— Lo siento tanto, mi Luna. Puedes hacer conmigo lo que quieras; me lo merezco. ¡Pero juro ante todos los dioses que jamás te traicioné, ni me burlé de ti! —se pronuncia sumisamente ante ella—. Yo te amo, mi Luna. Te amo. — ¡TE PROHÍBO QUE ME AMES LOBO! ¡TE LO PROHÍBO! — ¡DETENTE, ISIS! ¡LO VAS A MATAR Y A NOSOTRAS CON ÉL! —escuchó el grito asustado de Ast resonando en su mente, y por un momento, la voz de su loba logró atravesar la neblina de su furia. Isis se detuvo en seco, luchando contra el torrente de emociones que la arrastraban. Salió dando un portazo, sabiendo que si se quedaba, solo mataría, y el llanto de Ast en su cabeza la estaba destruyendo. En su mente, dejó a Jacking herido, tirado en el suelo, sangrando por todas las heridas que le había infligido, y se sintió vacía. Mientras corría por el pasillo, la rabia se convirtió en una marea de dolor y confusión. Sabía que debía calmarse, pero el caos que había desatado apenas comenzaba a asentarse en su alma. Isis estaba tan furiosa, pero tan furiosa, que la ira burbujeante la consumía desde dentro. Sabía que debía hacer algo con esa tempestad de emociones o de lo contrario, iba a explotar. Aquel furor era un volcán a punto de erupcionar, y no podría contenerlo por mucho tiempo. Con un estallido de energía, se transformó en Ast, y salió disparada hacia el bosque, dejando atrás la traición y el dolor que la habían cercado. ¡Quería escapar de esa realidad! ¡No quería verlo! Necesitaba huir, alejarse lo más posible de la fuente de su tormento. Sentía a Ast en su mente, clamando, pidiéndole que se detuviera, pero no le prestó atención. ¡Ella era una traidora!
Ler maisDespués de la revelación de nuestra Luna Suprema, nuestra manada está envuelta en un caos. Jacking sigue inconsciente. La barrera protectora de la manada fue destruida por la Luna Suprema. Teka-her también está muy malherida. Los ataques de los desterrados de Isfet y el alfa Nicolás se han incrementado.
Bennu, junto a Merytnert, quien ha asumido temporalmente el cargo de alfa de la manada, mantiene la defensa. Amet busca con desesperación cómo hacer que el Alfa Supremo reaccione. La Luna se niega a hablar con todos. Permanece encerrada, junto a sus padres, en una de las cuevas medicinales. Hemos descubierto que podemos hacer que Mat tome el control del Alfa Supremo. Aunque corremos el riesgo de que Jacking desaparezca para siempre, lo que sería un peligro enorme para todos. El animal perdería la razón y se convertiría en una bestia salvaje. Pero tenemos que arriesgarnos. Hemos sufrido demasiadas bajas. Debemos trasladar a nuestras manadas. —Amet, ¿ya decidiste la locación a la que nos trasladaremos? —pregunta Merytnert. —Meryt, tengo varias locaciones donde no existen manadas, pero quiero consultarlo contigo —le explico de inmediato. —Dílas, entre los dos elegiremos la mejor —está impaciente. —Pienso que siempre hemos vivido cerca de las montañas nevadas y los bosques. Necesitamos ambos. El Monte Everest, en Nepal, sería mi primera opción. La parte sur da al mar, y la población humana queda bastante alejada. Lo inspeccioné y no habita nadie —explico con seriedad. —¿Qué otras tienes? —pregunta nerviosa—. No me convence, necesitamos también llanuras. —Entonces Pyramiden, en Noruega, será la mejor opción. Es una zona que casi no ha sido pisada por los humanos. Es muy desolada. Es extensa, pues era una ciudad minera, pero fue abandonada. Tiene una gran montaña en forma de pirámide, en la cual podríamos emplazar nuestra manada. Lo que no tiene son grandes extensiones de vegetación ni mucha flora. Sigo explicando que El Labrador, en la península de Canadá, sería otra buena opción, aunque el clima siempre es muy frío. Posee grandes extensiones de terrenos inhabitados, y las poblaciones, tanto humanas como de lobos, están a una gran distancia. En estos momentos, sería un buen lugar para esconder la manada. También podríamos hacerlo en los Alpes, en la isla de Borneo, en Malasia, o en los Andes, en América del Sur. —Prefiero algo que nos aleje lo suficiente de todo el mundo, de difícil acceso —insistió ella. —¿Entonces El Labrador, en Canadá? —Es la más desolada