En un mundo donde los dioses han dejado su legado en la sangre de los mortales, Aisha, una joven marcada por la oscuridad en una tribu de sanadores de cabello blanco, es entregada como concubina al temido Príncipe Ragnar, conocido como "la Bestia". Pero Aisha no es una víctima: su sangre guarda un poder ancestral que puede sanar o destruir, y su espíritu indomable desafía incluso al heredero más peligroso del imperio. Cuando Ragnar descubre que su maldición solo se calma con el toque de Aisha, una conexión profunda y peligrosa nace entre ellos. Entre rituales de sangre, traiciones palaciegas y secretos divinos, ambos deberán decidir si su alianza es una trampa del destino o la única salvación para un imperio al borde del caos. ¿Podrá el amor de una sanadora romper una maldición milenaria? ¿O su sangre será el precio final para apaciguar a los dioses hambrientos? Una historia de pasión, poder y sacrificio, donde la luz y la oscuridad se entrelazan en un juego mortal. ¿Te atreves a descubrir el secreto que une sus destinos? 📢 ¡ADVERTENCIA AL LECTOR! 📢** Esta historia está llena de personajes imperfectos, decisiones cuestionables y giros inesperados. Si buscas héroes intachables o finales "predecibles", este no es tu lugar. Aquí encontrarás: ✔ Protagonistas con aristas (y antagonistas con motivos complejos). ✔ Tramas que quizás desafían lo convencional (sí, incluye spoilers de la vida real: nada es perfecto). ✔ Contenido emocionalmente intenso (pero nada fuera de contexto). Si estás listo para una narrativa cruda, sincera y sin edulcorantes, ¡adelante! Pero recuerda: no todo es blanco o negro... y eso es lo fascinante. ⚠️ Lee bajo tu propia responsabilidad.
Leer másEl viento aullaba entre los pinos, arrastrando consigo el susurro de Nyrith, el dios olvidado, cuyos dedos invisibles acariciaban las armaduras negras de los Lobos Fantasmas, el ejercito de mercenarios fieles al príncipe bestia. Las fogatas, mantenidas bajas para no delatar su posición, proyectaban sombras danzantes sobre los grabados de lunas crecientes que adornaban sus petos. El aire olía a hierro, a pino quemado y a algo más: el dulzor enfermizo de la gangrena, que se escapaba de la pierna de Korvath como un recordatorio de que la muerte siempre merodeaba cerca.Aisha observaba desde su carruaje de madera lacada en rojo oscuro, sus dedos aferrados al borde de la ventanilla con rejas de hierro. ¿Para protegerla o encerrarla? La pregunta resonaba en su mente, tan presente como el crujir de las armaduras al moverse y los cuchicheos de los soldados.— ¿Viste cómo el general se levantó? Ni los médicos imperiales…Los pasos de Korvath y Veyn se acercaron, calculados, pesados. El primer
El susurro de los cascos chocando contra la tierra cortaba en silencio como un cuchillo, el ambiente cargado de tensión entre el general y sus soldados era palpable, pues todos sabían que iban rumbo a una sentencia de muerte ya firmada, no propia, pero si cerniéndose sobre la criatura inocente que viajaba, ignorante a todo mal, dentro del carruaje.Los caballos y los soldados detuvieron su andar ante una simple orden del general, quien con un movimiento tal ágil como elegante, bajo del caballo, acercándose al carruaje y abriendo la puerta, encontrando a la mujer observando; por la ventanilla contraria, hacia el exterior.— Su alteza, tomaremos un descanso, los caballos necesitan beber agua y los hombres alimentarse — Aisha asintió con un simple movimiento de cabeza antes de observar con atención la mano que se le era ofrecida, pues el general había extendido su mano hacia ella como ofrecimiento silencioso de ayuda para bajar del carruaje.Dudo por un instante, no acostumbrada a tales
"Érase el dios de sangre dulce,el que bajó descalzo entre los hambrientos,y en lugar de darles pan,les abrió las venas con sus propias manos.— Beban —, dijo,y su sonrisa era cálida como el primer sol,mientras los dientes de ellos— afilados por siglos de miedo —mordían su carne viva, hueso a hueso.No maldijo al último mordisco,no lloró cuando solo quedó su corazón palpitando en el barro.Sopló sobre los devoradores:— Llevad esto donde yo no pueda seguir —.Y así fue:su pelo se volvió nieve,sus ojos, pozos sin fondo,pero sus palmas brillaban azules cuando sanaban.No fue la luna quien les dio el don,sino el amor de un dios que prefirió ser banqueteantes que ver morir lo que amaba.Ahora, cuando un Nyrithar cura,no es magia lo que fluye...es el último aliento de Nyrith,repitiendo una y otra vez:—Valió la pena—."Así generaciones después una niña de cabello oscuro, crecía en las Montañas Vetharyn, asentamiento de Nyrithar.El viento arrastraba el canto sagrado entre lo