El motor rugió con fuerza mientras el vehículo se deslizaba por las solitarias calles que conectaban el territorio ancestral de la manada con la ciudad. Lyra, mi amiga, iba con el rostro pálido, sujetándose del asiento con evidente terror.
—Baja la velocidad, por favor —me suplicó.
Aflojé el acelerador solo porque la quiero, no porque quisiera hacerlo. La verdad es que no eran las ruedas las que corrían, sino mi mente y mi corazón. Aún sentía la marca ardiente en mi cuello, una comezón deliciosa que se mezclaba con el recuerdo de sus besos. Clark Morrys. Mío. Y yo suya. Eso ya era un hecho.
Tanto por hablar, tanto por decidir, y sin embargo lo único que deseaba era que el tiempo se estirara un poco más.
—¿Estás segura de que lo tomará bien? —preguntó Lyra cuando la dejé en su casa aquella tarde.
Le sonreí, aparentando una seguridad que no sentía del todo.
—Tiene que hacerlo. No creo que quiera problemas con Clark —respondí, con una confianza que buscaba convencerme también a mí—. Mi pareja es el Beta de los Betas.
—Sí, pero Víctor sigue siendo un Alfa, aunque no sea un líder de manada.
Víctor... mi socio. Nunca formalizamos nada, pero nos entendíamos. En negocios y en la cama. Lo nuestro eran copas al final de la jornada y sexo sin compromiso. O eso pensaba. Hoy, sin embargo, eso terminó. Y no le pedí su opinión. No tenía por qué hacerlo. Aun así, sabía que su orgullo de macho Alfa no saldría ileso.
—No importa. Solo pasábamos un buen rato —corté la conversación al encender de nuevo el motor.
Mi primera parada fue la casa de mis padres. Ni siquiera crucé el umbral cuando mamá salió a mi encuentro con los ojos bien abiertos.
—Oficialmente, ya no tienes que preocuparte por mí —dije al abrazarla.
—Esa no es la marca de Víctor. No reconozco ese olor —afirmó, frunciendo el ceño—. ¿Quién es? Tu padre se va a volver loco si no es, como mínimo, otro Alfa o alguien de familia poderosa. Sabes lo que ha soñado para tu futuro.
Entré a la casa sin responder, y ella me siguió con su discurso habitual. Siempre empujándome a ser la mejor, a tener lo mejor. No era un mal consejo, pero repetido en cada visita, agotaba. Ya lo había asumido como parte de mi camino. Finalmente, hice una pausa en su parloteo.
—Clark Morrys. Y sí, ese Clark Morrys —dije, con una sonrisa ladeada.
Su expresión cambió por completo. Se sentó a mi lado, visiblemente impresionada.
—¡Clark Morrys! ¡Ese Clark Morrys!
La alegría le desbordaba. Sabía que papá también se pondría feliz. Y aunque estaba dispuesta a defender mi elección ante ellos, me alegraba no tener que hacerlo. Cuando mi padre llegó, fue mi madre quien no pudo resistirse a contarle todo. Mejor así. Evité el drama inicial.
A pesar de todo, tengo buenos padres. Jamás me habrían obligado a unirme por interés, pero como buenos Betas, llevan la eficiencia en la sangre. Me comprometí a presentar a Clark pronto.
—¿Y Víctor? —preguntó mi padre cuando la conversación cambió de rumbo.
—Te cuento mañana —respondí, dándole un beso en la mejilla antes de salir hacia mi apartamento.
Clark estaba por llegar. Me preparé: una ducha, ordenar un poco y cocinar algo sencillo pero sabroso. No era noche para cenas lujosas. Era noche de intimidad, de palabras y de dejar que su aroma se impregnara en cada rincón de mi espacio. En mi cama. En mi cuerpo.
Una notificación en el teléfono. Esperaba leer su mensaje, pero era de Víctor.
—Quiero verte. ¿Vamos por unas copas?
Una punzada de culpa me recorrió. No teníamos nada, pero incluso en esa nada había un "algo". Algo sin nombre, pero que existía.
—No puedo. Hablamos mañana en la oficina. Pasó algo importante para mí.
Mientras escribía, apareció el mensaje que quería:
—Estoy abajo.
Volví al chat con Víctor. Él insistía:
—¿Estás en tu apartamento? Puedo pasar si lo necesitas.
Y luego:
—Llego en quince minutos.
No. No quería más complicaciones.
—No. Mañana —fue mi último mensaje.
Pasé al chat con Clark:
—Anúnciate. Ya tienen tu nombre.
Corrí al ascensor y, al abrirse la puerta, me lanzé a sus brazos. Me recibió con sorpresa y un beso que me dejó sin aliento.
—Tendremos que trabajar tu espontaneidad —dijo entre risas, sin soltarme.
—Hay cosas que no se piensan. Se sienten —le guiñé y lo conduje al apartamento—. Bienvenido a mi santuario. No es tan lujoso como el tuyo, pero es mío.
Vi en sus ojos que le gustaba. Intenté apartarme, pero me atrajo con fuerza.
—No voy a escapar —le aseguré, adivinando su temor—. Esta noche quiero que este lugar huela a ti.
—Soy meticuloso, Brina. Disciplando. No actúo por impulso. Pero contigo... contigo mis reglas no funcionan.
Tomó mi rostro entre sus manos y me miró con una intensidad que me hizo estremecer.
—Supe desde el primer instante que no podía dejarte ir. Eres mía —dijo con una vibración en su pecho que me envolvió por completo.
