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Llamada Inesperada

Después de descansar un rato y ayudar a mi abuela en el jardín, llegó la segunda parte del día: mis clases de historia y política.

No eran lecciones impuestas, yo misma había pedido aprender. Quería estar preparada para lo que fuera. Quiero tener voz. Quiero estar en la mesa con los Alfas, los Betas y los líderes de las demás especies. No sé si alguna vez lo lograré ni cómo se abrirá ese camino… pero mi abuela siempre dice que el destino llega cuando tiene que llegar. Que solo hay que estar lista para recibirlo.

Comenzamos con lo más complejo: la historia humana.

Los humanos, a pesar de ser la especie más numerosa, son los más complicados. Sus sistemas políticos varían de región en región, y sus historias están llenas de guerras, traiciones y alianzas temporales. Países enteros se enfrentan por territorio, poder, religión o incluso ego. Nada es simple entre ellos. Ni siquiera en su fe: mientras nosotros creemos en la Diosa, ellos veneran distintos dioses, algunos incluso niegan toda divinidad.

Nosotros, los hombres lobo, somos mucho más simples. Creemos en Nuestra Diosa, quien nos guía desde el nacimiento. Ella elige a nuestra pareja, determina nuestro destino y despierta a nuestro lobo interior. Nuestra sociedad se organiza en manadas, y cada una tiene su propia estructura.

El Alfa es el líder. La Luna, su compañera destinada, guía el hogar de la manada y se encarga de las tareas sociales, la educación y el cuidado comunitario. El Beta, mano derecha del Alfa, lidera las patrullas y entrena a los guerreros. Los Gammas son los comandantes superiores. Los Deltas supervisan las empresas, las finanzas, o directamente ayudan a la administración del Alfa. Y luego están los Omegas, los pilares invisibles que mantienen todo funcionando: cocineros, profesores, doctores, guerreros… el alma de la manada.

Sobre las brujas, poco se sabe. Son pocas, solitarias, dispersas entre especies. Aunque algunas nacen humanas, también hay brujas entre lobos, vampiros y otras razas. Cada una domina un elemento distinto, y muchas viven apartadas o aliadas con algún líder poderoso. Sus dones son inusuales y secretos.

Y luego están los vampiros.

De ellos se sabe aún menos. Sus libros fueron quemados hace siglos, durante la Gran Guerra de las Especies. Su último rey, un ser vinculado mística y mentalmente con todos los vampiros del mundo, murió sin dejar heredero. Desde entonces, viven en las sombras, organizados en clanes pequeños, ocultos entre las ciudades humanas. Se dice que son fríos, crueles, expertos en manipular desde las sombras. Controlan mafias, casinos, tráfico ilegal... Son silenciosos, ricos y peligrosos. Y sin un rey, andan perdidos.

Yo leía todo eso, tratando de imaginar cómo sería vivir en ese otro mundo, cuando la voz de mi abuela me llamó desde el comedor.

—Cece, tu padre está al teléfono.

Corrí a contestar, algo nerviosa. Rara vez llamaba.

—¿Papá? ¿Cómo estás?

Su voz, que normalmente era tranquila y amorosa, sonó tensa. Como si contuviera algo que no sabía cómo decirme.

—Hola, Cece. Tengo que hablar contigo… de algo importante.

—Claro. Dime —traté de sonar calmada, aunque mi pecho ya ardía de anticipación.

—Atacaron la manada —dijo, sin rodeos—. Y tu madre… está gravemente herida. No sabemos si aguantará mucho más.

Sus palabras me atravesaron como cuchillas. Me quedé congelada, pálida, sin aire.

—¿Qué… qué estás diciendo? ¿Hace cuánto pasó esto?

—No quisimos decírtelo antes. Tu madre nos pidió que te diéramos tiempo… que te dejaríamos volver por voluntad propia. Pero ya no puede esperar. Cece… quiero que vengas. Quiero que puedas verla. Que puedas despedirte.

No podía creer lo que oía. Mi madre. La mujer más fuerte que conocía… ¿al borde de la muerte?

—Papá, pero… —comencé, temblando.

—Tengo que irme. Te amo, hija —dijo. Y colgó.

Mi mente se quedó en blanco.

Tenemos que volver.

La voz de Grace en mi mente era firme, pero desesperada. ¿Qué importa Dorian y su estúpida pareja? Mamá está mal. ¿Por qué estaba en la batalla? ¿Qué está pasando?

En nuestra manada, las mujeres no solían luchar en guerras. Algunas se entrenaban por defensa, sí, pero era raro verlas en batalla. ¿Por qué ella…?

Corrí al cuarto de mi abuela. Al abrir la puerta, la encontré de pie junto a la cama, doblando ropa. Pero no era ropa cualquiera. Estaba empacando maletas.

—¿Abuela? ¿Qué estás haciendo?

Ella me miró, con sus ojos serenos pero decididos.

—Tenemos que ir a ver a tu madre. Nos necesita.

Se acercó y me acarició el rostro.

—Emerson no puede acompañarnos. Tiene que cuidar su librería… y esta casa. Mi jardín necesita a alguien que le hable —intentó sonreír, pero la tristeza era evidente.

Corrí a abrazarla. Mis lágrimas finalmente salieron, cayendo sobre su blusa como lluvia cálida.

La había preparado durante dos años para este momento. Pero ahora que estaba frente a mí… me daba miedo volver. Miedo y… un poco de vergüenza.

Había dicho que estaba lista. Había dicho que volvería cuando fuera más fuerte.

Pero ¿de verdad lo estaba?

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