Mi corazón palpita con fuerza mientras observo a mi pequeño confrontar a Isfet. Su figura, antes envuelta en obediencia oscura, ahora irradia una luz tan pura que hace retroceder las mismas sombras de la cueva. Sus ojos, llameantes como estrellas nacientes, reflejan no solo poder, sino una sabiduría ancestral que me estremece hasta el alma, algo extraordinario en un cachorro tan joven.
—¡Pequeño, vuelve a mí! —le suplico a través de nuestra conexión mental, pero él permanece firme, inquebrantable. La energía que emana de su pequeño cuerpo es tan potente que hace vibrar las paredes de la cueva, destrozando por completo los restos del hechizo que antes nos aprisionaba. Isfet grita, desesperada, con furia y un miedo que jamás había mostrado, mientras lanza una descarga de magia negra tan densa que parece absorber la luz a su alrededor. Mi pequeño Alfa Sup