¿Por qué? Era la pregunta que me hacía cada día desde aquella noche en la que lo perdí todo. La noche en que mi compañero me mandó a encerrar en una fría celda mientras él celebraba su unión con alguien más. A la vez que él marcaba a otra, yo sufría el dolor de su traición sola, con la vida de nuestro hijo escapándose entre mis piernas en aquel color carmesí. Pero mi destino no llegaría hasta ahí. Fui vendida como simple mercancía sin valor, comprada por el palacio para servir, y fue allí donde supe el cruel juego del destino. Frente a mí estaba el futuro Rey Alfa, mi segunda oportunidad, pero como era una simple Omega, fui rechazada y vendida una vez más. Así fue como terminé aquí, con las cadenas que me atan al más cruel y oscuro Alfa de toda la historia, considerado un demonio en vida, un hombre frío y sin sentimientos que me odia con cada fibra de su ser, pero no está dispuesto a dejarme ir. Yo soy su obsesión oscura, su instrumento para romper su maldición, pero ¿qué pasará una vez que logre romperlo? ¿Me liberará de sus cadenas?
Leer másEZRA La daga daba vueltas y vueltas en mi mano, disfrutando del miedo que reflejaban todos los rostros frente a mí. El Alfa era el mejor de todos; su miedo era tanto que hasta se había orinado en los pantalones. —Alfa, los asesinos. Más de seis cuerpos fueron lanzados frente a mí, hombres contratados por el Alfa presente para asesinarme. Creo que debería darle méritos por al menos haber intentado ocultarlos "bien" para darme una emboscada. —Alfa Ezra… —¿En qué momento se te permitió abrir la boca? Todos volvieron a temblar, aún más cuando me levanté hasta quedar frente a la Luna. Trataba de mantener esa fachada tranquila por fuera, pero por dentro… —¿Por cuántas sesiones de tortura has pasado ya? —Se lo juro, Alfa, yo… ¡AHHHH! Amaba el dulce sonido de los gritos de mis víctimas; ver su sangre e incluso saborearla era satisfactorio. Otro corte en su cara se formaba; supongo que ya no estará tan orgullosa de mostrar cicatrices. —Tenemos mucho en este juego y puedo continuar
CRYSTALLo sabía, nada de esto podía ser tan bueno; él solo me quiere utilizar. Casi podría reírme de mi propia situación.Kaden me utilizó para hacerse más fuerte en un principio; Eder me quiere utilizar para sus propios planes ahora que sabe que tengo un poder del que ni yo misma tengo control, y Ezra… bueno, al menos él pretende matarme y no utilizarme.Creo que debo estar pagando algo porque mi vida es una mierd4 desde que recuerdo.—Váyanse, me quedaré a solas con ella.Escuché la puerta cerrarse. Todo mi cuerpo comenzó a temblar, estando tan expuesta a un desconocido, porque eso es lo que realmente es.¿Aún es tarde para aceptar su rechazo? No lo sé, pero lo voy a intentar, aún con la mordaza.—No— tapó mis labios con su mano rasposa; la otra comenzó a recorrer mis piernas, adentrándose más entre ellas.Grité mentalmente cuando sus asquerosos dedos me tocaron, entrando en mi interior sin nada de tacto, obligándome a someterme a él.—Te sientes tan bien, más de lo que pensé, Crys
CRYSTALLos ojos de Eder se oscurecieron, sus garras se clavaron en el asiento aterciopelado y un gruñido amenazante salió de su garganta, exponiendo nuestros cuellos.Estaba claro que esa noticia no le había gustado; ahora solo falta saber si la tomará en mi contra por esto, aun sin yo ser la culpable.—¡Maldición!, ¿puedes hacer algo?—Puedo cubrirlo; será temporal, al menos hasta que lleguemos a la manada de mis hermanas.—Hazlo, no me voy a arriesgar a que venga por ella. No la va a tener de nuevo; sobre mi cadáver eso pasará.Le dio una orden al cochero para avanzar, dejándome con un presentimiento extraño en el pecho. Sea lo que sea, debo mantenerme alerta porque es más que obvio que él está tomando las decisiones sin siquiera consultarme.Es extraño que ni siquiera me haya preguntado por lo que pude haber pasado allá.Aparté la mirada de él, ahora mirando mis manos que aquella mujer sostenía, recitando muchas cosas con sus labios.Podía verlos moverse, aunque no saliera ni un s
CRYSTAL El ambiente opresor de esta casa no me gustaba; hay un olor en el aire, una mezcla de sangre y algo más que aún no logro definir. Paso una rápida mirada a mi alrededor: muebles bien limpios, la alfombra sin nada de polvo, cada cuadro perfectamente colocado en su lugar. Parece que se encargan de mantener todo a la perfección, tal como a esa mujer al frente le gusta. Camina con elegancia, diciendo claramente que ella es la ama y señora de todo esto. Muy tarde me he dado cuenta de que he caído en malas manos. —Entra— me dice, abriendo una puerta. A simple vista no parece nada extraño, pero una vez que entro, la piel se me pone de gallina con todo lo que veo. Dos hombres están acostados sobre la mesa, siendo torturados con toda clase de cosas; sus gritos quedan ahogados en la mordaza que cubre su boca. Al fondo, algunas mujeres son obligadas a limpiar la sangre. Sus cuerpos tiemblan mientras sus ojos parecen estar desprovistos de cualquier emoción. Seguimos de largo a otra
