29.
Clara.
—Entonces dime, ¿cómo es?
Ruth permanece recostada sobre su estómago, con los codos sobre el colchón sosteniendo su quijada con ambas manos. Suspiro trayendo a mi mente esa sensación que solo él puede hacerme sentir. Es hilarante.
—No creo que pueda describirlo...
—Oh, vamos, inténtalo al menos. —insiste.
Sonrío colocando las últimas piezas de mi uniforme recién lavado en el pequeño guardarropa que hay junto a mi cama.
—Es oscuro... —verbalizo la sensación que me aprieta el pecho cada que estamos juntos pegando mi espalda al mueble con la mirada en la ventana. —pero de alguna manera no me asusta, incluso creo que me gusta. Me gusta su esencia, su temperamento que raya en lo extremo, su intensidad y como cada parte suya es atractiva si la miras desde el ángulo correcto. Y la forma en la que somos cuando estamos uno junto al otro, casi como si cada parte de mi estuviera hecha a la medida para él... es... es...
—Carajo, estás hasta el cuello... —se sienta estudiándome. —Aunque lo