10. AUTOENGAÑO

Saber que Lyra es como las otras mujeres me obligó a abrir nuevamente los ojos. No me había dado cuenta de que los tenía cerrados. Solo puedo concluir que subestimé el lazo. Y eso no volverá a pasar.

Necesito encontrar la manera de retomar el control. Bajarla de ese pedestal en el que —aparentemente está.

¿Cree que me tiene en sus manos? Que por el simple hecho de ser mi Mate voy a rendirme ante ella sin condiciones... Está equivocada. Y me voy a encargar de que lo entienda.

Aunque me desagrada la idea de elegir pareja en una ceremonia pública, decidí ceder ante la insistencia del consejo. Pero esta vez, con una intención más estratégica: hacer de esto un espectáculo. Quiero que Lyra vea a sus competidoras, que sienta la presión, que reconozca —aunque sea tarde— el privilegio que es que yo la mire.

Clark se sirve un trago y se sienta frente a mí. No era solo una visita informal. Lo invité a beber para entender su razonamiento. Marcar a una desconocida, ¿en qué estaba pensando? Pero cada palabra suya refuerza mi incomodidad. No se arrepiente. Está convencido de su decisión. Hará lo que sea por ella.

—Está claro que ella no es una más para ti —me lanza, directo—. La obligaste a entrar a la competencia. Si voy a meterme en problemas con mi pareja, lo mínimo que merezco es la verdad.

Me lo dice sin levantar la voz, pero con esa firmeza que siempre ha tenido. Clark no es alguien a quien se le pueda mentir con facilidad. Y es tan malditamente leal que, aun sabiendo que algo no cuadra, ha respetado mis silencios.

—¿Qué pasa realmente con la Omega? —pregunta Clark.

—¿A qué te refieres? —pregunto tratando de evadir el tema real con Clark— Sabes que si estuvo en mi cama, tiene el derecho de participar.

—No olvides con quien estás hablando —afirma tras servir un nuevo trago y sentarse frente a mí.

Lo invité a beber. Quería escuchar su versión de la locura que acaba de cometer: Marcar a una desconocida. Pero sus respuestas solo me hacen sentir más inquieto. No se arrepiente y está decidido a darlo todo.

—Es evidente que ella no es una más. La obligaste a ingresar a la competencia. —me enfrenta con la mirada antes de continuar—. Si me voy a meter en problemas con mi mate, lo mínimo que necesito saber es la verdadera razón.

Está tan serio como siempre. Es tondo seguirle ocultando la verdad. Sabe que algo pasa, solo que es tan malditamente confiable que estaba respetando los límites hasta que estos lo tocaron.

—No me agrada que sean mejores amigas —digo por fin— es mi Mate.

Su ceño se frunce y me siento juzgado. Después de eso no me queda más opción que contarle la historia.

—¿Acaso has perdido el juicio, amigo? Ella es el milagro que tanto has pedido. Esa mujer sí podrá darte la familia que tanto deseas, podrá darte un hijo.

Sé que tiene razón. No lo niego. Lo sé con cada fibra de mi ser.

Pero saberlo no lo hace más fácil.

Desde la muerte de mi esposa, mi mundo se volvió una mezcla de vacío y obsesión. La herida de perderla jamás sanó, solo se cubrió con capas de rencor, desinterés y luego me obsesioné con tener descendencia... así no volveré a estar solo, su ausencia dolería menos.

Probé de todo. Vientres en alquiler, lobas de diferentes clanes, incluso alfa de sangre pura. Todo en secreto. Nadie sabía que era yo el que buscaba. Que era yo quien se arrastraba en la oscuridad por un cachorro que jamás llegó. Cada intento, cada pérdida a los dos meses... era como revivir su muerte una y otra vez. Como si el universo me recordara que no merezco más.

—¿Acaso crees que no lo sé? —respondo entre dientes—. Por eso no la dejaré ir. Pero no puedo confiar en ella —observo distraídamente el líquido ambarino en el vaso, como si dentro flotaran mis errores. Luego lo bebo de un solo trago, buscando quemar lo que no puedo decir.