y alejada de todo. Está de acuerdo. Debemos protegernos mientras el Alfa despierta. No le digo nada; la dejo que siga hablando, pero me preocupa una cosa: —Merytnert, ¿cuándo vas a visitar a la Luna Suprema? —pregunto directamente. —No lo sé, Amet. No creo que pueda aguantarme sin atacarla, por lo que le hizo a mi hermano —se deja caer en el sillón. —Meryt, tienes que entender que es un problema de tu hermano con su Luna —le recuerdo. —Lo sé, Amet. ¡Pero eso no duele menos! —vocifera con todas sus fuerzas. Merytnert no puede contener más su furia; su pecho se agita como si necesitara un escape inmediato. La observo marcharse sin decir nada. Hay algo en su paso apresurado, una mezcla de dolor y orgullo, que la hace sentir que tiene que enfrentarlo sola. —Está bien, cuando estés lista, avísame —le digo, porque puedo ver que no está lista. —¿Antoni, cómo está? Con esta guerra, apenas la he visto —pregunta para cambiar de tema. Le cuento que mi linda esposa ya domina mejor algunos poderes. Pero, como es el Alfa Supremo quien tiene que sacar a su loba. También le digo que se la pasa en la clínica, ayudando en todo lo que puede. —Me alegro de que esté mejor. Dale un beso de mi parte. ¿Cómo crees que debemos trasladar la manada? ¡Somos muchos! —retoma de nuevo el asunto del traslado con un suspiro. La noche está cayendo y el ambiente está cargado de tensión. Afuera, el ulular de los lobos anuncia que los vigías han detectado algo más. La sensación de peligro constante comienza a desgastarnos. Es evidente que nuestra posición actual es vulnerable, pero mover a toda la manada tan rápido y con tantas bajas nos dejaría desprotegidos. —Estamos tratando de que Mat tome el control, y lo haga él, convertido en Alfa Supremo, con nuestra ayuda —le explico con un suspiro. La decisión sobre el traslado debe concretarse pronto. A medida que pasan los días, la Luna Suprema se encierra más en su mundo, y Jacking sigue sin despertar. La manada se está desmoronando en un caos desesperado, y cada acción que tomamos es un paso hacia la supervivencia o la destrucción. Es un gran riesgo despertar solo al lobo. —Pero, ahora que tiene su Luna, ¿no la necesita? —pregunta intrigada. —No sabemos. Lo vamos a comprobar —contesto, muy a mi pesar. La puerta se abre de repente para dejar pasar, en ese momento, a Horacio y Bennu, quienes cargan a Héctor, muy malherido. Merytnert, al verlo, corre a su encuentro, aterrada al ver a su esposo en esa condición. —¿Qué pasó, Horacio? —pregunta Merytnert, mientras recuerda el dolor que había empezado a sentir hacía unos veinte minutos. De inmediato, Bennu procede a dar el parte de lo sucedido. Explica que estaban patrullando la zona de la antigua manada Luna Nueva y se encontraron con que el antiguo Manuel estaba introduciendo desterrados en el territorio de la manada. Comenzaron a batallar y unos vampiros lo hirieron. —¿Por qué no lo llevaron rápido a la clínica? —pregunta, mientras revisa a su esposo. —Lo llevamos, pero el doctor Aha nos dijo que tienes que curarlo tú, con el poder del rayo —explican de inmediato. —¡Pero yo no sé hacer eso! —dice desesperada Merytnert. Los ojos de Merytnert se llenan de lágrimas mientras abraza el cuerpo de Héctor, quien apenas puede mantenerse consciente. Su respiración es lenta y pesada, y la palidez de su piel indica que no hay tiempo que perder. Meryt lo sostiene entre sus brazos, mientras el resto aguarda en silencio. La presión sobre ella es palpable, pero la incredulidad inunda su mirada. —No puedo hacerlo… ¡Nunca lo he intentado! —repite, casi en un susurro quebrado. —Meryt, no tienes opción —interviene Bennu, su voz firme pero preocupada. Horacio lo respalda con un leve asentimiento. —El doctor Aha sabe lo que dice. El poder del rayo está en ti. Solo tienes que confiar en que tu instinto haga el resto.Todas nos pusimos de pie, pero tuvimos que cruzar un puente colgante que estaba rodeado de plantas que formaban un túnel. —¡Yo por ahí, ahora con el miedo que me metieron ustedes, no voy a salir! —dice Antoni, asustada. En ese instante, un movimiento sutil pero innegable llamó nuestra atención. Las enormes dionaeas se movían, pero no de una manera natural; no era el vaivén casual de las plantas ante el viento. No, era algo intencional, sigiloso... depredador. —¡Oh, por los ancestros! —exclamó Julieta, retrocediendo al entender al fin lo que yo había sentido desde el principio—. ¡Esas cosas nos están rodeando! —¡Vamos a teletransportarnos, chicas! —les pidió Neiti—. ¡Son plantas carnívoras! ¡Mírenlas allí! ¡Meryt, lánzales un rayo! —&
