«Me darás cachorros, tantos como puedas. Quiero un sucesor digno; y los parirás como mi Luna, una falsa, claro está.» Prisionera por 13 años, Adalet ha sufrido en un laboratorio, sometida a crueles experimentos y atrapada en la amnesia. Todo cambia cuando el maldito Rey Alfa, Zefor, quema el lugar y la lleva con él, revelando sus oscuros planes: quiere que Adalet le dé tantos cachorros como pueda. ¡Pero ella no es el juguete de un hombre-lobo desquiciado! Con astucia, Adalet finge su muerte y la de los gemelos que lleva en su vientre para escapar de las garras de Zefor. Su huida la lleva a la manada de otro Alfa, quien tiene vínculos con su pasado y la ayuda a reencontrarse con su padre. Con su ayuda, Adalet planea su venganza. Sin embargo, a medida que ella se adentra en su misión, comienzan a surgir secretos que desafían todo lo que creía saber. ¿Logrará cumplir su venganza o descubrirá que el amor puede cambiar su destino?
Leer más>>> Bruce: —Eres un lobo dorado~ —sonrió la mujer a simple vista, humana. Ella se acercó a mí, me reconoció de inmediato—. Soy una médico, y podría ser útil en tu grupo de lobos~ ¡La rechacé! ¡Ella era sospechosa!, ¿de qué me servía una mujer humana con conocimientos médicos inútiles! ¡Los lobos somos fuertes, nos recuperamos rápidamente, no como un débil e inútil humano! Y entonces… En un parpadeo. ¡ELLA ME ATACÓ! —¡AGH! —solté un grito de dolor, no la vi venir, fue demasiado rápida. Mi costado estaba cortado, sentía varias costillas rotas, tenía un agujero y la sangre caía en abundancia. Pof~ Caí de rodillas, el césped bajo de mí, esa tarde de verano, se manchaba de sangre… Estaba mareado, por desmayarme. Ella con una sonrisita traviesa se inclinó y me mostró su mano con un flamante anillo que nunca olvidaré. Un brillo púrpura emergió con uno de los hechizos que pronunció. La mujer no era una humana cualquiera, era una hechicera. No… Ella no era del mundo humano,
>>> Bruce: Recuerdo una tarde gris y lluviosa, el viento soplaba con fuerza, arrastrando hojas de otoño que caían al suelo. Me encontraba en el bosque, rodeado de la naturaleza que siempre había amado. Pero ese día, el paisaje era diferente. El ambiente estaba envuelto de un silencio inquietante, y el aire olía a sangre. Me adentré más en el bosque, mi corazón palpitando con cada paso que daba. Lo que vi al salir de la espesura hacia un pequeño pueblo, me dejó helado. Cuerpos de lobos yacían en el suelo, sus ojos apagados, y la tierra estaba empapada de sangre fresca. Una atroz masacre, un río de sangre. Eran inocentes, aquellos que habían sido utilizados para el supuesto beneficio de Garra Dorada. No eran lobos de nuestra manada, no, pero… Eran inocentes que murieron por órdenes del Beta, que tenía más influencia en la manada que el mismo Alfa. En ese momento, supe que no podía seguir siendo parte de eso. Me cansé de servir a un Alfa que la diosa lo tenía estéril, algo
—Están tan cansados —dijo Luna Adalet, mirando a Alaric, que dormía plácidamente en su regazo. —Sí, es hora de llevarlos a descansar —respondió Zefor, con una sonrisa mientras acariciaba la cabeza de Draven. Con cuidado, Zefor llevó a Draven hacia la habitación anexa, donde había una cama matrimonial. Luna Adalet lo siguió, llevando a Alaric en sus brazos. Una vez que los niños estaban seguros y cómodos en la cama, Zefor se inclinó sobre ellos, dándoles un beso suave en la frente. Adalet se sintió llena de amor al ver a su esposo tan cariñoso con sus hijos. Una escena que jamás pensó observar en su vida. Pensando si estaba exagerando demasiado, y un cachorro más no sería un mal cambio a su vida. Después de asegurarse de que ambos estuvieran bien cubiertos, Zefor y ella salieron de la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de ellos. Clack~ Al regresar a la sala de la cabaña, la atmósfera había cambiado. Bruce estaba esperando en el sofá, su expresión aún gr
La intensidad de la mirada dorada de ese Rey Alfa, la mantenía cautiva, Luna Adalet sintió que su corazón latía con fuerza. —Supongo que… —susurró la hembra, tragando saliva con inquietud—. Haremos como dices… Pero… Debes devolverme mi anillo. —¿El anillo?, no. No te lo daré —dejó claro él—. Ya te lo dije antes, el único que usarás es el de bodas. —¿Eh?, pero… Zefor se acercó más, buscando desconcentrarla a propósito, sus labios encontrándose con los de ella en un beso que comenzó suave, pero rápidamente se tornó más intenso. Él la atrajo hacia sí, sus manos firmes en su cintura, la hembra sintiendo un escalofríos que la recorría que pies a cabeza, y al mismo tiempo, despertaba una oleada ardiente en su pecho. —Mmm~ —soltó ella un gemido ahogado, sus manos ligeramente temblorosa, aferrándose a ese Alfa. La fuerza de su abrazo era reconfortante, pero también desbordante de deseo, y ella se perdió en esa mezcla de emociones. El beso poco a poco se volvió más profundo. Zefor n
La presencia de ese macho Alfa siempre era imponente, pero en ese instante, había una preocupación genuina reflejada en su rostro y en esos cautivantes ojos dorados. —Luna… —comenzó a ha hablar ese hombre lobo, pero ella lo interrumpió. —¡Eres un maldito egoísta! —dijo tratando de no levantar demasiado la voz, como para ser escuchada por los gemelos, ella se giró para enfrentarlo. Su voz temblaba con ira contenida—. ¿Por qué tomas decisiones tan rápidas? ¿Por qué solo piensas en ti y en lo que quieres? ¿No te importa cómo me siento yo? Zefor se quedó en silencio, su expresión seria y calmada. Él se apoyó contra la pared, cruzando los brazos. —Lo hago para que no tengas elección. No quiero que dudes en tener a mi cachorro. Estoy aquí para cuidarte, para protegerlos —respondió ese Alfa con confianza, su voz profunda resonando en la habitación—. Quiero que sepas que no te dejaré sola, no será como antes, ya no. Luna Adalet comenzó a caminar de un lado a otro, sus manos enredadas
Una cabaña de madera y piedra, se alzaba en las cercanías del prado esa noche, bajo una tormenta feroz que caía en el territorio de Garra Dorada. Sin embargo, en el interior, el ambiente era cálido y acogedor. La fogata ardía, y sus llamas proyectaban sombras en las paredes de madera. Mientras que los gemelos, Draven y Alaric, exploraban cada rincón de la cabaña, llenos de emoción e inocencia. —¡Mira lo que encontré, papito! —gritó Draven, sosteniendo una pequeña piedra brillante que había encontrado en el suelo—. ¡Es un tesoro! —el niño la acercó a su nariz, curioso, olfateándola. Alaric, más observador, se acercó con su mirada curiosa. —Eso no es un tesoro, Draven. Es solo una piedra —dijo el otro gemelito, aunque su tono no tenía desdén, sino más bien una mezcla de fascinación por la imaginación de su hermano. Zefor sonrió mientras observaba a sus pequeños. En ese momento, Luna Adalet se giró hacia él, su expresión llena de curiosidad. —Nos hemos refugiado aquí, pero… Los n
Último capítulo