Otra notificación. Ignorada. Este momento era mágico. Su mirada oscura podía intimidar a otros, pero a mí me calmaba. Solo yo vería esos matices de ahora en adelante.
—¿Hay posibilidad de vivir aquí? —pregunté con una sonrisa traviesa.
—Mi lugar es junto a Zayden. Soy su mano derecha. Ven conmigo a la manada. También allí se valorará tu trabajo.
Mi loba interior quería decir que sí. Pero mi parte humana dudaba.
—No puedo dejar todo así. Tengo una sociedad, una vida. Dame un par de semanas...
Me interrumpió:
—Ser mi pareja implica obligaciones con la manada. Te doy dos semanas. El consejo no tolerará más.
Lo sabía. Me lo enseñaron en la academia. Justo cuando iba a replicar, una llamada entrante cortó el silencio.
Suspiré, aceptando lo inevitable.
—Más te vale ayudarme a empacar. Y ni sueñes con que venderé este apartamento. Tiene historia.
Aceptó. Compartimos un par de acuerdos sobre mi nueva vida. Mientras cenábamos, el timbre sonó.
Era el olor de Víctor.
—¿Quién es él? —preguntó Clark con seriedad.
—Mi socio. Y hasta hace unas horas, mi casi algo —confesé.
Sus ojos se volvieron dorados. Se dirigió a la puerta con paso decidido. Al abrir, Víctor ya había convocado su parte Lycan.
—Ella es mía. Aléjate —gruñó Clark, su aura volviéndose letal.
Víctor respondió con la misma energía.
Y sin buscarlo, una pelea por mí estaba a punto de comenzar.
Nunca antes había sentido que Víctor intentara imponer su aura, pero incluso así, no se acercaba al impacto de la de mi Mate. Ambos comenzaban a transformarse, y antes de que terminaran destrozando mi apartamento, intervine con voz firme:
—Si arruinan mi hogar, les juro a los dos que encontraré la manera de hacerlos pagar.
Sé que mi aura no puede compararse con la suya, pero no soporto que me ignoren. Mucho menos que actúen como si tuvieran derechos sobre mí. Sí, yo elegí a Clark. Es mi pareja, mi decisión. Pero eso no le da permiso para atropellar a Víctor, quien claramente está dolido y aún no ha tenido tiempo de procesar lo que su olfato le está confirmando.
El pelaje oscuro que asomaba en Clark desaparece lentamente, al igual que el resplandor miel que había teñido los ojos de Víctor.
—Esperaba poder hablar contigo mañana —dije, colocándome entre los dos—. Clark es mi Mate. Ya tomé mi decisión.
Víctor no respondió. Se limitó a dar media vuelta y marcharse.
No sé por qué tenía que terminar así. Quizás nunca lo sabré. Pero lo importante es que, al menos por mi parte, las cartas ya están sobre la mesa.
—¿Hay alguien más de quien deba preocuparme? —pregunta Clark, con los celos todavía asomando en su voz.
—Ya te lo dije —respondí, tomándole la mano—. No tienes de qué preocuparte. Ahora eres el hombre más importante en mi vida.
Sus feromonas están disparadas y definitivamente ya empezó a marcar mi hogar. Su olor es embriagador y si le sumo aquel despliegue de poder que acaba de mostrar, fue casi como un afrodisiaco instantáneo. Me jala hacia él y su boca impacta con la mí. Lo siguiente que siento es que mi ropa es destrozada y que este encuentro es más enérgico que el anterior.
Posesividad. Clark la tiene alborotada y sé que estará por algunos días así. No puedo cambiar su estado, es normal los primeros días tras la marcación, así que disfrutaré de todo lo disfrutable por el momento.
════ ∘◦❁◦∘ ════
Solo con amenazas logré que me dejaran ir sola a la oficina, pero no encontré a Víctor en los dos días siguientes. No tengo idea de dónde está, y eso me inquieta un poco. Sin embargo, decidí enfocarme: me preparé para mis últimas audiencias antes de cerrar el ciclo del negocio al que tanto esfuerzo, tiempo y pasión dediqué.
Por ahora, Clark se queda conmigo. Viaja a diario hasta la manada, como lo hace también mi amiga. Fue así como, tras una invitación poco opcional, llegué a la casa de la manada, me instalé en la habitación de Clark y me uní a la ceremonia de selección de Luna. Más por cortesía que por convicción.
Y fue una pesadilla.
Entre las candidatas estaba Lyra. Mi Lyra. La misma que ni siquiera ha despertado su parte lycan. Sé cómo es; jamás se habría ofrecido voluntariamente. Y esas chicas... la destrozarán. No solo física, sino emocionalmente.
—Cálmate —me dijo Clark, sentado a mi lado—. Ella no está en peligro, de verdad.
Lo miré fijamente, escudriñando su expresión. Había algo que no me decía. Algo que deliberadamente omitía, y eso me hirvió la sangre. Él sabía lo importante que es Lyra para mí. Sabía que debió contarme.
—Lyra tiene esencia Omega, pero su loba se ha negado a emerger —le dije, tratando de explicarle lo que él parece no ver—. Estar ahí, en esas condiciones, debe ser aterrador.
Mi mirada se dirigió al Alfa Zayden con una mezcla de decepción y determinación. No pienso dejar pasar esta oportunidad para hablar con él. La imagen que tenía de su liderazgo, del hombre que supo acercarse a mi tímida amiga, se acaba de desplomar por completo.