8. BRINA: CARTAS SOBRE LA MESA
El motor rugió con fuerza mientras el vehículo se deslizaba por las solitarias calles que conectaban el territorio ancestral de la manada con la ciudad. Lyra, mi amiga, iba con el rostro pálido, sujetándose del asiento con evidente terror.
—Baja la velocidad, por favor —me suplicó.
Aflojé el acelerador solo porque la quiero, no porque quisiera hacerlo. La verdad es que no eran las ruedas las que corrían, sino mi mente y mi corazón. Aún sentía la marca ardiente en mi cuello, una comezón deliciosa que se mezclaba con el recuerdo de sus besos. Clark Morrys. Mío. Y yo suya. Eso ya era un hecho.
Tanto por hablar, tanto por decidir, y sin embargo lo único que deseaba era que el tiempo se estirara un poco más.
—¿Estás segura de que lo tomará bien? —preguntó Lyra cuando la dejé en su casa aquella tarde.
Le sonreí, aparentando una seguridad que no sentía del todo.
—Tiene que hacerlo. No creo que quiera problemas con Clark —respondí, con una confianza que buscaba convencerme también a mí—. Mi p