5. SEXO Y ACUSACIONES

Solo necesitó acariciarme con la mirada para que mi intimidad se humedeciera. Su peligrosa imagen trajo recuerdos de momentos tan específicos de aquella noche que no pude menos que morder mi labio inferior para no hacer algún gesto más raro. Estoy excitada y el hombre que se acerca lo sabe, lo siente, lo huele.

Mi mirada cae, pero fue peor. Sin querer miré directo a esa parte de su anatomía responsable de que hoy no exista virtud que entregar. Debí cerrar los ojos, dar media vuelta y salir, pero no. En vez de eso me quedé estática, incapaz de mover un solo músculo.

Llegó hasta mí con aquella seguridad que lo caracteriza y entonces mi vista afortunadamente cambia de ubicación a su pecho. Él sigue la línea nueva de mi mirada y se da cuenta de que detallo sus cicatrices. Pese a las marcas de lucha grabadas en su cuerpo, es bello.

—Lame mis cicatrices.

Su orden me encuentra con las defensas en el piso. Fue casi como hipnosis. Mis dedos rozaron la primera marca y mis pies se empinaron para dejarme llegar a ella. Mi lengua húmeda y caliente sintió primero lo fresca de su piel y luego el cambio de la textura en la zona. Cerré los ojos y solo me dejé llevar. La yema de mis dedos se deslizaban con suavidad indicándome dónde estaba la siguiente para repetir el procedimiento, una y otra vez.

¡Maldita sea, sí que lo estaba disfrutando! No entiendo el porqué.

Es como si un velo me impidiera ver lo que tengo al frente, sé que hay una explicación, pero no la alcanzo.

Pronto mis dedos no encontraron más cicatrices en esa zona, pero cuando me disponía a hacer lo mismo con su espalda... una nueva orden llegó:

—Desnúdate. Te quiero en la cama.

¡Lo deseo y no quiero!

Mi corazón late acelerado y mi respiración se está volviendo errática. Sentí la urgencia en su voz, su deseo por mí y no hubo forma de negarme. Cuando me doy cuenta ya estoy en esa cama, ansiosa, nerviosa, anhelante. Cuánta arrogancia hay en esa sonrisa ladina, cuan seguro estaba de que no me negaría.

Mi ropa adorna el suelo como seguramente lo ha hecho la ropa de tantas otras antes y aunque odio ese pensamiento, no soy capaz de oponerme a sus deseos.

Quisiera decir que no lo disfruté, pero sería mentir y qué sentido tiene mentirme a mí misma. La temperatura de su cuerpo cambió al tocar el mío, fue casi como fuego contra fuego. Sus manos secundadas por sus labios recorrieron cada parte de mí como si le perteneciera y entonces un mal pensamiento me atravesó. "Por este instante soy suya y él es mío".

—Separa las piernas —ordenó dejándome ver en toda su gloria lo preparada que estaba su intimidad para invadirme.

Bajé saliva con dificultad sintiéndome vulnerable y eso sin duda se reflejó en mis ojos.

—Tranquila. Ya no es tu primera vez, y te prometo que será mucho mejor.

Lo sentí entrar poco a poco, deslizarse con movimientos lentos a la vez que atendía aquel botón mágico entre mis piernas y poco después el placer explotó en mí, haciendo que su ritmo cambiara drásticamente. No tuve tiempo de reponerme, lo sentí todo en mi interior. Mis brazos lo rodearon y mis gemidos salían sin pudor y sin intentar evitarlos ante los movimientos enérgicos y profundos de este hombre.

Me sentí enloquecer cuando lamió mi cuello en aquella zona en que algún día mi pareja pondrá su marca.

—No permitiré que nadie más te toque. No lo olvides— dijo con la voz más ronca y sensual que he escuchado.

¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! Me repetí ante el nuevo absurdo pensamiento. Pese a sus palabras, eventualmente este momento pasará. No debo generar sentimientos ni esperanzas con este hombre.

A menos que fuera su mate, esta es su naturaleza.

Mis dedos se hundieron en su carne tratando de encontrar un poco de control ante lo devastadoras de las sensaciones que me genera y que ahora sí recordaré en plenitud.

Fue terrible. Pues así como aquella noche, sentí el instante en que mi parte Omega se liberaba y le exigía más.

✿︶︶︶︶︶︶✿

No fue fácil escabullirme de los brazos del Alfa Zayden, pues para iniciar no estaba segura de querer hacerlo. Al salir de la habitación aunque respiré con un poco de tranquilidad, esta duró poco al cruzarme con varias de las sirvientas quienes evidentemente saben lo que acaba de ocurrir.

Trato de ignorarlas y tomo el celular para enviarle un mensaje a Brina.

—Es urgente, ¿podemos hablar? —le envío en el mensaje.

Su respuesta demora unos minutos en llegar.

—Estoy por terminar audiencia, te llego a tu casa.

Observo con resignación la pantalla. No me queda de otra más que esperar. Al llegar a casa lo primero que veo es el vehículo de alta gama de Cade estacionado al frente.

Si quería hablar conmigo, ¿por qué no me llamó primero? ¿Acaso quería hablar con mi hermana también?

