Adalet Williams ha sufrido la injusticia en carne propia, siendo abandonada por el hombre que juro amarla, y sentenciada debido a una cruel calumnia, ha regresado para vengarse de todos aquellos que le han hecho tanto daño. Bastián Myers, un prominente abogado de buena familia y un don juan por excelencia, esta dispuesto a cumplir lo que le han impuesto como deber familiar. Los caminos de ambos, sin embargo, terminarán por encontrarse en el sendero de una venganza y medias verdades, que herirán sus sentimientos y los harán cuestionarse ¿Qué es el amor verdadero? Adalet, siendo una justiciera implacable, deberá elegir entre los dos caminos que tiene por delante, y Bastián aprenderá que el amor no es un juego y que puede ser tan hermoso como destructivo. ¿Podrán dos personas heridas y tan distintas probar el cielo? ¿O será el infierno de la venganza lo que los arrastre a un sufrimiento perpetuo? A veces el amor, no lo es todo para sanar a aquellos que parecen estar permanentemente rotos.
Leer más—Me voy, y no me importa decir la verdad, esa mujer es mucho más hermosa de lo que tu lo eres, es toda una belleza, además, de buena familia, en cambio tú, ciertamente, has perdido tu belleza, te has vuelto aburrida — decía el hombre mientras colocaba el resto de su ropa en aquella maleta negra. Dispuesto a abandonar para siempre a aquella mujer a la que le había prometido un día su vida entera, la miro de soslayo con un deje de burla notando el aspecto desalineado y las lagrimas que le resbalaban por el rostro a su ahora ex esposa.
La mujer miraba a aquel hombre que le había prometido ante Dios estar con ella el resto de sus días, ser su compañero de vida y quien la haría feliz el resto de ella. Sentía su corazón romperse en mil pedazos. Al comienzo, habría querido creer que él no la había traicionado, sin embargo, al verlo tomar aquella maleta ya dispuesto a marcharse, corrió para aferrarse a su brazo y no dejarle ir.
—No te vayas, por favor, tu me prometiste que estaríamos juntos para siempre, que me amarías toda tu vida, ¿Dime porque cambiaste? ¿Por qué me estas dejando por otra? — cuestionaba la pobre mujer sin lograr entender porque razón era que aquello estaba pasando.
Tomándola de la muñeca, el hombre empujo a la mujer lejos de el y luego se burló.
—¿Por qué? ¿En serio me estas preguntando eso? ¡Solo mírate! Subiste de peso, ya no te arreglas como antes, tu cabello luce opaco, sin vida, y tus piernas ahora son demasiado gordas, ¡Te has vuelto realmente horrible! Y yo soy demasiado rico y apuesto para estar con alguien como tú, necesito una mujer a mi altura, ahora entiendo, mi padre tenia razón, no debí casarme con una pobretona como tú, mi nueva mujer es fina, demasiado hermosa, y la hija de una familia con mucho dinero, tu…tu eres simplemente patética, ¡Mírate! Estas allí llorando como una estúpida, me das asco — respondió con crueldad el hombre logrando así terminar de romper el corazón de ella quien sentía que aquellas lagrimas le brotaban desde lo más profundo de su ser mismo.
—¡Enzo! ¡no te vayas! — grito al verlo marcharse por aquella puerta de la casa que una vez fue su dulce hogar.
—Adiós Adalet, no volveremos a vernos — se despidió Enzo Stone dando una ultima mirada de desprecio a su ex esposa mientras arrojaba al suelo los papeles del divorcio.
Se escucho el azotón de aquella puerta, y luego, solo el llanto ahogado rompía el silencio que ahora reinaba en esa casa. Adalet se arrastró como pudo hasta donde aquellos papeles habían quedado regados, eran los papeles de divorcio. Por supuesto, no había hecho falta su firma allí para hacerlo efectivo, después de todo, los Stone eran personas con poder, millonarios; podían comprar hasta la risa de cualquiera, y un juez corrupto había sido participe de aquello.
Sus sollozos inundaron aquella casa que ahora le parecía demasiado grande y solitaria. Sus lagrimas empapaban los papeles que decían que ya no era ni seria nunca mas la señora Stone, y sacando de su bata de dormir aquel objeto, lo miro sintiéndose aun más sumida en la desesperación. Era por esa razón que ella había subido de peso, que sus piernas “gordas” se habían hinchado y que lucia mas agotada y ojerosa de lo normal, sin embargo, tan solo eso había bastado para que Enzo dejara de amarla aun a pesar de las promesas que no había dudado ni un segundo en romper.
Dos líneas se dibujaban en aquel test de embarazo, ni siquiera había tenido la oportunidad de decirle a Enzo que estaban ya esperando a su primer hijo. ¿Qué iba a hacer ahora? Durante dos maravillosos años había sido la esposa perfecta, la más feliz y orgullosa…ahora mismo se hallaba sumida en la desesperación.
