—¿Quién de ustedes es Cece? —preguntó con voz profunda y rasposa, como piedra rozando acero.
Di un paso al frente sin titubear. —Yo.
Sus ojos se entrecerraron apenas, evaluándome con una mirada calculadora. Caminó hacia mí con pasos firmes y medidos. Cada uno de sus movimientos transmitía dominio y control. Era un depredador, pero no uno impulsivo. Era el tipo de lobo que solo atacaba cuando estaba seguro de que ganaría.
Se detuvo frente a mí. Su cercanía provocó que un escalofrío recorriera mi espalda. Sentí su poder envolverme, denso y eléctrico, como una tormenta a punto de estallar.
—No tienes olor —dijo con frialdad.
Tragué saliva. —Tuve mis razones para ocultarlo.
—¿Brujería? —arqueó una ceja, cruzando los brazos.
Asentí. Mentir no tenía sentido. —Fue una decisión que tomé para poder entrenar sin distracciones.
El alfa Blaze no respondió de inmediato. Me sostuvo la mirada con intensidad durante unos largos segundos que se sintieron como siglos. Era como si pudiera ver dentro de