365 Días Para Conquistar A La Mujer De Mi Enemigo

365 Días Para Conquistar A La Mujer De Mi EnemigoES

Romance
Última actualización: 2025-06-25
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Resumen
Índice

Austin Maximiliano Costelo y Celine Giuffre, hijos de mafiosos rivales en Nueva York, se enamoran cuando son adolescentes y hacen un pacto para huir juntos. Sin embargo, en la noche en que se iban a encontrar, un grupo de sicarios mata a los padres de Celine, y Austin sufre un accidente que le hace perder la memoria.Celine, devastada, se casa con Demetrio Gambino, meses después, un mafioso italiano que se enamora a primera vista quien dice la va a proteger y la ayuda a tomar venganza, ella queda embarazada de Austin, pero él no lo sabe. Demetrio acepta al niño como suyo y le pone su apellido. Años después, Austin se convierte en un exitoso CEO y mafioso en Chicago. Regresa a Nueva York, se vuelve a enamorar de ella a primera vista sabiendo que es la mujer de su socio que resulta ser su enemigo, descubre que Celine está casada con Demetrio y tiene un hijo, pero eso no le importa porque se da cuenta de lo infeliz que ella es, no es hasta que recupera la memoria que decide recuperar a Celine en 365 días, desenterrando secretos del pasado y enfrentando sus sentimientos.La historia se desarrolla en un juego de poder, amor y venganza, mientras Austin intenta reconquistar a Celine, quien debe decidir entre su pasado con él y su vida actual con Demetrio.

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Capítulo 1

Un sueño de verano

—Austin ¿Qué tal si vamos a la sala de videojuegos? — le propone José su mejor amigo— Hoy es el último día de clases mi hermano del alma.

—Estas loco, la última vez el señor Tiziano me rompió el palo de escoba por estar apostando en la maquinita de monedas. Me echó y amenazó con decirles a mis abuelos.

—Eso es porque estás salado. ¿Ahora qué querías comprarle a tu novia?

—Vi una blusita muy linda. A Celine le va a encantar.

—Pero solo pídele dinero a tus papás. O a tus abuelos.

—Solo quería ganarlo por mi cuenta.

El timbre del último día de clases sonó como un suspiro de libertad.

Austin Maximiliano Costelo cerró su casillero con un golpe seco y se giró con una sonrisa torcida. Sus ojos, verdes oscuros como la esmeralda recién pulida, buscaron entre la multitud a una sola persona. Y allí estaba ella: Celine Giuffre, con su falda escolar ondeando con el viento, los labios apretados y el corazón latiéndole como tambor bajo la blusa blanca del uniforme.

—¡Ey! —grita Austin, caminando hacia ella entre empujones de estudiantes que lanzaban cuadernos y hojas en todo el pasillo. Cuando la tuvo enfrente, la tomó por la cintura y la giró con fuerza. Ella soltó una risa nerviosa.

—No estamos solos, Austin. ¿Qué crees que haces?

—Como si me importara —le responde Austin, arrastrándola con cuidado a un aula vacía. Cerró la puerta tras ellos, dejando fuera el bullicio del pasillo.

Frente a frente, los dos se miraron unos segundos, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos.

Austin le acarició el rostro con ternura, apartándole un mechón de cabello de la mejilla.

—No sabes cuánto te he esperado hoy —susurra, con una sonrisa que solo le pertenece a ella.

Se inclinó y rozó sus labios en su mejilla, despacio, deseoso y muy duro allí abajo, tanto que le dolía. Luego cayó a su cuello, depositando pequeños besos que la hicieron estremecer. Ella deja caer su mochila y él hace lo mismo.

Con movimientos suaves, deslizó sus manos por su cintura, abrazándola como si quisiera grabarse su forma para siempre.

La miró a los ojos, pidiéndole permiso sin palabras, antes de acariciar sus pechos con una delicadeza infinita, haciéndola sonreír con timidez.

—Austin...aquí no. Alguien puede entrar.