Se había conocido en la universidad y tan rápido como podría haber sido, ella y Enzo se habían enamorado. El padre de su ahora ex esposo, por supuesto, se había opuesto a su matrimonio, ya que ella no era una mujer de “buena cuna” y era tan solo una simple becaria con grandes sueños y aspiraciones. Aun así, Enzo se opuso a su padre y se casó con ella, haciendo promesas que ahora yacían rotas en el suelo.
Poniéndose de pie, Adalet dejo que sus lagrimas nuevamente le empaparan el rostro. Estaba sola, completamente sola. No había padres en quien pudiera apoyarse o hermanos que le brindaran consuelo, solo eran ella y su hijo o hija por nacer. Subiendo a la habitación, se tumbo sobre la cama esperando morir esa noche, esperando que Dios se apiadara de ella y sintiera el beso de la muerte, quizás, aquello seria lo mejor.
—¡Abran la puerta! —
Sin embargo, Adelet no había tenido oportunidad de sentir su dolor o su miseria, cuando aquellos golpes en la puerta de su hogar rompieron el silencio de la noche. Escuchando aquel estruendo, como si la entrada a su casa hubiese sido destruida, se incorporo alarmada rápidamente, aunque no había tenido ni siquiera oportunidad de reaccionar, cuando en aquella alcoba se veía rodeada de hombre uniformados.
—¿Qué esta ocurriendo? — chilló alarmada cuando aquellos policías la tomaron con violencia de los brazos para someterla sobre el suelo y esposarla, haciéndole daño.
Aplausos se escucharon en la habitación, y haciendo un enrome esfuerzo para ver de quien se trataba, Adalet pudo ver la figura de su ahora ex suegro mirándola con una sonrisa triunfal en su rostro.
—Esto es simplemente hermoso, verte sometida y humillada en suelo, el lugar en donde deberías haber estado siempre — dijo el cruel hombre que la miraba con desprecio.
—Adalet Jones, tiene derecho a guardar silencio, si no cuenta con un abogado… — decía el policía que la forzaba a levantarse y caminar esposada hacia la salida de la que había sido su casa.
—¿Pero por qué? ¡yo no he hecho nada malo! — decía Adalet llorando de desesperación sin comprender lo que estaba ocurriendo mientras miraba a su ex suegro burlándose de ella.
—¿Por qué? ¿En serio lo preguntas? Tu te casaste con mi hijo aun a pesar de ser solo una escoria de baja clase, lo alejaste de mi y lo forzaste a faltar a sus deberes familiares, ahora que el finalmente ha abierto los ojos, no permitiré que seas un estorbo de ningún tipo, así que, pasaras el resto de tu miserable vida encerrada en prisión donde espero que termines pudriéndote como la basura que eres, estas acusada de robo agravado y de asesinato en primer grado, con ese historial, no saldrás de la cárcel jamás, y yo me encargare de ello — respondió aquel hombre con crueldad mirando como se llevaban a la mujer a la que por años desprecio tanto.
Adalet abrió los ojos con horror mientras era arrastrada y golpeada hasta aquella patrulla policial a la que era llevada injustamente. Ella no había hecho nada así jamás, ni siquiera era capaz de matar a una mosca, sin embargo, al ver la sonrisa de su ex suegro, comprendió que este había usado su poder e influencia para lograr aquello, y llenándose de odio y de rabia ante aquella cruel injusticia, miro una ultima vez a ese maldito hombre.
—Te hare pagar Stone, lo juro ¡Te hare pagar por esto! —
Y con aquel grito, Adalet, humillada, derrotada y herida, juro vengarse de aquella familia que sin razón le había hecho tanto daño.
