Mundo ficciónIniciar sesiónClara es una joven estudiante audaz y trabajadora cuyo sello personal es la nobleza. Es optimista e inteligente, valora la amistad y se esfuerza por lograr sus objetivos. Sin embargo, su vida toma un rumbo totalmente diferente cuando es aceptada en una academia en la que tiene que residir por todo un año, donde se verá envuelta en un sin número de situaciones desencadenadas por el único factor con el cual no contó... Él, él no estaba en el plan. Daniel es un capitán de las fuerzas militares estadounidenses con un pasado sangriento y un nulo deseo de relacionarse con los demás. Es un hombre poco social al que muchos tachan de amargado, cruel, frío y controlador. Pero todo se torna patas arriba en su cuadriculado mundo cuando la conoce a ella; irritante, irrespetuosa y torpe, el condimento perfecto para poner su mundo de cabeza y la motivación adecuada para sellar su pasado.
Leer másDaniel.
<<< La maldita sangre no se detiene. Las suaves facciones de su rostro se desfiguran por el dolor. Las balas crean agujeros que atraviesan la gruesa tela del uniforme, alcanzando su piel y metiéndose en su cuerpo sin piedad. Sus labios se mueven como si intentara decirme algo, pero no escucho nada. No puedo ver nada más allá de su cuerpo agujereado y cubierto de un sombrío carmesí. Luego llega el silencio, acompañado por un suave pitido que va aumentando de intensidad conforme avanza el tiempo. Después viene el dolor, crudo y despiadado. Siento como si cada hueso de mi cuerpo hubiera sido roto y luego lo volvieran a acomodar en lugares que no son los correctos. Y por último aparecen sus rostros. Desfilan uno detrás de otro tomando un espacio que no les pertenece en mi cabeza. Vuelvo a asesinarlos como la primera vez, pero ellos no pueden morir aquí. Escucho sus voces. Me culpan por enviarlos a ese lugar oscuro. Dicen que me están esperando, que pronto será mi turno, que es lo que merezco.Yo lo merezco. >>>> 3:00am. Me quito las sábanas de encima con rabia. Estoy sudado, pegajoso, siento que la cabeza me va a estallar y el ardor en mi pecho no me deja respirar. Malditas pesadillas. Salgo de la cama y voy deshaciéndome de la ropa camino a la ducha. Al final termino completamente desnudo con el agua fría cayendo sobre mi cabeza. Los músculos tensos, la mirada borrosa y la respiración hecha un asco. Como cada maldita noche. Cierro los ojos y revivo cada minuto de las únicas tres horas en las que pude alejarme de mi jodida consciencia. El único momento en el que no soy capaz de sentir nada. Dejo que el agua aliviane la rigidez de mi cuerpo mientras me pierdo en el sonido del líquido cayendo sobre las baldosas. La melodía logra calmarme, me brinda esa sensación de plenitud, que aunque falsa, tiene el efecto deseado; calmar la sed. Salgo una hora después secándome el pelo con una toalla y otra alrededor de las caderas. —Señor, tiene otro mensaje de su padre. Es el noveno de esta semana. —anuncia la asistente inteligente de mi apartamento. —Archívalo. —Si, señor. También tiene doce llamadas de la teniente Álvarez, cuatro mensajes de voz y diez correos. —Elimínalos. —respondo tomando una botella de agua del refrigerador. —Además tiene varias llamadas y mensajes de voz del teniente Francis. Son de esta misma madrugada, señor. Guardo silencio mientras ingiero la botella de agua completa. —¿Señor? —Reprodúcelos. De inmediato la molesta voz del estúpido de mi primo se escucha por cada rincón del lugar. —¡Con este son nueve mensajes que te dejo hoy, jodido idiota! ¿Y sabes la hora qué es? ¿Es que acaso vienes del paleolítico que no sabes lo que es un maldito teléfono? —suena irritado. —¿Y se puede saber dónde rayos te metiste? Tu padre no deja de molestarme. Ya no tengo excusas para inventarle, así que más te.... —Apágalo. —ordeno harto de escuchar el mismo sermón de siempre. —Y redacta un correo para el teniente informándole de mi regreso a las oficinas de la base. —¿Algo más, señor? —Agenda una cita con la doctora dentro de una semana. —¿No se encuentra bien, señor? —Eso no es de tu incumbencia, Alex. —Con todo respeto, señor. Todo lo relacionado con su salud es de mi incumbencia. Soy... —Cállate, Alex, me duele la cabeza. —¿No se encuentra bien, señor? Reprimo una maldición y cierro los ojos acumulando la poca paciencia que poseo para no desmantelar a la estúpida máquina. Es útil