Mundo ficciónIniciar sesiónCAPÍTULO DIEZ:NOMBRAMIENTO.
Alice Collins. El lujoso Mercedes Benz de la empresa se detuvo frente al imponente rascacielos de Collins Enterprises. Mi corazón latía con una fuerza brutal contra mis costillas. Podía sentir el pulso en las yemas de mis dedos, en la garganta y en los párpados. El aire de la ciudad, fresco y matutino, golpeó mi rostro cuando el chófer abrió la puerta. — Gracias, James —dije. Él asintió con un movimiento de cabeza. El edificio, una obra maestra de acero y cristal que mi padre había concebido, se alzaba majestuosamente contra el cielo gris de Londres. Reflejaba la luz de la mañana en sus miles de ventanas, cada una de ellas una promesa de poder. El logo plateado de la empresa, un círculo con dos líneas cruzadas, brillaba con una luz que parecía provenir del mismo sol. Era una estructura intimidante, y hasta ese momento, siempre la había visto como un monumento al legado de mi familia, no como mi propio futuro. James, mi chófer, me guia hacia las puertas de cristal, que se abrieron automáticamente al detectar mi presencia. — Regresa a casa con Avy y los niños —ordené antes de adentrarme. — Sí, señora. Continué mi camino y, al cruzar el umbral, el frío aire acondicionado y el silencio me golpearon. Eran las diez de la mañana de un sábado, y el gran vestíbulo de mármol y acero inoxidable estaba completamente desierto, a excepción de una mujer elegante con el pelo recogido y dos guardias de seguridad. La mujer asintió y me indicó el camino a los ascensores privados. — La reunión es en el piso 80, señorita Collins —dijo con una voz que era tan precisa como su traje sastre. Asentí y le dediqué una sonrisa genuina, agradeciendo su atención. El ascensor se elevó sin un solo sonido, llevándome a una altura desde la que podía ver todo Londres. La ciudad parecía un pequeño tapiz de colores y formas, un tablero de ajedrez donde las personas eran simples peones. Y mi padre, y ahora yo, éramos los jugadores. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, el silencio se rompió por el murmullo de voces. La sala de juntas era un salón circular con paredes de cristal, y la luz de la mañana se filtraba por las ventanas, iluminando a los rostros serios de los ejecutivos sentados alrededor de una mesa de caoba. Eran un círculo de poder. «Mi padre, Damon Collins, estaba sentado en la cabecera, con su mirada fija en mí». — Buenos días —dije con voz modulada. Los demás miembros se pusieron de pie y la mayoría respondió al unísono. Me senté en el único asiento vacío, me incliné hacia delante posando mis manos sobre la mesa y di un rápido repaso a los rostros que se fijaban en mí. A mi lado, mi padre deslizó un documento por la mesa hasta que se detuvo frente a mí. ¡Era un nombramiento!. — Señores —dijo mi padre, con una voz que llenó la habitación—. Como saben, mi hija Alice ha regresado a Londres. Ha demostrado su capacidad de liderazgo y su inteligencia en la sucursal de Manchester y es el momento de que asuma el puesto que le corresponde. Las miradas de los ejecutivos se movieron de mi padre a mí. Sentí su juicio, su escepticismo, pero también la aceptación silenciosa de su poder. «Era un momento que habían esperado por años». — Alice Collins —continuó, su voz llena de orgullo—, a partir de hoy, es la nueva Directora de Operaciones de esta empresa. Cada decisión estratégica, cada contrato y cada avance, dentro y fuera de esta compañía, pasará por sus manos antes de llegar a la mía. Su palabra es mi palabra. Los murmullos se dieron por un instante, pero todo volvió a ser silencio de inmediato. Las cabezas asintieron. Un hombre con un traje gris, una figura que recordaba vagamente haber visto en los pasillos de la empresa cuando era niña, me sonrió con un gesto de aprobación. — Bienvenida, señorita Collins —pronunció aquel hombre. Sus palabras fueron sinceras. Otros también lo siguieron, pero se notaba en su tono de voz que no eran sinceros. «Están jodidos», pensé. La reunión terminó tan rápido como había comenzado. Los ejecutivos se levantaron para saludarme, sus apretones de manos firmes y sus sonrisas profesionales. Damon se quedó a mi lado, un gesto que les indicaba que la reunión había terminado. — Tu oficina está en el piso 79. He pedido que esté lista para ti. Mañana mismo puedes comenzar a revisar los informes más importantes de la compañía. Hay un expediente particular que te interesará especialmente. Sabía a lo que se refería: el negocio con Vaughn Enterprises. Mi corazón se encogió. La vida privada y la profesional estaban a punto de colisionar, y esta vez, el impacto no sería solo para mí. — ¿Algo más? —pregunté con sarcasmo sin disimularlo Cuando me dirigí a mi nueva oficina, el silencio y la soledad de mi primer día no importaban. La puerta se abrió automáticamente. El espacio era enorme, con vistas panorámicas de la ciudad. El escritorio era de ébano macizo y había una tablet de alta tecnología en el centro. Tomé asiento en el sillón de cuero y mi mano se posó sobre el cristal de mi escritorio. Sentí el frío. Me apoyé en el respaldo y cerré los ojos. — Un fin de semana que hubiese querido pasar con mis hijos, yendo de paseo al parque, lo termino en una oficina entre cuatro paredes —refuté en la misma posición en la que me encontraba. El mundo de mi padre me había dado el poder que yo necesitaba. La reina había tomado su lugar en el trono. Y el dragón que tenía que enfrentar ahora, era uno que conocía más de lo que jamás hubiera imaginado.



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