Está vez a Hernán le fue mejor, había visto un anuncio en busca de un mesero en un restaurante muy fino, la persona a cargo del local no se había fijado en su "facha" como los otros, le habían pedido colocarse un uniforme y así empezar a trabajar, como era su primer día iría con la clientela poco a poco, algunos compañeros habían Sido amables, así como dos en especial que lo miraban mal.
Todo estaba bien, había obtenido buenas propinas, el día avanzaba y estaba feliz al fin tenía algo seguro, a pesar que esos dos compañeros le hacían el feo, los ignoraba para estar concentrado en lo suyo. Al atardecer, ingresaron una pareja bien importante, los dos chicos apáticos habían ido a atenderles sin embargo, uno de ellos llamó a hernt sin razón alguna, le pareció raro pero fue y es ahí cuando inició lo malo, uno de ellos le había dicho que atienda a la señora, mientras ellos dos estarían con el señor. No entendía porque hacian eso pero lo hizo, era su trabajo. Lo peor empezó cuando Hernán anotaba el pedido de la señora tan concentrado y no notó que uno de los chicos le colocó un objeto a su delantal. Cuando Hernán volvió a la cocina para luego llevar el pedido, la señora empezó a gritar, pues indicaba que no estaba su celular, así que llamó al gerente, Hernán solo observó mientras esperaba a que prepararán el pedido, sin embargo, el gerente del local lo llamó y fue inmediatamente solamente para recibir una cachetada de la señora. —Maldito, me robaste el celular, eres un ladrón devuelvelo!!!— la mujer gritaba histérica. Hernán estaba en shock, no sabía porque le estaba pasando eso, el no había robado ningún celular. —Yo, yo no hice eso, no robe nada— intentó explicarse sin embargo la señora se abalanzó hacia el para empezar a buscar y finalmente encontrar el celular dentro del delantal. Hernán quedó estático, no sabía cómo había llegado eso ahí. —Yo realmente no sé cómo llegó eso ahí, yo no lo robe, por favor créame— suplicó, sin embargo nadie le hizo caso. —Esto es el colmo, estás despedido— habló el gerente para irse pero los señores no querían eso. Hernán también quería seguirlo para suplicar no ser despedido pero la mujer le sujetó de la muñeca. —Solo lo despedirá?!— la mujer negó y su esposo entendiendo el punto llamó a la policía. —No, por favor, no llamen a la policía, podrían cerrar mi local— el gerente pidió para luego sacar a rastras a Hernán fuera del local. Cayó al piso, humillado, mientras la pareja de esposos no paraban de bociferar insultos. No podía pensar en nada, solo sentía los golpes del hombre y luego el sonido de sirenas de policías. Estaba acabado. —No, por favor, no!!,yo no lo hice, lo juro, no robe nada, por favor no me lleven a la cárcel!— intento zafarse de los oficiales pero no pudo, lloraba mientras luchaba para liberarse, solo podía pensar en Milenne, había prometido llevarle la cena, no podía ser encerrado, debía volver para cuidarla, no podía dejarla sola y a la deriva del peligro. Los oficiales llevaron a Hernán arrestado, no escucharon sus ruegos ni sus lágrimas para ser liberado. Los señores habían despotricado de la peor manera en contra de él, exigiendo que lo encierren para que no le vuelva a robar a otra persona. Se encontraba en una pequeña sala de detención a espera del mayor. Cuando llegaron los oficiales preguntaron su versión, pero algunos le creyeron y otros solo rieron. —Todos los ladrones mienten, niegan su delito a morir, porque tú estarías diciendo la verdad?— preguntó uno de ellos con la seriedad palpable logrando que el resto se callé. —Por algo estaba trabajando, por favor déjenme salir, no puedo estar encerrado, ella está sola, por favor, debo llevarle la cena y cuidarla— al decir aquello no puedo evitar derrumbarse nuevamente. Estaba faltando a su promesa, no la cuidaría, no le llevaría su cena, no estaría junto a ella y quien sabe por cuánto tiempo. —Muchacho, si estuviese en mis manos te ayudaría pero ellos tienen poder— el oficial se compadeció, sabía que Hernán era inocente pero la denuncia estaba echa, esa pareja de esposos habían dejado una fuerte suma de dinero al encargado de la comisaría por darle un buen tiempo dentro de la cárcel. —Si no puede ayudarme con eso, por favor podría llevarle una cena a mi novia, seguro está esperándome y yo— le dolía en el alma no poder estar ahí para ella, no poder escuchar su voz, ver su sonrisa contándole lo bien que le fue, no le daría abrazos ni besos para dormir acurrucados. Ya la extrañaba mucho. —En eso puedo ayudarte, pero ya es muy tarde, nos demoramos demasiado con la señora que no paraba de gritar— el oficial aceptó la petición de Hernán, y luego de indicar el lugar fue liberado de las esposas. —Maldita sea, ¿Por qué tenía que pasarme esto a mi, por qué?!— Hernán gritó de impotencia, se sentía un idiota e inútil por no poder estar para ella. Su Milenne. —Dime algo, tienes dinero?— el oficial preguntó al verlo tan triste y desolado, el contrario solo agachó la cabeza —asi funciona está vida muchacho, no importa si eres inocente, mientras ellos tengan el poder, no tienes escapatoria. Y Hernán estaba empezando a comprenderlo, sólo los que tenían el poder sobrevivían y los débiles sin dinero como él, se iban a la basura. —Señor, por favor se la encargo— dijo Hernán cuando los oficiales se levantaron. Pasaría lo inevitable. Uno de los oficiales se lo llevó a una de las celdas. Sería una noche totalmente triste, no podría no dormir por pensar en como estaría Milenne. Esperaría al día siguiente en el que seguramente lo llevarían a una prisión como un delincuente. —Espérame amor mío, saldré de aquí y volveré por ti y solo por ti, solo espérame por favor— lloró mientras pensaba en la hermosa sonrisa de su novia. —te amo tanto Mile, perdóname por fallarte. Empezaba el infierno para Hernán.