—¿Por qué no? Solo deben marcarse y podrán sentir lo que siente el otro —afirma Clark con firmeza, como si fuera tan sencillo. Como si solo dependiera de una marca.

¿Cómo le explico que lo que me asusta no es el lazo... sino lo que no hay del otro lado?

Que cuando estoy con ella, siento ese tirón invisible que me ancla. Siento la necesidad, el deseo, el impulso. Pero cuando la miro, no veo el reflejo de eso en sus ojos. No me desea como otras. No tiembla, no se rinde. Y eso... eso me consume.

¿Cómo le digo que mi ego, ya agrietado, no soporta la idea de ser el único que siente el lazo?

Que temo entregarme y volver a perder. Que no quiero ser un esclavo de algo que ella no comparte.

Que lo que siento... no es amor.

Es el lazo.

Y el amor, ese sí lo tuve, lo viví... y aún lo lloro.

Tras un instante de silencio, como siempre vuelve a expresar su opinión.

—Más te vale que la cuides. Te advierto de una vez que no pienso protegerte de mi mujer.

No pude evitar sonreír. Dice tan confiadamente "mi mujer".

—¿Qué puede hacerme? —pregunto con algo de burla— mirarme feo.

Ahora es él quien sonríe.

—Parece que olvidas que mientras no tengas luna, le corresponde a la mujer del beta encargarse oficialmente de los asuntos de la casa y tomará decisiones en otras áreas —se inclina hacia el frente y me mira serio— no sé si te diste cuenta, pero la sutileza no es uno de sus rasgos.

Poco después, parte al encuentro de su mate, así que estoy seguro de que en pocos días estará viviendo bajo este mismo techo y haciéndome difícil la existencia.

╰────✧──────╮

Lyra realizó la inscripción y llegó a la cena de apertura, pero solo fue necesario verla para que su falta de interés fuera evidente. No hizo el menor intento de ponerse a la altura de las demás participantes. Sobresalía, pero de forma negativa.

—Debes tomarte esto en serio. Tu aspecto me dice que no lo estás haciendo —dije observándola de arriba a abajo.

Clark supo camuflar una mirada de reproche en mi dirección, pero no pude contener el comentario. Las risas de las otras se alzaron como cuchillas. Era justo lo que había planeado, lo que necesitaba para debilitar su orgullo. Pero... algo en mí se retorció. No pensé que doliera verla herida. No así.

Tal vez ya empiece a cuestionarse si realmente me tiene en sus manos... pero no lo sabrá con certeza. No todavía. No hasta que yo lo permita. O eso me digo, porque lo cierto es que cada vez que la miro, me cuesta recordar quién juega con quién.

Sacudo la cabeza y espanto ese pensamiento. Debo mantenerme firme. La haré sufrir un poco más y luego le mostraré mi bondad y la tendré a mi lado.

Las pruebas del otro día inician con un análisis de casos, sus respuestas a como resolverían algunos asuntos de la manada y algunas pruebas de psicología que me dan un perfil de qué tipo de persona es. Tendré los resultados una vez que termine todo.

Las pruebas son solo una formalidad. Un juego para distraer. El veredicto no estará en los informes psicológicos, sino en sus ojos esta noche. Lo que vea en ellos... eso sí lo voy a leer.

╰────✧──────╮

Las auras emergieron mientras danzaban al rededor de la gran fogata. Sus ojos habían tomado la clásica coloración dorada de nuestra raza y en ese momento mi mirada no se pudo apartar de ella. Su aura estaba ahí, pero carente de la fiereza del alma de la loba... mostraba un ser incompleto y aun así, lo poco que veía era a lo que reaccionaba mi parte lycán.

Mi lobo la desea a ella y me enferma saber que no deseó de la misma forma ni con la misma intensidad a mi Laila.

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