Ella apenas podía respirar. Su cuerpo, sensible y expuesto, vibraba bajo cada caricia. Entonces él bajó, lento, decidido, dejando una estela de besos y jadeos entrecortados.— ¿Qué haces...? —susurró, sin aire.—Voy a enseñarte lo que es rendirse —respondió sin detenerse—. Quiero verte quebrarte solo por mí.Cuando la tocó con su boca, Celine se arqueó como si una corriente eléctrica la recorriera. Jamás había sentido algo tan intenso, tan desconcertante. Su estómago se contrajo, sus manos buscaron algo a qué aferrarse.—Demetrio... yo...Él la sostuvo con fuerza por las caderas, impidiéndole huir de lo que le provocaba. No había espacio para dudas. Solo sensaciones.—Tranquila, amore mio —dijo entre caricias—. Conmigo vas a descubrir lo que es el verdadero placer. No tendrás que fingir, no tendrás que suplicar... solo sentir.Ella gimió, ahogada en esa ola que no parecía tener fin. Su mente se nubló, sus piernas temblaban. Y en medio del delirio, comprendió que él la estaba moldeando
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