¡La Luna rechazada ha regresado con dos encantadores bebés! - Dayleen no sabía que el amor podía ser crudo y despiadado, hasta que encontró a su mate en la cama junto a su prima traicionándola. Presa de la desesperación, huyó de la manada llevándose dos grandes secretos, esperanzada en dejar todo atrás... Pero Sebastián jamás la dejaría ir, no a su Luna y madre de sus cachorros. El problema vino cuando cayó en las garras de otro sexy Alfa, quien la reclamó como suya, con todo y cachorros del enemigo. Fuego contra Agua luchando por una simple Omega sin poder... "Lo que por fuera parecía frágil, dentro contenía el diamante más fuerte y poderoso de la manada... A la última Guardiana de los Lobos". ¿Habrá posibilidad de una segunda oportunidad? - LOS HIJOS SECRETOS DEL ALFA: ¡LUNA, REGRESA!
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... Hoy era el día en que finalmente se uniría con su mate frente a toda la manada. Después de todo su sufrimiento, por fin sería su Luna, la Luna de todos aquellos que la habían mirado con desprecio y desdén. Sonrió mientras volvía a acomodarse el vestido blanco, el cual era sencillo y humilde, tal y como su rol debía de ser. Una madre para la manada, pura y limpia de malos sentimientos. La noche comenzaba a caer, sentía los nervios recorrerle desde la punta de los pies al estómago, su corazón latía agitado por la emoción. Escuchó bullicio afuera de la cabaña, la mayoría se dirigía al templo de celebraciones. Ahí tendría lugar el día más importante de toda su vida, el día por el que había valido la pena no ceder a sus pensamientos deprimentes y dejarse caer al vacío. Terminó de arreglarse hasta que sonaron los tambores que anunciaban el comienzo del espectáculo. Suspiró, lista para salir de su escondite y unirse a la celebración. Su mano tomó la perilla, casi preparada para girarla y enfrentarse a su destino... Pero de pronto todo su mundo se vino abajo. La sonrisa nerviosa que tenía se convirtió en un grito ahogado, algo iba muy mal... Le llevo unos segundos comprender a qué se debía. Y cuando lo entendió, se quedó sin aire. Era imposible... Porque aquello que sentía era debido a... No. «¡NO!», gritó por dentro. —¡Mi mate me está siendo infiel! —exclamó Dayleen con el alma desgarrada. Saber que él se estaba acostando con otra mujer la lastimó físicamente. Solo hacía dos noches le había dado su virginidad, se había entregado a él... Había confiado en sus promesas, en sus hermosas palabras llenas de amor. Había desnudado más que su cuerpo, le había mostrado su alma. Todo lo que era: sus miedos, su sufrimiento, sus recuerdos más preciados. Todo se lo había entregado. Cayó de rodillas en la tierra, sin poder dar crédito a lo que estaba sintiendo. El lazo que los unía se quemó y su cuerpo entero entró en combustión, la cegó una llamarada roja que ardió detrás de sus párpados. Literalmente se estaba quemando en medio de una tormenta de fuego, pero su mate... Oh Diosa, su mate estaba en los brazos de otra mujer haciéndole lo que hace unos días le hacía a ella. A él no le importó saber que le haría daño con su traición, y sollozó sonoramente con el corazón hecho pedazos. Ahora las palabras de su madre cobraban sentido, cuando le advirtió que aquello podía ser tan mágico como maquiavélico. Maravilloso y destructivo a la vez; podía darte vida, pero también quitártela. Sus lágrimas ardieron al bajar por sus mejillas, lo que sentía físicamente no se comparaba con el dolor interno, el de su alma. Pasaron minutos u horas cuando pensó que el dolor terminaría. Desconocía el paso del tiempo mientras esperaba que su tormento diera fin, solo podía sentir y rogar que aquello terminase de una buena vez. Pero se equivocó, ese no era el final, su mate todavía tenía una estocada certera con la que quebrantar su espíritu. Fue entonces que explotó su interior como una supernova: porque su alma gemela acababa de sembrar su semilla en otra mujer. El hilo mágico de su unión ardió en lo más profundo de ella, castigándola en lugar de a su mate. Como si la hubieran lanzado a un pozo de lava, un fuego líquido la consumió. Las lágrimas se tornaron rojas, era el color de la traición. Le quemaron