¡Con su hogar destruido, marcada por la diosa luna… Y preñada de un Alfa que la desprecia! Ayseli fue criada para cumplir un propósito sagrado que sellaría su destino con la muerte. Es una “loba lunar”, pura y poderosa, enviada desde bebé al templo que gobierna a los hombres lobo. Pero su vida se derrumba cuando el temido Rey Alfa Raymond ataca y reduce el templo a cenizas. Él la toma prisionera, descubriendo con furia que ella es su mate. Sin compasión él la humilla y la marca; y ya atrapada en su dominio, ella termina preñada de gemelas. Herida, humillada y consumida por la rabia, Ayseli logra escapar la misma noche en que debía ser su Luna, jurando vengarse y romper el vínculo que la encadena a él. Pero… ¿qué ocurre cuando descubre que ese mismo Alfa es la clave para cumplir la misión que la diosa le encomendó? Cuando Raymond la capture de nuevo, devorado por la rabia, el deseo y un sentimiento que no entiende, ¿será este el final de Ayseli… o el inicio de un destino donde el odio y la pasión se mezclan hasta arder en un amor imposible?
Ler maisLuna Ayseli pensó que después de todo, en Sombras Nocturnas nunca fue más que una figura distante. Pasó casi un mes en esa manada, aislada en una cabaña, conviviendo sola… o con Aciel, que solo la había engañado para buscar matarla. Recordó sus ojos celestes fríos, su voz dura, su odio. —Aciel… —susurró ella, con los labios apretados—. Es un lobo cruel. No merece Sombras Nocturnas. Fort la miró fijamente. —En eso estamos de acuerdo —respondió—. Intenté matarlo. Pero al final elegí no hacerlo. No lo vi relevante. Raymond tampoco. Aunque ahora sé que fue un error. El viento sopló más fuerte. Ayseli se abrazó a sí misma. Fort pasó una mano por su cabellera. Sus ojos grises parecían más claros bajo el sol. —Ayseli —dijo con tono grave—. La manada a la que debías ir siempre fue Sombras Nocturnas. Era extraño, casi imposible, que una loba lunar estuviera destinada a su propia manada de origen. Pero tú… Se detuvo y miró su vientre. —Ese vientre en ti lo cambia todo. Eres una irre
Karlan lo miró con asombro y temor. —¿No vas a atacar de inmediato? —susurró—. ¿No vas a quemar sus torres? Aciel dejó escapar una risa fría, que sonó sin alegría. —¡Ja! ¡No! —dijo—. No me apresuraré en una rabia sin control. Necesito conocerlos desde dentro. Solo así podré arruinarles… Por herirme, por no dejarme matar a mi presa. En su mente, un pensamiento, oscuro y afilado, se deslizó entre las palabras: "Los descubriré. Me infiltraré. Luego regresaré a mi tierra con lo que necesite. Y cuando llegue el momento, Fuerza Aguerrida lamentará haberme subestimado." No lo dijo en voz alta. Fue un pensamiento que se quedó entre sus dientes, como promesa. Los rebeldes lo miraron con mezcla de miedo y admiración. ………… ✧✧✧ Ese mismo día. ✧✧✧ En las profundidades del territorio de Fuerza Aguerrida. Bajo el sol intenso de un cielo azul, y la brisa fresca que murmuraba entre las copas frondosas de los árboles. Fort estaba en la enorme torre donde vivía, revisando unos pergaminos