CRYSTAL Me levanté, obligando a mi propio cuerpo a moverse. El dolor nublaba mi vista, la plata hacía estragos en mi interior, pero no podía dejar que me atraparan; aún no estaba lista para morir. Corrí hacia la línea de los árboles mientras mis ojos se cerraban. Thea se estaba preparando, a pesar del dolor, para emerger y salir. No habíamos cambiado en un buen tiempo; para ser más exactos, desde la primera noche de transformación. Caí de rodillas entre las raíces, dándole el control a Thea. El sonido de mis huesos rompiéndose llenó el aire, y mis quejidos de dolor se sumaron a ellos. En un par de minutos, preciosos minutos que no tenía, salió mi pequeña loba blanca. Sus ojos azul celeste, como los míos, miran al frente; sus patas se tambalean en la tierra, tratando de mantener el equilibrio. «Duele, Crystal, aún puedo sentir la plata en mi sistema». «Perdón, perdón por la mala suerte de haberte tocado alguien como yo». —Tres minutos, perra, ya vamos por ti. Thea se adentró h
CRYSTALCinco días llevo aquí sin poder caminar más allá de lo que estas cuatro paredes me permiten. No sé si es porque casi no he comido por falta de apetito que me siento tan débil o por algo más.Me miro en el espejo para ver el cansancio en los ojos y los labios pálidos y resecos.Lleno la taza de agua y salgo, dirigiéndome hacia la ventana donde descansa la vasija en la que sembré mi semilla.—Mira, te traje algo de agua para que salgas fuerte y bonita— la vierto en ella y luego la acomodo en un buen ángulo que le pueda pegar el sol.Y eso es todo lo que hago por ahora: sentarme a mirar la vasija por horas, esperando a que la plantita salga frente a mis ojos.Suspiro resignada a esto, a esta vida que solo me ha traído más sufrimiento que otra cosa. Pensé que al salir de la manada de mi compañero sería libre, pero ahora me doy cuenta de que estoy lejos de serlo.El seguro de la puerta suena anunciando la llegada de Leonor; no volteo a verla, sé que trae el desayuno del día para lu
EZRA Tomé un mechón de su cabello rojo, algo muy inusual para ser una Astra; debería ser blanco o incluso azul, como el de sus ojos, pero no rojo. Lo escondí detrás de su oreja, aprovechando esa oportunidad para acariciar su piel, deslizando mis dedos lentamente por su mejilla hasta llegar a su cuello. La marca de su excompañero aún no desaparece por completo, pero pronto lo hará. Bajé mi nariz hasta ese punto, aspirando su aroma, sintiendo cómo su cuerpo se tensa y tiembla. Yo, por otro lado, decido perderme en su olor, uno que despierta muchas cosas en mí; algo salvaje y primitivo que aún no reconozco. Bajo mis manos a su cintura, atrayéndola a mi cuerpo, permitiéndome sentir su calor antes de que entre en razón y la vuelva a encerrar. No puedo dejar que ella arruine mi vida y mis planes. No justo ahora. Gruño frustrado contra su cuello, despertando por fin de aquel momento. Esto no puede volver a pasar. Sin decir palabra, salgo con ella de allí; ignoro sus forcejeos
EZRA Puedo sentirla, cada pequeña cosa que hace, cada paso que da hacia una verdad que desea buscar a toda costa. Esa lobita rebelde, de alguna manera, tiene mi mundo de cabeza desde que llegó aquí. Se ha apoderado de cada pensamiento, de cada espacio que consideraba mío; es como una sombra que me sigue a todas partes, por más que trate de mantenerla prisionera en su habitación. La odio, realmente lo hago, pero hay algo que me impide lastimarla o hacerle todo el daño que realmente debería estar haciéndole. Golpeo la pared frustrado, haciendo por fin callar a la mujer a mi espalda que no deja de llorar y lamentarse porque me niego a tocarla. Está en su celo, la única concubina que supuestamente ha logrado llevar a mi cachorro, y ahora me cuestiono si eso es verdad. Nada ha podido romper la maldición hasta ahora y posiblemente nada lo hará. —Alfa… —Serás llevada a la manada, se te asignará una casa para ti sola, pero ten en cuenta que cada paso que des será vigilado, y a la mayor
CRYSTALA pesar de todas mis protestas, cortó su muñeca, obligándome a abrir la boca para recibir una vez más su sangre.La única diferencia ahora es que parecía tener un sabor diferente, o tal vez siempre ha sido así.Sentí en el momento exacto en el que mi brazo comenzó a sanar; la herida ardía, pero era tolerable a medida que la carne se cerraba.Me quedé quieta en todo momento, mirando sus ojos, así como él lo hacía. Había algo en ellos, un mar embravecido capaz de desatar una tormenta.Retiró su muñeca de mis labios; sus ojos descendieron una vez más a mi pecho, que por suerte está cubierto. Esta vez no rasgó todo como las otras veces.Sabía lo que haría; siempre lo hace, y aún me pregunto por qué.Rozó sus dedos en mi corazón, y como si eso hubiese bastado, aquellos símbolos se iluminaron. No los entendía, pero estoy segura de que él sí. —¿Sabes qué dicen?Silencio. Su mirada seguía clavada en mi piel mientras su toque tallaba cada línea blanca.—Dicen lo que eres.—¿Y qué soy?