a veces. —Estoy perfectamente. Por favor, haz lo que te pido y no hagas más preguntas estúpidas. —Sí, señor. Me visto con una playera negra de mangas largas, pantalón corto hasta las rodillas y zapatillas deportivas. Al salir del apartamento a penas son las 4:30 de la madrugada, por lo que es normal encontrar las calles del vecindario completamente vacías. Puedo decir que soy el único idiota que sale a correr a esta hora. Y para ser honesto, lo prefiero así. Me molesta compartir oxígeno con gente que no conozco. Corro por la misma vía de siempre, a la misma hora de siempre, con el mismo maldito mal humor de siempre. Aumento el ritmo gradualmente dejando que las imágenes de la pesadilla me alimenten, provocando mis sentidos para ir por más. Lo hago una y otra vez, hasta que la adrenalina aumenta y el instinto sediento se despierta. La sangre me quema por debajo de la piel, zumba contra mis oídos y acelera mi corazón. Empiezo a sentir la falta de aire. Es justo ese momento en el que sientes que te ahogas, que si continúas puede que no te alcance el oxígeno que estás inhalando. Ese instante en el que todo duele tanto que sientes que vas a explotar si no te detienes. Pero no me detengo. Mis pies siguen el ritmo que les ordeno. Duro, rápido, profundo. Cada vez que mi cuerpo me pide detenerme, yo le ordeno que continúe. La quemazón se esparce por todo mi pecho dificultándome respirar, pero mientras más difícil es, mejor se siente. La sensación es tan dolorosa como liberadora, y requiero de ambas partes para seguir con esto; para seguir conmigo. El dolor evita que me duerma, que me acostumbre a la miseria; y la sensación de libertad, es el recordatorio de que todavía puedo elegir. Aún puedo escoger liberarme, aunque todavía no sepa cómo. Quizás es el instinto de supervivencia lo único que evita que continúe hasta desmembrarme, pero llega un momento en el que mi cuerpo se detiene sin que yo se lo ordene. Caigo de rodillas en el suelo y batallo por volver a proporcionarle a mis pulmones el aire que necesitan. Después de reponerme durante unos minutos regreso trotando al apartamento. Una vez que llego, me doy una ducha corta y me coloco el uniforme. Ha pasado exactamente un mes desde la última vez que me vestí con él, y sigo viéndome igual de guapo. A pesar de que no me emociona una m****a, soy consciente de que hoy es un día importante. Recibiremos a los nuevos reclutas cuyas vidas llenaré de miseria y disciplina hasta que deseen lamer el suelo por dónde piso, o salgan huyendo de mí. En lo personal prefiero la segunda. Es mucho más divertido cuando logro asustarlos y corren de mí. Me recuerdan de lo que estoy hecho y porqué nunca dejo que nadie se acerque lo suficiente.Daniel.24 horas. Lleva 24 jodidas horas desaparecida y no tengo ni la más mínima idea de donde podría estar. Esto me está volviendo loco, es seguro que voy a enloquecer si no doy con su paradero pronto. No hemos descansado en las últimas veinte y cuatro horas, la hemos estado buscando desde ayer cuando fui a buscarla a su dormitorio y ella ya había salido supuestamente hacia mi oficina.Según el relato, uno de los soldados que seguía órdenes del capitán Roman le hizo creer que yo requería de su presencia, después de eso nadie ha vuelto a saber de ellos. El equipo Alfa se encuentra en la sala de planificación en busca de cualquier cosa que nos sirva para dar con su paradero, pero hasta ahora no tenemos nada. Y juro que estoy a punto de perder la cabeza. —Las cámaras de la primera barrera de seguridad, ¿Las revisaron? —Tres veces ya, como dijo, teniente, pero todo lo que se puede ver es el vehículo abandonando la base. —contesta Hernández. ____ Es difícil encontrar pruebas cuando
Clara.—Entonces dime, ¿cómo es?Ruth permanece recostada sobre su estómago, con los codos sobre el colchón sosteniendo su quijada con ambas manos. Suspiro trayendo a mi mente esa sensación que solo él puede hacerme sentir. Es hilarante.—No creo que pueda describirlo...—Oh, vamos, inténtalo al menos. —insiste.Sonrío colocando las últimas piezas de mi uniforme recién lavado en el pequeño guardarropa que hay junto a mi cama.—Es oscuro... —verbalizo la sensación que me aprieta el pecho cada que estamos juntos pegando mi espalda al mueble con la mirada en la ventana. —pero de alguna manera no me asusta, incluso creo que me gusta. Me gusta su esencia, su temperamento que raya en lo extremo, su intensidad y como cada parte suya es atractiva si la miras desde el ángulo correcto. Y la forma en la que somos cuando estamos uno junto al otro, casi como si cada parte de mi estuviera hecha a la medida para él... es... es...—Carajo, estás hasta el cuello... —se sienta estudiándome. —Aunque lo