Sus dedos temblaban un poco cuando, lentamente, se atrevió a levantar la falda de ella, solo unos centímetros, lo justo para acariciar su piel y su pierna.

—Estás muy mojada aquí. ¿Tanto me quieres?

—Austin, saca la mano.

—Me he portado muy bien este año —le susurra en el oído, con su voz temblando de emoción—. Dijiste que me darías un regalito...

Ella, con las mejillas ardiendo y el corazón a punto de explotar, avanzando con una sonrisa tímida.

—Pero no aquí...quiero estar contigo y entregarte mi primera vez. Dices que me amas y que me sacarás de mi casa, que nos iremos lejos.

—Sólo si estás segura, amor —le dice Austin, con su frente apoyada contra la de ella—Nunca te dejaría atrás.

Ella, mordiéndose el labio, le acaricia la mejilla con la yema de los dedos.

—Contigo… siempre. A dónde mar.

Y entonces, sus labios se encontraron en un beso dulce, profundo, lleno de promesas y sueños, como si en ese instante no existiera nada más en el mundo.

—Eso me gusta.

Ella lo mira con una mezcla de ternura y miedo.

—Hoy es nuestro último día como estudiantes. Podemos decir que somos universitarios. Después de esto, todo cambia.

—No para nosotros, princesa. Para nosotros empieza. ¡Voy a cumplir 18 años en un mes!

—Si, eso es injusto yo apenas cumpliré 17. Podrás ir a las discotecas y los clubes.

—Pero eres más inteligente que yo. Yo me retrasé un año. Y tuve que repetir.

—Repetiste el año por estar en coro. No por ser menos inteligente.

—Buscaré la forma de colarte. ¿Qué harás ahora que terminan las clases? Me gustaría que me dieras mi regalo de cumpleaños hoy. Me he portado bien.

Celine dudó un segundo, pero luego asintió. Le agarró la mano y lo guió hacia la salida no sin antes arreglarse la ropa y el cabello. Tomaron sus mochilas y se tomaron de las manos.

—Mis padres no están. Se temprano fueron a hacer un negocio y tal vez lleguen mañana. Podemos ir a mi casa. Solo un rato.

Austin no lo pensó dos veces.

—Vamos.

La casa de los Giuffre estaba en un silencio casi sagrado. Las cortinas cerradas dejaban entrar apenas unos hilos pálidos de luz, y en el aire flotaba el dulce perfume de los jazmines del jardín.

—Bienvenido ¿te ofresco algo de tomar?

Le dice ella al entrar y soltar la mochila en el sofá.

—No...estoy bien.

—Ven conmigo.

Celine subió primero, con sus pasos ligeros apenas hacían crujir la madera vieja de la escalera. Austin la seguía, con las manos sudorosas dentro de los bolsillos de su chaqueta escolar. Cuando entraron a su habitación, ella cerró la puerta con un suave clic, dejando el mundo entero afuera.

—Es la primera vez que entró al dormitorio de una chica —dijo Austin en voz baja, con una sonrisa nerviosa.

Celine se giró hacia él, con sus mejillas sonrojadas y sus manos torpes jugueteando con el dobladillo de su suéter.

—Y eres el único al que dejaré entrar —murmura, desviando la mirada hacia el piso—. Aunque mis padres odien que estemos juntos... no me importa.

Austin se acerca al espacio y la abraza para perder el nerviosismo. Ese sería el día en que perderían la virginidad.

—Vivo con mis abuelos desde que tengo memoria. Y no le importa si eres o no mi novia—Le rozó la mejilla con la yema de los dedos—. Son mis padres los que están metidos en todo eso de la mafia. Yo no... yo quiero algo diferente. Quiero algo contigo, Celine. Algo real. Por eso también te quiero llevar lejos de todo esto.

Ella cerró los ojos un segundo al sentir el roce de su piel. Su respiración temblaba.

—Yo también quiero eso —susurra.

