Las palabras resuenan en su mente con eco, como si fueran una orden imposible de cumplir. Merytnert baja la mirada hacia Héctor, y el peso de su amor le exige algo más fuerte que el miedo: una decisión.
—¡Meryt, cálmate! ¡Te diré qué hacer! —dice Amet, que va en busca del libro sagrado—. Acuéstalo en la cama. Meryt, tienes que quitarle toda la ropa, la tuya también. Acostarte encima de Héctor. Une los diamantes de sus frentes y transmítele la energía del rayo. Eso hará que todo el veneno de los vampiros salga. —¿Estás seguro, Amet? No sé cómo hacerlo. ¡No sé cómo funciona! ¿Y si... y si lo daño más? —exclama entre sollozos mientras pasa una mano temblorosa por el rostro de su esposo. —¡Sí, Merytnert, estaremos aquí de espaldas a ti, por si pasa algo! ¡No tengas miedo y hazlo rápido! —asegura Horacio. —Está bien —acepta, con un hilo de voz—. Pero si todo sale mal… —No va a salir mal —la interrumpe Bennu, confiado—. Creemos en ti. Bennu y Horacio desvisten a Héctor colocándolo en la cama. Dan la espalda para no ver a su hermana desnuda. Ella cierra los ojos por un instante, buscando en su interior ese vínculo con su poder. Se concentra más, siente un calor en su pecho, y su energía comienza a salir. —¡Está funcionando! —exclama Amet, visiblemente esperanzado. Merytnert, temblando, hace lo que le dijo Amet. Se siente feliz cuando ve que, de las heridas de Héctor, comienza a salir un líquido verde y estas cierran. Héctor abre los ojos. Meryt se viste rápidamente. Guiada por sus emociones y el amor hacia Héctor, finalmente desata una corriente generalizada. Todo su cuerpo se ilumina con la luz blanquecina de la electricidad que se extiende pura. Una chispa atraviesa el aire, y su magia, su poder, finalmente se conecta con el cuerpo de Héctor. El impacto es inmediato: Héctor gime levemente, su cuerpo reacciona, y el color comienza a regresar lentamente a su rostro. —¡Lo estás logrando, Merytnert! —gritan todos al unísono. Finalmente, se detiene. Exhausta, cae de rodillas junto a Héctor y lo observa, esperando que todo haya valido la pena. La sala queda en silencio por un momento eterno, hasta que Héctor, con esfuerzo, abre los ojos. —Meryt… —susurra él con voz débil, pero clara. Las lágrimas de alivio y alegría brotan de todos, pero especialmente de ella. Todo el dolor, toda la incertidumbre y el miedo cedieron ante el milagro que acaba de ocurrir. Héctor está vivo. Y Merytnert ha logrado desbloquear un poder que podría cambiar el destino de su manada. —¡Resultó, chicos, resultó! —exclama emocionada. —Por poseer el poder que tienen ustedes dos, pueden curarse de esa manera, uno al otro. Pero solamente entre ustedes —explica Amet, todavía con el libro sagrado en sus manos. —¡Todavía nos falta un mundo por aprender de nuestros poderes! ¡Ru continúa dormido, y la guerra no me deja tiempo libre! —exclama ella, dejándose caer al lado de su esposo. —No te preocupes, Meryt. ¡Nos tienes a nosotros! —dicen el Beta, el Delta y el Celta al mismo tiempo. —¡Gracias, chicos! —y de inmediato pregunta—. ¿Qué pasó con los desterrados? —¡Los eliminamos a todos! —dice Bennu de inmediato. El eco de la risa nerviosa de Merytnert se mezcla con la de todos, compartiendo la misma alegría y alivio. Héctor, aún débil, intenta sonreír a su esposa mientras asiente con la cabeza, agradecido por el esfuerzo conjunto. —Bueno, Meryt, ahora vamos a ver si logramos hacer que Mat tome el control —dice Amet, esperanzado al ver el poder de la princesa. —Héctor querido, quédate aquí descansando —le pide ella, besando suavemente sus labios—. Cuando termine, vendré por ti. Todos se dirigen a las cuevas medicinales. Jacking se encuentra en la central, junto al manantial de la vida. Está sumergido en agua burbujeante. Meryt lo besa en la frente, con los ojos llenos de lágrimas. —¡No es justo, acabo de encontrar a mi hermano después de cientos de años, y su Luna me lo arrebata! —exclama tristemente sin dejar de acariciar la cabeza de su querido y único hermano, el Alfa Supremo. —¡Calma, se va a recuperar, ya verás! —asegura el Beta Amet. La intensidad en los ojos de Meryt, llena de amor y desesperanza, contrasta con el suave brillo del manantial que envuelve el cuerpo de Jacking. La luz titilante del agua burbujeante parece danzar alrededor de él, como si intentara ofrecerle algo de consuelo o prometerle una recuperación que todos desean con fervor. —¿Qué hacemos ahora? —pregunta Merytnert, imaginando que deben hacer una gran ceremonia. —Vamos a llamar a Mat con nuestros lobos —dice sencillamente Amet, para incredulidad de Merytnert, que no sabe si está hablando en serio, por lo que el Beta continúa explicando—. Meryt, cuando éramos niños hicimos una promesa. Tú no debes recordarla porque eras muy pequeña. Pero fue una promesa sellada con nuestra sangre. —¡No me acuerdo de eso! —niega ella, asombrada—. ¿Qué dice esa promesa que crees que lo pueda despertar? Ella lo mira con los ojos empañados y espera. El amor por su hermano pesa más que el temor a fallar; sabe que no puede darse el lujo de dudar. Se arrodilla frente a la piscina donde descansa su hermano; lo mira con el dolor de verlo de esa manera. —En esa promesa juramos que siempre que alguno de nuestros lobos fuera llamado por todos nosotros juntos, debía aparecer —sigue explicando el Beta—. Mat está en depresión, por eso no aparece. Pero no creo que deje de cumplir su juramento. —¡Ojalá resulte! —exclama, esperanzada—. ¿Qué debemos hacer? —Convertirnos en lobos, rodear a Jacking y aullar llamándolo. Todos los lobos de la manada nos escucharán y harán lo mismo. Mat no puede rehusarse a aparecer. Es el Alfa Supremo de todos los lobos —termina de decir Amet, convirtiéndose en su lobo Ammyt. Meryt respira profundamente, permitiendo que la magia fluya a través de ella. Se concentra en el poder que reside en su interior y se convierte en su loba. Los demás se transforman también. —¿Y si era tan fácil, por qué no lo hicimos antes? —pregunta, todavía dudosa, Merytnert. —Porque estábamos esperando la luna llena —contesta Amet—. También teníamos la esperanza de que el Alfa despertara solo. ¿Preparados? —¡Listos! La noche es fría, es noche de luna llena. La nieve lo cubre todo con su manto blanco. Los quejidos de algunos heridos rompen el silencio. No hay risas, no hay cantos, solo silencio. Un coro de cuatro aullidos potentes se eleva en la noche, cuando la madre Yat se encuentra en lo más alto del cielo. Pero no es un aullido cualquiera. ¡Es un llamado a su Alfa Supremo! Todos los lobos salen de sus refugios y se sientan, levantando sus cabezas hacia la luna, lanzando el aullido de llamada. Cada vez son más las voces que se unen al coro. Es un aullido largo y lastimero. ¡Un aullido de auxilio! Cuando comienza a apagarse, ante la falta de respuesta de su líder, ¡Un aullido feroz hace retumbar la tierra! ¡El Alfa Supremo ha despertado!