Daniel. Los últimos días han sido un verdadero caos. El entrenamiento de los reclutas me exige cada vez más tiempo. El equipo Alfa también amerita de mi cuidado, y encima tengo a un club de imbéciles trastornados asechando a mi mujer. Ayer recibí más fotos de Clara, pero esta vez no parecían una amenaza sino más bien un aviso. Quiere que sepa que nos vigila. Me preocupara, pero él no lleva más de una década aprendiendo y creando estrategias con el fin de descubrir al asesino de su familia. Yo sí. Tampoco es que lo subestime, pero ya me he asegurado de que esta vez no me va a joder. Quien en realidad me molesta es el otro imbécil; Lorenzo. Clara todavía no sabe de nuestro enfrentamiento en el campo de entrenamiento, y mentiría si dijera que quiero que se entere. Al payaso tampoco le conviene que Clara sepa que nos peleamos como animales de granja por ella. Creo que por eso no ha ido lloriqueando a contárselo. Cualquiera en mi lugar ya se hubiera desecho de ese idiota, pero yo no, aun
Daniel. No quería traerla de vuelta a la base, pero debía hacerlo. Mis métodos solo son efectivos para mí porque siempre obtengo lo que quiero, y puede que en el proceso la haya perjudicado. Estaba tan cabreado que no pensé en las consecuencias que mis actos traerían para ella. Raptarla delante de Yaneth y sus compañeros de clase no fue lo más inteligente. Por eso, muy a mi pesar, le he pedido a Francis que sea su cuartada. No me interesa lo que piensen los demás sobre mí, nadie puede tocarme y soy consciente de ello, pero esa regla no aplica para Clara. Apenas lleva tres meses en el programa, la idea de que la acusen de brindar favores a su capitán a cambio de ciertos beneficios me encoleriza. Podrían hacerle la vida imposible en lo que resta del año. Es mía, puedo darle lo que quiera y hacer que obtenga todo aquello que desee, pero le complace más esforzarse por ello, y no seré yo quien le corte el camino. —Entonces, recapitulemos. —Francis mastica la hamburguesa con la que me
Clara. Daniel cocina de maravilla, me ha sorprendido y a la vez me alegra que uno de los dos tenga suerte en la cocina. Y efectivamente tiene muchísimo dinero, me di cuenta mientras Alex me daba cuanta información le pedía sobre cualquier cosa que tuviera que ver con su dueño. Además, su ático es increíble, me lo ha mostrado completo después de almorzar, y resulta que es todavía más grande de lo que creía. —Antes has dicho que este es un lugar seguro. —le digo mientras bajamos un tramo de escaleras que lleva a una amplia sala de gimnasio equipada con todo lo que se necesita para estar en forma. —Así es. No mucha gente sabe que existe. O quizás lo que no saben es que es mío. —Ah... —no sé qué más decir. —Necesitamos hablar. —agrega serio deteniéndose a unos metros del ventanal de cristal con vista panorámica. Este lugar es increíble. —Lo sé. —digo concentrándome en lo importante. —Qué tal si empiezas por decirme cómo vamos a explicar la forma en la que me sacaste del campo
Clara. ¿Conocen ese sentimiento de que estás metida en graves problemas, pero lo ignoras porque estás siendo impensablemente feliz? Pues digamos que estoy justo ahí.Ahora solo tengo una visión de su magnífica espalda desde el balcón donde se encuentra. Se apoya en la baranda de cristal con una mano mientras sostiene el celular en la otra contra su oreja. Solo lleva un suéter negro y los pantalones del uniforme, pero no podría verse más perfecto. Dios, es demasiado hermoso.Le he dado espacio para atender una llamada, pero por alguna razón no puedo dejar de verlo. ¿A esto me estaba resistiendo? Y vale, sé que lo acusé de inventar una estratagema para dominarme, pero después de que me cargó sobre su hombro delante de todos, creo que esa teoría pierde un poco de valor. Y supongo que también estoy cansada de fingir. Este hombre me hace sentir cosas que jamás tendría las palabras para explicar, y sé que me estoy jugando todo al simplemente aceptar lo que él ha llamado algo inevitable, pe
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