Mundo de ficçãoIniciar sessãoMilenne Daurella, una chica de 23 años conoce a Hernán Castillo desde los 13 años, por tanto, ambos crecen en el ceno de una familia humilde, al no tener parentesco alguno, empiezan a tener una relación romántica, sin embargo todo cambia desde el momento en el que deciden ir a la ciudad, con el objetivo de progresar a nivel económico. Pues Miles de infortunios se cruzarán en su camino a la felicidad. ¿Podrán derribar todo obstáculo para continuar y cumplir todas sus metas juntos?. Por otro lado tenemos a Gerald Moguer quien esta a cargo del conglomerado Moguer pues es el heredero, sus padres lo instruyeron desde los 8 años para poder hacerse cargo de todo, una vez ellos den un paso al costado. Actualmente tiene 26 años, ya con una amplia experiencia en el mundo de los negocios. Con su imperio creciendo cada día más, solo le falta formar una familia. La duda está en quien es la indicada.
Ler maisLa noche era fría, húmeda, y el viento golpeaba con fuerza los ventanales rotos del edificio abandonado que servía de refugio. Hernán caminaba de un lado a otro, con el rostro cubierto por una capucha oscura y los ojos cansados. Cada paso que daba resonaba como un eco del mismo pensamiento que no dejaba de atormentarlo: Milenne.Hernán suspiró mirando la luna junto a sus estrellas, era la segunda noche fuera de una celda, la noche anterior los demás hombres que los acompañaron decidieron seguir sus propios caminos, quedando solo David y el. La ciudad respiraba una calma engañosa; en las callejuelas donde las luces eran pocas y los pasos se confundían con el viento, Hernán y David se movían como sombras que aún no habían decidido a qué amanecer entregarse. La libertad que tenían era nueva, cruda y frágil, un suspiro obtenido a fuerza de sangre y astucia; cualquier movimiento en falso podía convertirla otra vez en barro y rejas. Estar lejos de la prisión no era sinónimo de estar a
El sonido del teléfono rompió el silencio del despacho. Gerald levantó la vista de los documentos, cansado, con las mangas arremangadas y el ceño levemente fruncido. Había pasado semanas sin noticias relevantes, pero esa llamada, a las once de la noche, no podía ser casual. Tomó el móvil y respondió con voz baja, controlada, pero cargada de una tensión que solo él entendía.—¿Detective Smith?—Señor Moguer —contestó la voz grave del otro lado— Lamento llamarlo a esta hora, pero encontré lo que me pidió. Es sobre Hernan Castillo.El corazón de Gerald se detuvo por un segundo. Su respiración se hizo pesada, pero fingió calma. Se recostó en el sillón, sosteniendo el teléfono con firmeza.—Habla.Hubo un silencio corto, lleno de peso. El detective respiró hondo antes de continuar.—Encontramos su rastro hace una semana. Estuvo recluido en la prisión durante más de un mes. Ingresó acusado de robo, era conocido con un sobrenombre por los reclusos, no sabíamos si era el que nos ordeno pero a
—He vuelto todos los días sin falta a ese lugar donde me dejaste con la esperanza de encontrarte ahí preguntando por mi y simplemente no estás, dime, entonces ya debo dejarte ir, debo dejar fluir mis sentimientos y olvidarme de ti eh?!— dijo mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Milenne aun recuerda como iba a ver al lugar donde seria el encuentro con Hernán. La primera semana antes de estar al mando de todo iba a diario. Sin embargo, se encontró con el mismo resultado. Entendió que era mejor dejar ir, así que ahora solo le interesa saber porque se fue, luego todo será parte del pasado, ya no importaba si aun quedaban sentimientos. Una vez que las cosas ocurren ya nada vuelve a ser igual. Esperaba encontrarlo pronto para al fin liberarse del recuerdo de Hernán. —En que piensas pequeña Mile? — sus recuerdos fueron irrumpidos por el abuelo de Taehyung, volviéndolo a su realidad. —En nada abuelo— Milenne no quería hablar del tema asi que decidió cambiar de tema, aunque el ab
El aire en la prisión esa noche era distinto. Pesado, expectante. Hernan Castillo, ahora conocido por todos como Suga, permanecía sentado en el borde de su cama, repasando mentalmente cada paso del plan. A su lado, David afilaba la mirada como un depredador listo para atacar.—Recuerda, pase lo que pase, no voltees atrás —le advirtió David en voz baja— Si lo haces, estás muerto.Hernan asintió sin levantar la vista. Él sabía que, en un motín, la duda era un lujo que nadie podía permitirse. Afuera, las luces de seguridad titilaban, y el sonido metálico de las rejas golpeando se confundía con murmullos entre celdas. Todos estaban listos.A la señal convenida, tres golpes secos en la tubería, el caos estalló. Gritos, el estruendo de objetos metálicos chocando contra barrotes, y el eco de botas de guardias corriendo por los pasillos. Suga y David se movieron como sombras, aprovechando cada segundo que los demás presos les daban como cobertura.Los prisioneros más corpulentos bloquearon lo
Un murmullo recorrió la sala cuando las puertas dobles se abrieron. Milenne entró con paso firme, escoltada discretamente por dos asistentes. Vestía un traje negro perfectamente entallado, camisa blanca. No llevaba joyas ostentosas, solo un reloj de diseño clásico que parecía hablar de sobriedad y poder. Y unos pendientes pequeños.Su andar era pausado, seguro, cada paso midiendo el tiempo y el espacio. Saludó con una leve inclinación de cabeza, una sonrisa controlada, suficiente para transmitir cercanía sin perder autoridad. Los fotógrafos no dejaban de disparar.Milenne subió al estrado con paso firme. Sus manos estaban frías, pero su mirada, profunda y decidida, recorrió a la multitud con calma.Tomó el micrófono.—Buenas tardes a todos.Su voz, grave y clara, resonó con una seguridad que pocos esperaban de alguien que había vivido tantos años lejos de la vida pública.—Mi nombre es Milenne Daurella. Algunos de ustedes me conocieron cuando era una niña, otros ni siquiera sabían de
En la prisión de máxima seguridad, el ambiente era un tablero de ajedrez peligroso. Hernán Castillo "Suga" y David se movían como piezas maestras, ganándose poco a poco el respeto y la lealtad de los internos. No fue solo con violencia desmedida, sino con estrategia: organizando el contrabando interno, distribuyendo comida y favores, y controlando la información que circulaba entre las celdas. En menos de un mes, su influencia se sentía en cada rincón. Si alguien quería un favor, debía hablar con David; si alguien buscaba un plan de fuga o protección, debía hablar con Suga. El mando en la prisión ya no pertenecía a los guardias, sino a ellos. —Tenemos control en los pabellones A y C —informó David una noche, sentado frente a Hernán en una mesa de cartas— El próximo paso es aislar a los soplones antes de que el director huela lo que planeamos. Hernán asintió, girando un cigarrillo entre los dedos. —Y luego preparar la distracción perfecta. No habrá segundas oportunidades. Hernán C
Último capítulo