — Gracias —dijo, tomando los pasaportes. «El mundo es tan grande y, a la vez, un pañuelo. Encontrarme a este hombre precisamente hoy, aquí, definitivamente no me lo esperaba». — Matthew Vaughn —se presentó e inclinó un poco la cabeza. Alice asintió. Él pasó a su lado, casi rozando su hombro, dejando un perfume de madera y cítrico en sus fosas nasales. Alice volvió a inspirar con los ojos cerrados, grabando en sus sentidos ese olor varonil. — ¡Mamá! —gritaron sus hijos al unísono. Alice abrió los ojos de par en par, se giró disimuladamente para asegurarse de que el hombre seguía cerca, pero no estaba por ningún lado. **** Hola aquí traigo una nueva historia espero que sea de su agrado y puedan darle la oportunidad de conocer nuestros personajes. Les pido su apoyo y que dejen sus comentarios es muy importante para el crecimiento de la novelas y darse a conocer. 🙏Espero que iniciemos juntos y que lleguemos al final... Gracias 😊 🫂 ♥️CAPÍTULO SESENTA Y OCHO: CONSTRUIR UN PALACIO.Matthew.La luz de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas de nuestra habitación, bañando el espacio con un resplandor dorado.Fui el primero en despertar, sintiendo el peso de Alice a mi lado y, por debajo de mi brazo, la enorme y firme extensión de su vientre. El susto de la madrugada, cuando el dolor de Alice nos había obligado a salir disparados hacia la clínica, había dejado una marca de agotamiento en ambos.Me quedé inmóvil. La miré. Ella dormía profundamente, su rostro sereno, la expresión de miedo de la noche anterior borrada por el descanso. La contemplé con amor, devoción y una profunda admiración. Ella era mi ancla, mi fuerza y la madre de mis cinco hijos. La idea de que algo le sucediera o que pasara por estrés me resultaba insoportable. El médico había sido claro: más reposo, menos esfuerzos.Con sumo cuidado, deslicé mi brazo y me incorporé ligeramente. La miré y apenas se movió. Tomé mi laptop de la mesita de noc
CAPÍTULO SESENTA Y SIETE:LA FELICIDAD SE REFLEJADO EN PEQUEÑAS CONTRACCIONES. Alice.Regresamos al living todos con una sonrisa en el rostro. La adrenalina de los fuegos artificiales y la tensión de la cena se habían disipado. La sala, todavía brillando con el resplandor de las luces navideñas, nos acogió.Matt y Aiden venían cada uno tomados de la mano de Matthew por cada lado, dando saltitos cortos y entre jadeos le pedían a su padre que querían más luz en el cielo.— ¡Papá, sí, por favor! — dijo Aiden, una petición que sonaba a súplica. Sus ojos grandes brillaban por la emoción de antes, y esa mirada tan idéntica a la mía me derretía.— Pronto, campeón — respondió él, bajando la mirada pero sin detener el paso.Ambos niños murmuraban entre sí, diciendo cualquier cosa que no logré escuchar, absortos en su propio mundo de magia recién descubierta.— Gracias a todos por venir — dije al entrar al living.Matthew llegó hasta mí y me envolvió con un brazo, pegándome a él. Era un gesto p
CAPÍTULO SESENTA Y CINCO: CENA DE RECONCILIACIÓN Y CON LA LLEGADA DEL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD.Narrador Omnisciente.En el hogar, el calor de la familia Vaughn-Collins vibraba con una mezcla de excitación y nerviosismo. Era el 20 de diciembre, y la mesa estaba puesta para la primera cena formal entre los padres de Alice y Matthew, un encuentro donde el pasado sería silenciado por la promesa de tres nuevas vidas.Alice, con su vientre de seis meses resplandeciente, supervisaba los preparativos con una calma forzada.—Ethan, por favor, el vino tinto de la reserva. En la mesa no debe faltar nada —agregó con calma—. Avy, prepara a los niños, por favor, antes que lleguen los abuelos —indicó Alice, apoyando suavemente la mano en su espalda baja.Matthew la observaba desde el umbral de la cocina, sus hombros rígidos. Se acercó a ella y colocó su mano en el mismo punto, como si con ese simple gesto quitase cualquier molestia.— ¿Estás bien, Cielo? Si la tensión es demasiada, podemos cancelar.
CAPÍTULO SESENTA Y CINCO: UN PASEO POR LA NAVIDAD: DULCE CAOS FAMILIAR.Narrador Omnisciente.La tarde había caído con el frío prometido de diciembre, pero el penthouse Vaughn-Collins ardía con un calor distinto: la impaciencia navideña. Con Alice ya en los seis meses de embarazo, el tiempo de grandes esfuerzos había pasado, pero la necesidad de crear un nido festivo se había duplicado.El living se había transformado en un campo de batalla de cajas de cartón y guirnaldas enredadas. Avy, la niñera, y Ethan, el chofer y asistente, se habían unido a la misión familiar, creando un equipo indispensable.— ¡Matthew, por el amor de Dios! —exclamó Alice, sentada sobre el sofá rodeada de cojines, un tazón sobre sus piernas y dirigiendo la operación—. ¡No uses las tijeras cerca de las luces! ¡Vas a cortar un cable! —advirtió con nerviosismo—. No quiero que ocurra un accidente y se adelante el parto de mis niñas, Matthew.Su forma exagerada llamó la atención de su esposo, pero este pensó que er
CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO: TRES PRINCESA.Narrador Omnisciente.Alice se encontraba recostada en la camilla de la sala de ecografías, con la bata abierta sobre su abultado vientre de cinco meses. Matthew estaba sentado firmemente a su lado, sosteniendo su mano con una intensidad que delataba su ansiedad.«Menos mal que es un viejo, canoso y arrugado», pensó Matthew, tomándose una fracción de segundo de distracción mientras la imagen de Alice desnuda y vulnerable lo abrumaba»El doctor, un especialista en embarazos múltiples, deslizó el gel frío y comenzó a mover el transductor sobre la piel de Alice. En la pantalla, la imagen granulada y mágica de tres pequeños seres se hizo visible. La sala quedó sumergida en el suave sonido de tres latidos rápidos y firmes.—Parecen estar celebrando una fiesta allí dentro —comentó el doctor con su voz cansada, esbozando una sonrisa mientras medía y revisaba a cada uno.Alice sonrió, pero su respiración era superficial. Miró a Matthew, cuyo rostro, h
CAPÍTULO SESENTA Y TRES: EL PUENTE HACIA LOS ABUELOS. LOS NIETOS. Narrador Omnisciente.Matthew y Alice se sintieron plenamente satisfechos después de enviar el set de anuncio a sus padres. Habían preferido guardar distancia para sanar, y no esperaban respuesta. Sin embargo, al siguiente día en el transcurso de la mañana, un camión de reparto interrumpió la calma. La carga, abrumadora, eran los regalos que enviaron Damon y Adel Collins, y Christopher Vaughn.Lo que Matthew y Alice desconocían era el frenesí que había ocurrido un día antes y los resultados esa mañana entre sus padres eran evidentes. Día anterior.* Una llamada había recibido a Christopher minutos después de recibir el set. Era su consuegro, Damon Collins, eufórico hasta más no poder. A Christopher le pareció extraña esa efusividad, recordando su último encuentro. En esos cortos minutos, los dos patriarcas tuvieron el inusual acuerdo de hacer un regalo significativo a sus hijos. La mejor opción: decorar una habitación
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