No he vuelto a salir después de mi pelea con mi Alfa. Nos trasladamos con mis padres a una cueva muy profunda y medicinal. Colocamos a mi mami en una burbujeante fuente termal. Está más que delicada; perdió el conocimiento. Por mucho que he tratado de sanarla, no lo logro. Cierro la entrada de la cueva y me niego a ver o recibir a nadie. Así nos pasamos los días sin tener conexión alguna con el exterior. No sabemos lo que está pasando en la manada.
Mi padre me mira todos los días sin decirme nada. Pero yo sé lo que quiere. No lo voy a negar, yo también lo quiero. Quiero salir corriendo a llamar a mi Alfa para que me ayude a sanar a mi mami. Pero mi padre me ha dicho que está inconsciente. Por poco lo mato. Ast está muy molesta conmigo; ella no me entiende. Practico el autocontrol con mi padre todos los días, pero hay algunos poderes que debo practicar con el Alfa Supremo. El otro día, por poco mato a mi papá por la falta de control. Ast hoy ha estado muy inquieta. Sentimos los aullidos de todos los lobos. ¡Me asusté mucho! Porque en alguna parte leí que eso pasa cuando muere su Alfa. ¡Mi corazón se contrajo de miedo! ¡Estoy molesta con mi Alfa, pero lo amo! El gran amor que siento por él está presente. Salgo a caminar por dentro de las cuevas cuando siento un gran movimiento. Corro adonde están mis padres. Mi papá ha sacado a mi mamá de la fuente y la acostó en la cama. La cubre con su cuerpo, protegiéndola. Yo me acerco y hago lo mismo. Es como si estuviera ocurriendo un temblor de tierra. —¿Qué es lo que está pasando, papá? —pregunto asustada. —Me parece que el Alfa Supremo nos está trasladando —contesta muy serio mi padre. —¿Cómo? —No tengo idea de lo que dice. Mi padre me mira por unos instantes antes de contarme que el Alfa Supremo tiene el poder de trasladarnos en tiempo y espacio, hacia donde decida. Y luego me mira con sus ojos casi rojos. —Y hace muy bien, porque tú acabaste con la barrera que nos defendía. ¡Tenemos que ocultarnos! ¡O acabarán con nosotros! —me encojo asustada y bajo la cabeza ante él. —¡Perdón, papá! ¡No sabía lo que hacía! ¡Me molesté tanto que mis poderes se descontrolaron! —trato de que entienda, pero sé que esa disculpa no es suficiente para el desastre que ocasioné. —Lo sé, hija. No me has querido decir el motivo. Sospecho que tuvo que ser algo muy grande para que lo hicieras —dice con un pequeño gruñido que me indica que se está conteniendo. El temblor se intensifica; las paredes de la cueva vibran y pequeños fragmentos de roca caen sobre nosotros. Siento la energía alrededor cambiar, volverse más pesada, más densa, como una ola de fuerza que presiona contra nuestro espacio. Mi padre gruñe, su mente alerta y protectora, mientras mi madre, inmóvil, sigue bajo el cuidado de ambos. Bajo mi cabeza. ¿Cómo explicarle a mi papá lo que pasó con Jacking? ¡Que me engañó y se burló de mí! “¡No, Isis, no lo hizo!” Escucho a la traidora de Ast en mi cabeza. “¡Tú cállate, no quiero hablar contigo!” le digo a la traidora de mi loba. “¿Dejarás morir a nuestro humano, Isis? ¿También a nuestra madre?” pregunta Ast, tratando de hacerme reaccionar. “¡Dije que no quiero escucharte!” cierro el link para no escucharla más. ¡Tengo miedo, mucho miedo! ¡De que muera mi madre! ¡De que muera mi Alfa! Pero, ¿qué puedo hacer si Jacking está inconsciente? ¿Podría curarlo? Después me vengaría. —Isis, Isis, hija, ¿me escuchas? Ayúdame; pon tus manos sobre tu madre y usa tus poderes para reforzar la protección. No podemos dejar que la energía nos alcance directamente —ordena mi padre con voz firme. Obedezco sin cuestionar, aunque mi corazón late descontrolado por la intensidad del momento. Mis manos tiemblan cuando las coloco sobre mi mami, intentando canalizar algo de la fuerza que aún no sé cómo controlar completamente. Cierro los ojos, dejando que mi espíritu se conecte con el calor de la fuente que aún burbujea débilmente en la cueva. —Disculpa, papá, Ast me estaba hablando —susurro y hago todo lo que me dice. —Isis, no sé qué problema tengas con tu loba Ast. Pero tienes que dejarla salir a correr. ¡Se pasó muchos años encerrada! ¡No es justo que no la dejes salir! —exige mi padre con firmeza. Digo que sí, pero no puedo evitar sentir el miedo ahogándome. ¿Cómo estará mi Alfa? Si está trasladándonos, ¿hacia dónde? Mi padre permanece alerta, su mirada fija en mí mientras refuerza el escudo de energía que ambos hemos levantado alrededor de mi madre. —Está bien, papá; cuando termine aquí, la dejaré salir a correr un poco —acepto porque mi loba tiene que desarrollarse y practicar. Sé que mi papá tiene razón. Mi loba no me dijo nada, pero ella no es la culpable. Era una niña de cinco años. ¡El malo fue mi lobo! ¡Que la engañó! La hizo prometer que no me lo diría. ¡No entiendo todavía! ¿Cómo es que no me di cuenta de que Jacking era el humano de mi Alfa? ¿Por qué no me lo dijo? ¡Tantas veces que le dije que estaba enamorada de él, que lo amaba! ¿Sería divertido burlarse de mí, engañarme? ¿Por qué lo haría? ¿Cuál es el motivo por el que me lo ocultó? ¿Por eso me hizo prometerle que lo escuchara antes? ¡No puedo cumplir esa promesa! ¡Él me engañó! ¡Jugó conmigo en mi cara! ¡Casi me violó! ¡No! ¡Nunca lo voy a perdonar! —Ast, Ast —la llamo, pero no me responde—. Ast, dale, coge el control y sal a correr. —¿En serio, Isis? —pregunta emocionada—. ¿Puedo salir a correr todo lo que quiera y adonde yo quiera? —Sí, te autorizo a cortar el link, para que te diviertas —le digo, sintiendo lo feliz que eso la hace—. No voy a saber lo que haces. Pero pórtate bien. Es muy cómico saber que tenemos la misma edad, pero Ast se sigue comportando como una niña pequeña, pidiéndome permiso para todo. Me ha sido fácil dominarla por eso—. ¡Pero no nos metas en problemas! Recuerda que el Alfa Supremo nos trasladó a otro lugar. —¡No lo haré, Isis, te lo prometo! —me convierto en loba y Ast coge el control.