3.TIERRA DE NADIE

Estamos felices de ver a Mat; tiene los ojos rojos. Nos mira con furia. Gira sobre sí mismo mientras nos observa. Parece que no nos reconoce; hay algo extraño en su manera de mirarnos y comportarse. Desprendemos nuestras feromonas para tranquilizarlo. Meryt se transforma en humana y lo abraza. Siempre entre ellos, la conexión de hermanos surte efecto. Los ojos de Mat se posan en ella y, de a poco, se queda tranquilo. Su color comienza a cambiar hasta que vuelve a ser amarillo. Respiramos aliviados todos.  

—¡Hola, hermano! —lo saludamos alegres.  

—Hola, hermanos. ¿Para qué me llamaron? ¡Jacking sigue muy malherido y no despierta! —dice en cuanto nos ve, preocupado por su humano.  

—¡Por eso te necesitamos, Mat! —le explica de inmediato Amet—. Tienes que convertirte en Alfa Supremo y ayudarnos a trasladar la manada.  

—¡Así es, mi hermano! ¡Los desterrados nos están causando muchas bajas! Teka está muy malherida. A duras penas, junto con los demás brujos, ¡pueden mantener la barrera protectora! —le dice Meryt.  

—¿Amet, tú tomaste el mando? —pregunta de inmediato, dirigiéndose a su Beta.  

—No, Mat, tu hermana Meryt lo tiene —explica enseguida.  

Mat arquea las cejas; sus ojos dorados ahora centellean con incredulidad. Su mirada recorre a cada miembro presente, pero se detiene en Meryt. La intensidad con la que la observa es suficiente para que ella sienta un leve temblor en su espalda.  

—¿Meryt...? ¿Tú tomaste el mando? —pregunta Mat, con sorpresa.  

Meryt levanta el mentón con decisión. Aunque su hermano sigue imponiendo una presencia abrumadora, ella se mantiene firme. La luna llena ilumina su figura, haciendo que la mujer frente al Alfa Supremo parezca más fuerte de lo que Mat recuerda.  

—No me quedó elección —responde Meryt, con un tono que combina determinación y tristeza—. Tú estabas ausente, Jacking está entre la vida y la muerte… alguien tenía que dirigir a la manada o nos habríamos desmoronado.  

—Tu hermana ha hecho un trabajo admirable, Mat —dice Amet enseguida—. Aunque no tiene tu fuerza, tiene tu visión. Ella ha guiado a la manada durante tu ausencia.  

Mat baja la cabeza, reflexionando. Siente una punzada en el pecho al mirar la lucha interna que su hermana probablemente ha enfrentado. Sin embargo, su instinto de líder no deja de cuestionar.  

—¡Mi Luna! ¿Qué pasó con mi Luna? —pregunta con urgencia, mirando a todos con preocupación.  

—¡No me hables de tu Luna, Mat! ¡Mira cómo los tiene! —grita enojada Merytnert.  

—¡Mert, no fue su culpa! ¡Todo es mi culpa! ¿Dónde está mi Luna? —exige de nuevo, mirando a su Beta.  

—Está encerrada con sus padres en una de las cuevas medicinales. Su mamá está muy mal —explica de inmediato Amet.  

—¿Está bien? ¿Qué pasó? ¿Cuál es el estado actual de la manada? —pregunta finalmente, retomando su tono de mando.  

—Tenemos muchos heridos —responde Meryt, soltando un suspiro antes de continuar—. Los desterrados nos atacan sin descanso. Teka y los brujos han mantenido la barrera, pero sus fuerzas están disminuyendo. Necesitamos trasladarnos a un lugar más seguro antes de que los desterrados encuentren una forma de atravesarla.  

Mat asiente, comprendiendo la gravedad de la situación. Camina hacia el centro del círculo, su figura imponiéndose como si el entorno estuviera diseñado para amplificar su presencia.  

—¿Alguien ha ido a ver a mi Luna? ¿Cómo está? ¿Sus poderes le hicieron algo? —pregunta, dirigiéndose a Amet.  