El sol brillaba en lo alto aquel hermoso día de primavera. Las flores blancas dejaban sentir sus delicadas fragancias en aquel hermoso jardín cuyos arboles y preciosos rosales, eran bañados por cálidos rayos de luz.Un año y medio había pasado, un año de difíciles luchas en donde la aceptación había marcado una diferencia. Todos aquellos tormentos del pasado habían quedado atrás, y aun cuando el dolor había estado presente dejando cicatrices que jamás se podrían borrar, el cielo celeste con nubes blancas de esa mañana, traía consigo mil promesas en un futuro esperanzador.—Ha sido un año muy duro — decía Bastián mirando al hermoso cielo de esa mañana.—Lo ha sido, hijo, pero creo que ahora, todo estará bien — respondía Bernard Myers a su hijo.Se habían reconciliado un tiempo atrás, y el hombre finalmente se había disculpado con la mujer de su hijo por haber sido participe de aquellas crueles maquinaciones que Stone había hecho en su contra. Adalet, aprendiendo de su venganza, le habí
“Se ha ido”Entre nubes blancas y sueños de arcoíris, las almas inocentes descansan. Entre el mundo de los ángeles y el reino de los cielos, aquellos cuya luz se ha extinto, se olvidan de todo sufrimiento si llegaron a conocerlo. La muerte es solo paz, la muestra de amor más grande, pues todo aquello que nos ha herido será olvidado.Sin embargo, para aquellos ángeles que nunca conocieron el mundo antes de cruzar el puente de arcoíris y no conocieron dolor alguno, hay un sitio especial. Rodeado de nubes de oro y fuentes de plata, en donde solo juegos y paz existe, en donde, un soleado día, aquellas madres que perdieron a aquel que representaba sus sueños, han de reunirse con su razón de ser. En ese dulce paraíso, descansan las almas de los inocentes que no llegaron a nacer, esperando aquella reunión de lo que no pudo ser.Adalet sollozaba casi en silencio, sintiendo su vientre vacío y el alma rota con aquellas promesas y sueños que ya no serían más. Mirando a la luz que se colaba entre
Un vidrio se había roto en medio de la noche en aquella casita de madera en medio de las praderas irlandesas. El sonido de los cristales rompiéndose, había alertado a los, hasta ese momento, durmientes inquilinos quienes alarmados se habían levantado para revisar lo que sea que hubiera pasado.Un par de hombres desconocidos se habían colado dentro de la propiedad, buscando a la mujer de quien debían deshacerse; para ello les habían pagado una para nada despreciable cantidad de dólares, y moviéndose en la oscuridad intentando ser silenciosos como un gato, buscaban desesperadamente a su desconocida víctima.—¿Quién está allí? —Adalet Williams, armada con un pesado bate, cuidaba cada uno de sus pasos temiendo enfrentarse sola al intruso. La puerta trasera tenia un cristal roto; lo habían quebrado con la intención de abrir la puerta e ingresar por esta. Los cristales rotos yacían sobre el suelo, y la pelirroja miraba a duras penas en la oscuridad, intentando ubicar al desconocido.El cru
Sangre manchaba la blanca alfombra que se hallaba en el suelo y en aquellos desolados paramos gritos desesperados rompían el silencio de la noche. Un terrible forcejeo comenzaba entre dos hombres adultos mientras uno intentaba desesperadamente desarmar al otro. Un extraño intentaba escapar después de ver lo que había ocasionado, y el llanto desconsolado de un pequeño se ahogaba en los brazos protectores que trataban de darle consuelo.—¡Maldito! ¿Qué es lo que has hecho? —Bastián golpeaba sin piedad y repetidamente el rostro ensangrentado de Enzo Stone, quien reía a duras penas entre la inconciencia y la conciencia.—¡Detente Bastián! ¡Vas a matarlo! — gritaba Arthur de Sussex mientras intentaba detener a un enloquecido Bastián Myers que había sido segado por una ira atroz que le nublaba el juicio.—¡Cállate! ¡Nadie va a extrañar a este miserable hijo de perra! ¡Voy a matarlo! ¡Te voy a matar Enzo! — gritaba completamente enfurecido.Enzo se reía, y sentía placer al notar la desesper
El cielo eternamente nublado de Inglaterra recibía a Bastián esa tarde. El gentío se apresuraba a bajar del barco, y todos parecían tener demasiada prisa por llegar a donde debían ante la inminente lluvia que amenazaba con caer en cualquier momento. Las gotas comenzaban a caer, y Bastián Myers caminaba directamente hacia aquella limusina que ya lo estaba esperando. Dando un saludo cortes al chofer, el hombre entraba en el lujoso vehículo que lo llevaría hacia el castillo de Sussex donde Arthur ya lo estaba esperando.Su mente divagaba entre los recuerdos de la muy emotiva despedida que había tenido con su hermosa señora Williams entre los brazos, y la amenaza que Enzo Stone suponía en sus vidas. Había hablado brevemente en el barco con algún viejo conocido buscando razón alguna del que una vez fue su casi hermano, y todo lo que había logrado averiguar, era que Enzo había logrado saldar las deudas dejadas por su padre, y que su madre y hermana estaban viviendo en una de las casas que
La noche, aquel manto nocturno que entre mil pensamientos y sentimientos dejaban ver las angustias sufridas de toda una vida, era tan fría como aquel sentir que dejaba en medio de un mar de agobios a Bastián Myers.Aquellos cabellos tan rojos como el fuego, yacías esparcidos por la almohada y enredados entre las sabanas blancas que solo hacían resaltar su avivado color, y que acariciaba con fervor y adoración, al tiempo que contemplaba la belleza del rostro de aquella mujer que representaba todo su mundo, y que era tambien la única persona que le había dado una verdadera felicidad en su muy solitaria vida.—Adalet…Murmuraba con voz queda, apenas haciendo ruido alguno, pues no deseaba despertar a la bella durmiente de su apacible sueño. Acariciando con delicadeza el vientre de la hermosa pelirroja, Bastián comenzaba a imaginar a aquel niño o niña que ya crecía dentro de su Adalet. Una sonrisa añorante se había dibujado en sus labios, una que era completamente sincera. Había ya probado
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