Sus palabras flotaron entre ellos antes de que se atrevieran a romper la distancia. Austin se inclina y la besa, primero con timidez, como quien prueba un manjar prohibido. Celine responde, con sus labios moviéndose torpes pero ansiosos contra los suyos. El beso se fue profundizando, creciendo en intensidad. Se abrazaron, temblando, mientras sus corazones palpitaban tan fuerte que podían oírlo en sus oídos.

Austin acarició su cabello, bajando lentamente hasta su cintura. Celine lo abrazó con fuerza, aferrándose a él como si fuera su único refugio.

— ¿Estás seguro? —jadea Austin contra sus labios, con la frente apoyada en la de ella—Puedo esperar a que nos casemos. Y seas mayor de edad. Podemos hacer lo de siempre, un oral.

—Sí... estoy segura—asiente Celine, con su voz quebrándose—. Contigo quiero todo. Además ya te había dicho que el amigo de papá no es su amigo de verdad porque se me ha insinuado. Mi mamá no me cree. Prefiero entregarme a ti. No quiero que él vaya a tomar lo que considera tuyo.

Se miraron a los ojos, temblorosos, sin saber bien qué hacer pero sabiendo que no querían detenerse.

—Ese imbécil. Si te toca lo mato.

Austin la besó de nuevo, más lento esta vez, mientras sus manos le acariciaban los brazos, los hombros, como pidiendo permiso a cada centímetro de piel. Celine temblaba bajo su toque, pero no de miedo. Era deseo... era amor.

Se sentaron en el borde de la cama. Austin le quitó el suéter, sus dedos temblaban tanto como los de ella. Cuando la blusa escolar cayó al suelo, la mirada de Austin recorrió su cuerpo con reverencia, como si estuviera viendo algo sagrado.

—Eres hermosa, me encantas —susurra, ya Celine se le llenaron los ojos de lágrimas.

Ella le quita la chaqueta escolar con torpeza. Luego la camiseta. Austin no era el más musculoso, pero sus hombros anchos y su espalda firme le parecieron perfectos.

Se acostaron despacio en la cama, con el corazón desbocado. Austin besó su cuello, sus hombros, cada suspiro de Celine le decía que estaba bien, que podía seguir. Sus cuerpos se buscaron entre suspiros y caricias nerviosas. El le hizo un oral y dejó que llegara al clímax primero. Al apartarse podía saborear su humedad.

—Lo siento ahora.

-Si.

Cuando al fin se unieron, Celine presionó los ojos por el dolor, pero Austin se detuvo enseguida.

— ¿Te hice daño? —pregunta en pánico, con su voz rota.

Estaba aguantando el impulso de clavarse en una estocada. La siente tan deliciosa que le cuesta mantener la cordura.

Ella nego con la cabeza, abrazándolo más fuerte. la dolia

—No... está bien. Solo... no te detengas. Se me pasará —susurra contra su cuello.

—Avísame si quieres que pare. Me detendré—promete él, besándola suavemente.

Se movió despacio, con cuidado, sus cuerpos adaptándose el uno al otro, aprendiendo juntos, compartiendo esa primera vez como un secreto solo suyo. Las respiraciones se mezclaban, cortas, entrecortadas, sus nombres saliendo en susurros.

La habitación olía a amor joven, a promesas hechas en silencio.

—Agrhh...Dios, esto es genial—susurra al venirse dentro de ella.

Cuando terminaron, Austin la abrazó fuerte contra su pecho.

—Eres mi mundo, Celine Giuffre. —le susurra al oído—. Mi mundo entero.

Ella sonríe, acurrucándose en su pecho, sintiendo su corazón latir contra su mejilla.

—Y tú eres el mío, Austin Costelo —responde—. Para siempre.

Se quedaron así, abrazados, sintiendo que el tiempo, por un breve momento, se había detenido para ellos.

Pero en algún lugar fuera de esas paredes, el destino ya empezaba a moverse en su contra. La felicidad no es dura. La puerta se abrió de golpe.

—¡Celine, ya llegamos!

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