la piel de sus mejillas, y su propia saliva le quemó la garganta. Su cuerpo se quemó en carne viva, lanzó un grito agudo y feroz que hizo temblar el suelo mismo, pero la celebración de afuera apagó cualquier rastro de que dentro de la cabaña ella agonizaba lenta y dolorosamente. ¿Por qué ella tenía que sufrir las consecuencias, pero él podía hacerle tanto daño sin sufrir por eso? Lo odió. En ese momento, todo el amor que sentía por su mate se convirtió en un odio voraz y latente que casi podía tocar. Una palabra se repitió una y otra vez en su mente, algo que jamás hubiera imaginado un par de meses atrás. «Venganza». Por primera vez en sus veinte años, sus ojos brillaron cuando su loba despertó por completo. Sintió que sus extremidades se llenaban de una fuerza que nunca le había pertenecido, una fuerza tan cercana pero a la vez lejana, una que nunca fue capaz de poseer. Hasta ese día. Su loba había permanecido dormida durante años, incluso cuando sufrió el maltrato de la manada, de su propio padre o hermanos, se quedó escondida... igual de temerosa y cobarde que ella. Ambas eran tal para cual, carecían de valor para defenderse. Solo sabían agachar la cabeza. Aulló dolorosamente al darse cuenta de que su alma gemela las estaba traicionando. «¡Está con otra mujer! ¡Matar, matarlos a los dos», ordenó. Tembló al sentir el poder de su convicción, su sed de sangre y venganza era equiparable al de Dayleen. —¿Por qué... por qué hasta ahora? —preguntó con la voz cargada de resentimiento—. Te necesité todo mi vida y tú solo me diste la espalda. «¡No podía! Hay mucho que tengo que decirte... Tantos secretos que desconoces. Pero te prometo algo: jamás volverás a estar sola. Nunca volveré a dejarte sola. ¿Estás conmigo?» No tenía otra opción. Por más que quisiera tenerle rabia, sabía que la necesitaba, ahora más que antes. Así que tuvo que tragarse su rencor por su propio bien, y aceptó. Ojalá hubiera sabido hace un par de meses que el bonito cuento de hadas que se le presentó como una bendición, se convertiría en una pesadilla salida del averno. Toda historia tenía su final, pero definitivamente ese no sería el suyo. «Este es mi comienzo, renaceré de las cenizas en las que me sepultaste, querido compañero», pensó llena de sarcasmo. Se levantó del suelo aún temblando, pero decidida. No vendría nadie a su rescate, porque ella sola empuñaria la espada.Cuando por fin se separaron para tomar aire a bocanadas, ambos seguían mirándose (¿o comiéndose?) con los ojos, nublados de deseo. Elissa trató de fingir que todo estaba bien, y para cambiar de tema rápidamente, señaló la mansión: —¿Me imagino que ahí viviremos estás dos semanas? Como si Oliver supiera lo que estaba haciendo, asintió lentamente, pero al mismo tiempo, metía una mano entre su falda de volantes, la cual de por sí ya estaba bien subida. Sintió sus firmes dedos apartar la tela de sus bragas y acariciarle su sensible clítoris. Respiró profundo, pero siguió mirando hacia la casa, decidida a mantenerse así. Pero se le haría imposible, porque aparentemente su cuerpo tenía vida propia y amaba cada caricia de Oliver Spyrou. «Traicionero cuerpo.» —Sí, probablemente allí mismo hagamos a Olivercito o Elissita —dijo burlonamente. Elissa trató de reprimir un gemido y una risa al mismo tiempo. Los diminutivos le resultaron de lo más chistosos, pero sus dedos le estaban volvien
Una canción estaba reproduciéndose en los audífonos de Elissa, misma canción que le volvía loco el corazón por lo mucho que le llegaba al alma. Estaba medio dormida, pero aun así la escuchaba entre sueños con una calidez que al mismo tiempo dolía: «Juré que no volvería a sucederme de nuevo Volvió a pasar Que cupido no volvería enredarme en su juego Y aquí ahora estás Hablando de amar… Tú tienes algo inusual que aún no lo descifro (Pero alteras mis sentidos) Le temo a que tú y cupido me vendan un sueño (Y fallar de nuevo) Me gustas, pero tengo miedo de fallar en el amor...» Unos besos suaves y relajantes la despertaron totalmente del sueño intermitente en el cual estaba. Con lentitud, fue abriendo los ojos que tenía un poco empañados. Adormilada, alzó una mano, acarició su mejilla y esbozó una sonrisa floja. No necesitaba estar del todo despierta para saber quién era. —Qué rica manera de despertar a una chica, agapi mú —murmuró en burla. Una risa masculina y sensu