Raymond negó con brusquedad. —Ahora no es momento para ese tipo de nombramientos —respondió el Rey Alfa—. Lo importante es encontrar la ubicación de Solem y detener la red. Yo iré a interrogar a Malahia junto a Fort. Después, resolveremos lo demás. Hubo un murmullo, de acuerdo. Algunos bajaron la mirada, cansados. Otros se miraron entre sí, con inquietud. Raymond se levantó del trono. Su voz subió, firme. —Fort, refuerza la seguridad en las torres y en las fronteras. Aunque los ataques de los lobos de Sombras Nocturnas cesaron, no sabemos cuándo volverán. Estoy seguro de que el objetivo de Alfa Aciel es matar a Ayseli y a las crías que ella lleva. Un murmullo de alarma se extendió. La palabra "Ayseli" resonó. ¿Buscaban matar a la nueva Luna consagrada? ¡Imperdonable! Aunque sea una loba lunar, esos lobos lo sabían con certeza, morirían por el bien de la manada. Y ella… Estaba preñada de los futuros gemelos Alfas… al menos, hasta donde ellos sabían. —Que se duplique la guardia
Raymond miró a Fort por un largo segundo… Pensativo, inhaló y exhaló. —Vete —dijo al fin ese Rey Alfa—. Ve a las ruinas. Pero no vayas solo. Llevarás guardias, los que tú elijas. Y si encuentras lo que buscas, vuelves de inmediato. El ex-jerarca Fort inclinó la cabeza, aceptó la orden sin prisa. Con una sonrisa que fue apenas perceptible. —Gracias, Alfa —murmuró—. No le fallaré. Raymond se mantuvo de pie, imponente, un segundo más. Luego giró y se dirigió al gran salón del trono. Tap~ Tap~ Tap~ Resonaron sus pasos sobre el suelo de madera pulida, Fort lo siguió, en silencio. ……… El gran salón era inmenso. Con los elegantes candelabros y las farolas de pared iluminando la estancia. Las bancas largas y elegantes a ambos lados estaban ocupadas por los miembros del consejo, hombres y mujeres lobos con rostros duros, con miradas calculadoras, frías, o llenas de preocupación por la situación que vivía la manada. Cuando el Rey Alfa ingresó, todos se pusieron de pie, expectantes.
✧✧✧ Esa misma madrugada. En la habitación de Luna Ayseli. ✧✧✧ —No se desanime, Luna. La ceremonia fue un éxito y la fiesta posterior salió bien. Aún en el pueblo hay festejos… Pocos saben el inconveniente ocurrido —decía una Omega, con voz suave mientras cepillaba el largo cabello blanco de Ayseli. Otra de las hembras sirvientes, tomaba sus piernas y les pasaba una toalla limpia humedecida en un remedio natural para ayudarla en la aceleración de curar sus heridas. "Ellas no saben nada… Nada de lo que realmente pasó. Creen que fue un infiltrado o varios… No saben que la mejor médico que tenía la manada fue acusada de traición junto al Beta" Pensaba Ayseli, preocupada… ¡Claro que lo estaría!, su Alfa había perdido en cuestión de horas, a dos lobos que eran fundamentales en su manada… Todo por ella. "Sé que hice lo correcto, advertirle, delatar que llevaba alguna reliquia ligada a Solem le salvó la vida, pero… ¿Y si Ray está dolido o enojado conmigo?" Esa última pregunta se qu
El Alfa no se inmutó. —Sería tonto seguir pensando que es mía. La niña está en el laboratorio de la manada. Le harán las pruebas de linaje con mi sangre, con su sangre, con su fuerza. Malahia sintió que el alma se le helaba. Sus piernas flaquearon, el metal sonó con un "clang". Fort observó la escena con un brillo de interés en los ojos, cruzando las manos detrás de su espalda. El silencio se prolongó unos segundos, hasta que… —No… —susurró ella. Apenas un hilo de voz—. No… Amira… no es tu hija. Las palabras flotaron, pesadas, mortales. El aire pareció detenerse. Fort alzó las cejas, sorprendido. Miró de reojo al Alfa. Raymond cerró los ojos. Respiró profundo. Por un instante, algo muy pequeño, casi invisible, se quebró dentro de su pecho. No era amor, no era pena. Era decepción, era furia contenida, era la traición de una mentira de años. —Así que era cierto —murmuró él, abriendo los ojos, su mirada verde más fría que nunca—. Me mentiste. —¡No! —gritó ella co
Último capítulo