Puedo señalar el momento exacto en que mi mundo se vino abajo: fue durante la fiesta del cumpleaños número dieciocho de Dorian, el hijo del Alfa… y mi novio. Ese fue el día en que encontró a su compañera. Ese fue el día en que me dejó, sin mirar atrás, como si todas nuestras promesas no hubieran significado nada. Y ese también fue el día en que descubrí cuán sola podía estar. Los que se hacían llamar mis amigos se volvieron contra mí, y sus burlas me persiguieron hasta que no me quedó más opción que huir… lejos, hasta la casa de mi abuela. Pero no regresé siendo la misma. Un año después, volví por una sola razón: mi madre estaba gravemente herida. Solo que esta vez, ya no era la chica rota que se fue. Me entrené, me gradué, y me juré a mí misma que nunca más volvería a depender de un hombre. Jamás permitiría que me menospreciaran otra vez. Lo que no esperaba al volver era encontrar que el viejo Alfa había muerto… que Dorian había huido cobardemente con su nueva compañera… Y que en su lugar ahora reinaba Alfa Blaze. No quería saber nada con alfas. Ni con manadas. Ni con vínculos rotos. Pero el destino tiene una forma cruel de burlarse de una loba decidida. Y yo, magneto de problemas, terminé envuelta en la órbita del hombre más poderoso —y peligroso— que he conocido.
Ler maisDorian es el hijo del Alfa de mi manada. Lo conozco desde que tengo memoria, porque mi papá —hasta hace poco— era el Beta. Crecimos juntos, pasamos horas en la casa de la manada, donde normalmente viven el Alfa con su familia y los lobos sin pareja. Jugábamos, explorábamos cada rincón del territorio, como si fuera nuestro reino privado.
Su madre solía bromear que cuando cumpliéramos dieciocho años descubriríamos que éramos pareja, porque, según ella, no había dos lobos que se divirtieran tanto juntos como nosotros. Así que me enseñó un poco de lo que debía saber una Luna: administrar los recursos de la manada, organizar eventos, manejar presupuestos y coordinar a los demás. Siempre creí que una Luna debía ser fuerte, una guerrera, alguien con voz en las decisiones importantes, no solo en asuntos sociales o de caridad. Pero con el tiempo, empecé a creer que quizás ella tenía razón. Que tal vez ese era mi papel. A los trece años, empecé a mirarlo con otros ojos. Quise que me viera como algo más que su mejor amiga. Cambié mi forma de vestir, me esforzaba por agradarle más de lo necesario. Empezamos a salir cuando tenía dieciséis, y durante casi dos años creí que lo nuestro era real. Que el destino nos había unido. Hoy, Dorian cumple dieciocho años. A partir de ahora, podría sentir la llamada de su pareja destinada en cualquier momento. Y yo, tan ingenua, estaba convencida de que la Diosa lo haría darse cuenta de que era yo. Me había dicho que pasaría por mí a las ocho en punto para ir juntos a la fiesta. Como siempre, llegó en su camioneta, ese vehículo que amaba casi más que a cualquier persona. A mi familia nunca le gustó la idea de que saliera con el futuro Alfa. Conocían los riesgos de involucrarse antes de los dieciocho, sobre todo con alguien en la línea de sucesión. Pero yo, como toda adolescente terca, no escuché. A las ocho en punto, allí estaba. Salí emocionada a recibirlo, pero ni siquiera se bajó a saludarme. Me subí y me lancé a sus brazos con una sonrisa. —¡Feliz cumpleaños! —le dije, abrazándolo. Él me miró de arriba abajo y frunció el ceño. —Pensé que te había dicho que vinieras en vestido hoy. Lo miré, confundida, y luego bajé la vista a mi blusa negra y falda corta. Era mi estilo, y me encantaba cómo me veía. —Te dije que ese tipo de ropa no me gusta —gruñó, girando los ojos—. Pareces una niña rebelde vistiéndote así, toda de negro. Me quedé en silencio, sintiendo cómo la ilusión del momento se desvanecía. Estaba segura de que su humor mejoraría una vez llegáramos a la fiesta. Dorian odiaba que no usara vestidos ni me maquillara como a él le