Todas asentimos ante mis palabras. Parecía que la magia misma se hubiera colado entre nosotras, alimentándose de nuestras dudas y pensamientos. Era cierto que la forma que cada Zoántropo elegía para transformarse decía más de uno mismo que lo que las palabras podían explicar. —¿Crees que lo haga? —preguntó Juli—. ¿Que se convierta en un animal? —Sí, creo que quiere ser un lobo —contestó Neiti—. ¡Hasta habla como uno! “¡Son míos, solo míos!” me dijo cuando le pregunté si me iba a rechazar. Todas soltamos una carcajada al escucharla. Conocíamos demasiado a Marcus de toda la vida, y eso sonaba como él. —Él siempre ha sido muy posesivo, sí. Seguro que decide ser un lobo —dijo Netfis, asintiendo. —¿Por qué d
La noticia del embarazo de Marcus y Neiti nos llenó de emoción, un sentimiento cálido que se extendía entre nosotras como un fuego acogedor en medio de la incertidumbre que nos rodeaba. Aún con los ecos de nuestras felicitaciones resonando en el ambiente, vi que Antoni no pudo evitar preguntar, su curiosidad siempre presente, incluso en momentos de celebración. —Marcus, ¿Alex y Pau están bien? —preguntó Antoni. Marcus quitó su sonrisa de satisfacción, retomando la expresión seria que siempre poseía. Negó con la cabeza antes de responder. —Pues, ¿saben?, los vi antes de salir para Venezuela. Estaban preparando un viaje para ir a Egipto. Alex tiene un contrato en una revista para sacar fotos de todos los templos —nos contó de inmediato.—¿Están aquí, en Egipto? —pregunt&ea
Después del calor abrasador del desierto, encontrarnos en medio de un hermoso jardín lleno de flores y con el agua corriendo por todas partes se sentía como haber entrado en un paraíso. —¡Es precioso este jardín milagroso, chicas! ¡Hay de todas las flores del mundo aquí! —decía Antoni mientras miraba por todas partes, entusiasmada—. ¡Vengan, vamos a sentarnos en aquella glorieta! —Saben, chicas, esta es la recreación del jardín de mi madre —contó Merytnert, con los ojos llenos de lágrimas. —Angie, no te pongas así —me apresuré a decirle y la abracé—. ¿La extrañas? —Viví toda mi vida sin las memorias de ella. Ahora que regresaron, estoy con mi hermano Jacking, al que siempre adoré. Me parece que fue ayer que dejé de ver a toda mi famil
Por un segundo eterno, todo a nuestro alrededor pareció calmarse, esperando la respuesta de Paul. Pero no había tiempo que perder. Los gritos de Alex se intensificaron, y su aura comenzaba a expandirse, llena de oscuridad, rompiendo el círculo energético que habíamos formado al inicio. —Sí, y necesito su ayuda para que no vuelva a rechazarme —había súplica en su mirada. —¿Qué quieres que hagamos? —pregunté, entrecerrando mis ojos en busca de una trampa en este dios del amor. —Quiero que me conecten con el alma del hechicero de Alexis —pidió, para mi sorpresa—. Así, su parte de Neter me va a aceptar. —¿Estás seguro de eso? —pregunté, sin querer hacerlo—. ¿Por qué no mejor esperamos a que Alexis se despierte y así vemos qué hace él? &
Teka miró rápidamente hacia Aha y luego hacia mí, susurrando apenas lo suficiente para que su esposo la escuchara. Aha no respondió al instante. Sus ojos estaban fijos en su esposa, que le sostuvo la mirada. Su expresión, llena de temor y preocupación, se fijó en mí en una súplica. — Está bien. Tú eres el protector de todas ellas, nadie mejor que tú para saber qué es lo mejor —acepté, preocupado de que él tuviera razón. Me giré hacia Teka. — ¿Ahora qué hacemos con Alex? — Fácil —dice Aha—. Ponles el conjuro de sumisión a los brujos que le hicieron eso y oblígalos a quitarle toda esa oscuridad a ese Neter (ángel en egipcio). — ¡No es un Neter, es un hechicero de luz! —lo contradecimos Teka y yo. — No se equivocan, pero
Último capítulo