Viajar en el Jet privado de Oliver, definitivamente tenía que ser la cosa que más le estaba gustando de ser oficialmente la señora Spyrou. Claro que no pensaba decírselo a él, probablemente heriría su ego al ella pensar que eso era lo mejor y no el estar casada con Oliver. Aunque si establecían prioridades, en definitiva, ser su esposa se ganaba el premio a «Ventajas de ser la señora Spyrou». Como no tenía nada que hacer en ese largo viaje, además de escuchar música, leer libros y ver películas (pero ya hacía las dos primeras), lo más que podía ponerse a hacer, era pensar. Pensar en su esposo. Era la señora Elissa Spyrou. ¡Ni ella misma se lo creía! Tenía ganas de hacerse un pellizco o algo, pero no planeaba herirse así misma para poder creérselo: con tan solo mirar unos asientos más allá de ella, veía a su exquisito marido ojear unos papeles de trabajo, con la camisa arremangada y la corbata aflojada, encima un mechón de su cabello le caía en la frente, ocultando sus bellísimos o
Elissa se veía tan bonita con las mejillas ruborizadas y su cabello rubio, que más temprano lucía cuidadosamente peinado, ahora estaba revuelto, aunque ella trataba de controlarlo con los dedos, no funcionaba. Intentaba poder calmar su respiración, respirando lento y con las manos en sus rodillas dando toques suaves con su dedo índice. Pero Oliver ya sabía que realmente no estaba tranquila, y que solamente estaba tratando de aparentarlo. Lo cierto era, que le profería una especie de orgullo masculino saber lo mucho que le afectaba a Elissa. Sonrió cuál gato y se acercó a su oído para susurrarle y así solamente ellos pudiesen oír lo que iba a decirle: —Descuida, dudo que puedan saber por tu expresión que acabas de tener sexo en la limosina. Muy buen sexo en la limosina —recalcó. Elissa hizo un gesto gracioso con los ojos y se mordió los labios, luego sintió un fuerte pellizco en el muslo que lo sobresaltó. —Silencio, estoy tratando de parecer calmada, no necesito que te pongas a ha
Aunque ahora era la señora Spyrou, Elissa no se la podía creer. Trataba de actuar con normalidad, de parecer que no le afectaba en lo absoluto… pero por dentro, chillaba de la emoción, su cuerpo entero vibraba de puro miedo. No estaba muy segura de muchas cosas, pero sí que podía estar segura de que parte de ella estaba así porque le gustaba Oliver, más allá de la cuestión de trabajo o del trato, le gustaba como hombre. Era atractivo, divertido... Y su esposo. «¿Pero por cuánto tiempo?», le preguntaba su voz interior. Ella prefería ni pensarlo. No quería que su burbuja de felicidad se rompiera tan rápidamente. Aún no, al menos; ya sabía que iba a pasar en algún momento. Él le había dado una noche de bodas para recordar por siempre, lo habían hecho sin protección, y cada que lo recordaba, se ponía roja como la nariz de «Rodolfo el reno». Oliver se estaba tomando en serio eso de ponerse a hacer la tarea, incluso le dijo que irían con un especialista, para ver que todo esté bien co
Una semana después... ──✦── Hacía un día precioso, cuando por fin los declararon oficialmente marido y mujer. Oliver había sonreído a su mujer, y la había besado con intensidad a los ojos de todos los invitados. Ella se quedó completamente recta y con la mirada fija en él, pero luego se relajo y se dejó besar con un pequeño gemido de gozo, ambos no supieron si fue el calor del momento, o si fueron impulsados por una fuerza invisible que los llevó a besarse como si no hubiera un mañana. Con tremendo beso, la gente quedó muy convencida de que ese era un matrimonio por amor, que nació en un solo día. Oliver consiguió retrasar un par de días la lectura del testamento con su abogado, quien obviamente ya sabía para qué, todo estaba fríamente calculado. Al terminar la boda, bajaron corriendo como dos jóvenes locamente enamorados, con los invitados tirando arroz detrás de ellos, sonaban vítores a sus espaldas. La pequeña recepción albergó a la familia y amigos de ambos, quienes les desea
Último capítulo