gustaba. Claro que podía ponerme un vestido… pero no todo el tiempo. Hoy quería estar cómoda, bailar sin preocuparme por idiotas borrachos. Eso era todo. A veces sentía que él prefería a esas chicas que usaban tacones hasta para ir al colegio. Y yo no era así. Tampoco ayudaba que en nuestra manada muchos tuvieran cabello rubio y ojos claros. Yo era la excepción: piel pálida, cabello oscuro y ojos negros, los mismos que heredé de mi abuela. Siempre me sentí un poco fuera de lugar. Durante el camino, me quedé mirando por la ventana mientras Dorian hablaba sin parar… de sí mismo, por supuesto. Al parecer, todos en su vida eran el problema, menos él. —El Alfa de la manada Media Luna está pidiendo mi ayuda. Se peleó con la manada Luna de Sangre y quiere que lo apoye —dijo, irritado, pasándose la mano por el cabello. Mi cuerpo se tensó al oír ese nombre. —¿La manada Luna de Sangre? ¿Por qué querrías meterte en eso? —pregunté, sintiendo una punzada de alarma. Todos sabíamos quiénes eran. Se decía que comenzaron como un grupo de renegados, pero con la llegada del Alfa Grey, se convirtieron en una potencia. Y ahora su nieto, el nuevo Alfa, dirigía la manada más poderosa y despiadada que nuestra especie había conocido. —Por favor, Cece —bufó Dorian, con arrogancia—. Ese alfa no es más que un hombre. Y su manada, una más del montón. —Un “hombre” cruel… con muchísimo territorio —murmuré, sabiendo que Luna de Sangre poseía más terreno que cualquier otra manada. —No por mucho tiempo —sonrió él, como si supiera algo que yo no. Un escalofrío recorrió mi espalda. —¿Qué quieres decir con eso? Pero me interrumpió con un gesto de la mano. —Suficiente. Nada de eso importa. El resto del camino lo hicimos en silencio. Yo, mirando por la ventana; él, enfocado en su mundo. Al llegar a la discoteca, nos estacionamos, y al bajar del coche, Dorian me rodeó la cintura con una sonrisa forzada, como si nada hubiera pasado.Punto de Vista Alfa Blaze.Vi a Cece marcharse… No sé por qué, pero cada vez que ella está cerca, mi lobo reacciona de una forma que no puedo controlar.—Es demasiado linda, ¿no te parece? —comentó Lyrren, sin apartar la vista de la puerta por donde Cece había desaparecido hacía unos minutos.—Cece oculta algo, Lyrren. No creo que esconda su olor solo por resentimiento.—Yo le creo. Ese tal Dorian la lastimó demasiado, y no quiere tener nada que ver con las parejas —replicó, encogiéndose de hombros. -Este lobo quien lo entiende primero se molesta porque oculta su olor y ahora esta con que pobrecita hay que entenderla. -Suspire resignado-.—Si es así, nunca sabremos si es nuestra pareja o no.—¿Y eso desde cuándo te ha impedido estar con otras lobas, sabiendo que no son nada tuyo? —preguntó con malicia—. Somos hombres lobo, carnales por naturaleza. Ella debe necesitar… atención.—Por ahora dejemos que las cosas fluyan. Veremos cómo se comporta.Abrí mi
—¿Estás segura de que, si viene a buscarte, no lo ayudarás? —preguntó con voz grave.—¡¿Cómo se te ocurre?! —respondí, la furia encendiendo cada palabra—. Jamás traicionaría a mi manada, y mucho menos por un Alfa estúpido y cobarde que prefirió huir antes que morir por su pueblo.Un gruñido de Grace se escapó de mi pecho, resonando como eco de mis emociones."Oh por Dios… vamos a morir", fue lo primero que pensé cuando sentí la tensión aumentar."¿Por qué tenemos que ser así?" se lamentó Grace, con un dejo de pánico en su voz. "No quiero morir tan joven…", murmuró casi llorando.—De acuerdo —dijo el Alfa, tras una pausa que pareció eterna—. Por el momento voy a confiar en ti, pero a la mínima sospecha, Cece, perderás a tu loba. Y te desterraré al mundo de los humanos… créeme, ese castigo es peor que la muerte.Un escalofrío me recorrió la espalda ante su amenaza, pero me negué a apartar la mirada. Nadie me intimida. Nadie.—A part
