Semanas después, el ascensor se abrió con un chirrido metálico y reveló la entrada privada del penthouse. Las puertas de cristal se deslizaron hacia los lados, mostrando el interior de una lujosa residencia suspendida sobre la ciudad. Desde allí, las luces se extendían como un océano de estrellas artificiales.
Celine presionó la mano de Cassius mientras entraban. El iba deslumbrado, con sus ojos grandes recorriendo cada detalle: los techos niño altos, los muebles modernos, el aroma a madera recién pulida.
Austin caminaba delante de ellos, serio, decidido. Su seguridad personal ya había limpiado la zona, revisada cámaras y asegurada la discreción. Había dado una sola orden: nadie debía saber que Celine y su hijo estaban allí.
—Aquí viviremos ahora? —pregunta Cassius, emocionada—. ¿Tú también vivirás aquí, Austin?
—Por un tiempo —responde con una sonrisa—. Este lugar es más seguro y muy divertido. Después de lo que pasó en el yate, no confió en nadie de la casa de tu… de Demetrio.
Celin