—¡No sabemos su estado porque, como te dije, no deja que nadie la visite! Lo que pasó fue que todo el poder del Alfa Supremo lo tiene tu Luna, Mat. ¡Destruyó nuestra barrera de protección y, por poco, acaba con nuestra manada! —contesta Bennu, su jefe de defensa.  

—Entonces nuestro primer paso será reforzar las defensas —declara—. Necesito evaluar la situación y ver qué podemos hacer. ¿Qué tan serio es el daño que ocasionó mi Luna?  

—¡Fue terrible! —exclama el delta Horacio—. ¡Se elevó, provocando grandes tormentas eléctricas, así como tornados! ¡Dio un grito que creó una onda magnética que arrasó con todo! Si no es por sus padres, ¡no sé cómo la hubiésemos parado!  

El aire alrededor de Mat se vuelve tenso, y sus ojos dorados reflejan un torbellino de emociones, desde la tristeza y la culpa hasta la determinación. Respira hondo, intentando calmar el huracán que se ha desatado dentro de él.  

—Teka trató, pero la lanzó contra la tierra, que por poco la mata. ¡Todavía está recuperándose! —explica Merytnert y le pregunta—: ¿Qué fue lo que le hicieron para que se pusiera así, Mat?  

—¡No puedo decirles! —contesta con voz de Alfa—. Ahora, vamos a concentrarnos en trasladar a la manada a las cuevas milagrosas. ¿Para dónde quieren hacerlo?  

—Para El Labrador, en Canadá —contesta Amet.  

—¿Por qué ahí? ¡Es muy frío ese lugar! —exclama el Alfa, moviéndose inquieto.  

—¡Para escondernos de los desterrados de Isfet! —contesta Merytnert—. Así podremos recuperarnos y reorganizarnos. ¡Es un caos todo, Mat! Vamos, para que te des cuenta de lo que estamos hablando.  

Salimos todos de las cuevas, convertidos en lobos. Al ver a Mat, todos los lobos lo saludan felices. A pesar de que nadie sabe lo que le pasó a Jacking, al no verlo dirigiendo, los tenía a todos nerviosos.  

Mat abre los ojos al ver la enorme desolación. Casi todas las casas de la manada están destruidas. Los árboles alrededor fueron arrancados de raíz. El lago de la luna está seco. ¡No puede creer lo que ven sus ojos! ¡Es extraordinario el poder de su Luna!, piensa.  

Mat avanza lentamente entre las ruinas; su pelaje plateado por la luz de la luna parece brillar, intensificando su figura imponente. Los lobos que lo rodean lo observan con una mezcla de respeto y preocupación. Cada paso que da lo conecta más con el peso de su rol como líder, pero también lo enfrenta a la magnitud del caos que lo rodea.  

Merytnert camina a su lado en forma de lobo; sus ojos reflejan tristeza y, a la vez, una determinación cálida que parece sustentarlo. Sin detenerse, ella señala con su mirada las estructuras derrumbadas, las marcas grabadas en la tierra como huellas de una batalla imposible.  

—Mat, esta es la fuerza de tu Luna —dice con voz grave, mientras se pasea entre piedras y escombros—. Y también, esta es la responsabilidad que ahora tenemos.  

—No fue su intención —responde Mat, sus palabras cargadas de certeza mientras se detiene frente a lo que solía ser la casa comunal—. Debemos entenderlo antes de juzgarla. Amet, reúnan a todos los miembros de las manadas. Horacio, calcula bien las coordenadas del sitio para donde vamos. Bennu, revisa bien a todos en la manada. ¡Que no se vaya a ir ningún desterrado con nosotros!  

Los lobos alrededor lo escuchan en silencio, sintiendo el dolor y la injusticia vibrar en cada palabra del Alfa. Nadie osa contradecirlo, pero las miradas que intercambian muestran los temores que persisten. Amet se acerca por detrás, su forma de lobo esgrime lleno de paciencia tranquila.  

—Sí, mi Alfa —y se retiran, dejando a Meryt con Mat solos.  

Mat finalmente gira, posando sus ojos brillantes sobre Meryt. Son profundos, casi imposibles de descifrar.  

—Mat, ¿cómo está Ru? ¡No me mientas, quiero saber la verdad! —exige, asustada.

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