—Bien, Cece —dijo Blaze mientras abría un expediente que, por su grosor, supe que era el mío—.Hija del ex Beta Nicko y de Selene. Pronto cumplirás veinte años. Según el registro, te marchaste a los dieciocho y no terminaste la secundaria.—En los dos años que estuve fuera sí logré terminarla —respondí con firmeza—. Tengo mi título y los honores correspondientes. Esperaba que, al regresar, se me diera la oportunidad de incorporarme a la universidad.—¿Tienes algún documento que respalde tu titulación?—Sí, Alfa. Aquí tiene.Le entregué la carpeta con mano segura, aunque por dentro me consumía la ansiedad. No entendía por qué este hombre lograba que mi cuerpo se sintiera como una masa temblorosa.Qué alivio que se te ocurriera traer todos los títulos y certificados de la casa de la abuela, murmuró Grace en mi mente, exhalando un suspiro.Observamos cómo revisaba cada hoja con atención.—Bien, parece que todo está en orden —comentó finalmente—. Veo que también tienes varios certificados
Después de pasar un buen rato dando vueltas en la cama sin poder dormir, decidí que lo mejor era levantarme y hacer algo. El cielo aún estaba sumido en penumbras; faltaba al menos una hora para que amaneciera, pero la ansiedad me devoraba. No podía dejar de pensar en la reunión con el Alfa. Estaba acostumbrada a que me cerraran las puertas cada vez que pedía entrenar, luchar o participar en algo importante… y no quería que volviera a ocurrir.Fui al baño a lavarme la cara y me vestí con unos leggings y un top deportivo negro. Tomé mis tenis en una mano y salí de la casa descalza para no despertar a nadie. Ya afuera, me calcé apresurada y me coloqué los audífonos. Comencé a correr por el centro de la manada, dejando que el ritmo constante de mis pasos intentara calmar mi mente. La primera media hora me mantuve cerca, pero poco a poco me fui internando en el bosque.Fue entonces cuando Grace habló en mi interior, su voz cargada de tensión.—Cece… creo que algo no está bien aquí.Me detu
—¿Por qué Alfa Blaze sigue aquí? —pregunté, obligándome a apartar los pensamientos sobre Dorian. No teníamos tiempo para sentir lástima por nosotras mismas. Había demasiadas cosas en juego.—Dijo que estará un tiempo hasta que todo se estabilice y esta sucursal de la manada pueda funcionar por sí sola —explicó Derek, recostándose en la silla—. Después dejará a cargo a algún Gamma o a un miembro de su Consejo. Su sede central está lejos de aquí, pero viaja constantemente por todo su territorio para asegurarse de que las cosas se mantengan en orden.—¿Y qué pasó contigo, hermano? —pregunté con genuina curiosidad. Por dentro, agradecía que Blaze no lo hubiera castigado o dado la orden de ejecutarlo. Los rumores decían que no se apiadaba de nadie, que arrasaba con todo a su paso, y sin embargo, ahí estaba mi hermano, vivo frente a mí.Derek suspiró hondo, como si quisiera expulsar junto con el aire la tensión acumulada.—Me detuvieron una semana para interrogarme. Querían encontrar a Dori
Al llegar a casa, miré a Derek con furia. "¡Necesito que me cuentes qué pasó aquí! No entiendo nada. Llego y hay un nuevo alfa, ¡mamá está grave desde hace tres meses! Tres meses, Derek, ¡y nadie me había dicho nada!" Le gritaba a mi hermano, alzando la voz, y podía escuchar a Grace gruñir desde el fondo de la habitación."Cálmate, Cece. Sentémonos, te voy a contar todo," me dijo Derek, señalando la mesa con un gesto tranquilo.Me dirigí hacia la mesa, el odio hirviendo en mis venas. "Bueno," comenzó Derek, su tono serio, "el día que te fuiste, todos nos dimos cuenta de que Dorian había encontrado a su compañera, Dasha. Esa misma noche la marcó." Hizo una pausa, y me miró con una expresión que destilaba lástima. "Como si eso importara," soltó Grace, irónica, pero escuchando con atención. Le hice un gesto a Derek para que continuara."Y el alfa, su padre, le cedió su puesto después de solo una semana. La manada, en general, estaba feliz. Todos conocíamos a Dorian, y aunque no era el má
Último capítulo