No soy capaz de entrar inmediatamente. Me quedo afuera un rato tratando de llenarme de valor para verlo hasta que me doy cuenta de que mi actuar es tonto. Él falló primero, y con mi hermana. Es él quien debería estar nervioso o apenado... yo solo debo recibir las disculpas y pedirle que cancele el compromiso. Punto.

Al ingresar a casa el panorama es muy distinto al que esperaba.

—¿Cómo pudiste hacerle algo así a tu familia? —me recrimina mi padrastro.

Los miro atónitos a todos sin comprender. Cade me mira con reproche, mientras que mi hermana esconde su rostro con las manos. La escucho sollozar.

—Drogaste a tu hermana para que sedujera a tu prometido. ¿Qué querías lograr? ¿Romper el compromiso? ¿Era eso? Nunca volverás a tener una oportunidad tan generosa como la que te había ofrecido Alfa Cade —gritó el hombre agarrándome con fuerza del brazo.

—Suéltame, me lastimas —fue lo único que alcancé a decir antes de escuchar el llanto desgarrador de mi madre.

—¿Ves como está tu madre? Es por tu culpa —sigue vociferando.

—Yo no hice nada. Fueron ellos. Mamá, créeme —digo con voz suplicante tratando de mirarla.

¿Cómo pueden creer algo así de mí? ¿Drogarla? Zaira es mi hermana.

Volteo a ver a Cade con incredulidad.

¿Por qué hace esto?

En ese momento suena el timbre y todos se paralizan mirando hacia la puerta, así que yo aprovecho para zafarme y llegar a ella. Encuentro a Brina, quien me observa con cara de sorpresa para luego mirar hacia el interior de la casa.

—Ella no tiene nada que hacer aquí, que se vaya —dice Cade desde el fondo.

Me abrazo a mi amiga y de forma atropellada le digo todo.

—Tú eres una abogada, sabes que eso es un delito y grave, merece el destierro.

—¡No! —grita mamá con el rostro bañado en llanto.

—Quiero las pruebas, los análisis de sangre, la grabación en el que se vea que Lyra hizo eso, algo. Les aseguro que si no los tienes y tratas de perjudicarla te destrozaré en un tribunal —dijo con rabia contenida mi amiga.

—Soy un Alfa, no podrás ganar —dice con suficiencia Cade— pero si Lyra se disculpa conmigo, yo podría olvidar lo que pasó y continuaríamos adelante justo dónde lo dejamos.

No podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Cuál cree que fue el motivo por el cual se creó la ley lycan, Alfa? Ya no estamos en los tiempos de nuestros abuelos, cuando lo que un Alfa regular decía, era ley.

Cade dejó salir su aura Alfa. Se supone que solo debemos dejar salir nuestras auras cuando la ocasión lo amerite y en este caso no tuvimos más opción que agachar la cabeza y mostrar nuestro cuello en sumisión.

Podía ver los puños apretados de Brina mientras lo hacía.

—Esto aún no termina —dice Cade al pasar por mi lado— nos volveremos a encontrar.

Al salir de la casa, la orden se anula y podemos volver a movernos.

—Puede que te salves porque aquí no hay pruebas, pero estoy seguro de que aparecerán y cuando lo hagan más te vale que estés preparada —dijo mi padrastro— pero por el momento, de ahora en adelante dormirás en la habitación de la criada.

Es inaudito.

¿Por qué resulté ser yo la mala?

¿Y Zaira?

¿Nadie duda de ella?

Brina me apoya cuanto puede, pero a la final debe irse y yo quedo sola en esta casa. Mi habitación está vacía y ahora mis cosas están tiradas por todas partes en la pequeña habitación que alguna vez perteneció a la criada.

Terminé mucho más agotada de lo que ya estaba. Al otro día me levanté con ojeras tan grandes que debí usar mucho maquillaje. Dos días después, las acciones de la familia de Cade se desplomaron. Eso causó mucho revuelo entre la sociedad Lycan y a mi en lo personal me hizo sentir bien. No es ni por asomo lo que en verdad merece, pero es algo.

He estado evitando los tiempos a solas con Zayden y las triquiñuelas extras de las criadas, pero no hubo forma de estar preparada para la terrible acusación lanzada por Aria, la enviada de la manada Luna de plata.

—Fue ella, ella tomó mi brazalete —dijo señalándome tras ingresar al despacho del Alfa con dos centinelas a su espalda.

La acusación cayó como un trueno en la habitación. Y todas las miradas giraron hacia mí.

Mi voz quedó atrapada en mi garganta, mientras sentía cómo el peso de la desconfianza volvía a aplastarme. No entendía qué estaba pasando, pero una cosa era clara: me estaban tendiendo una trampa, otra vez.

El Alfa Zayden dio un paso al frente, su expresión completamente inescrutable.

—Lyra —dijo con voz baja, profunda—, defiéndete... o acepta las consecuencias.

Su amenaza quedó suspendida en el aire, y yo supe, sin lugar a dudas, que mi mundo estaba a punto de romperse en pedazos otra vez.

Y esta vez, no habría nadie que pudiera salvarme.

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