Hernán y Milenne habían llegado a la ciudad. El vuelo había sido cansado y emocionante era la primera vez que se subían a uno, bueno de Milenne no se sabe.
Una vez aterrizaron se emocionaron pues desde arriba ya se veía el lugar y era hermoso. Al salir del aeropuerto se miraron para darse confianza y finalmente acercarse a algún policía para preguntar dónde había un hotel barato y luego irse en un taxi. Les habían dicho que no debían confiar en nadie, las personas podrían ser muy malas y aprovecharse de la ingenuidad que tenían. Entre preguntas y algunas miradas inquisitorias de algunas personas llegaron a un lugar donde había hostales que no se veían mal, además era para lo único que tenían. Esa noche se quedarían a dormir ahí y al día siguiente irían a conseguir trabajo a primera hora. Y así fue, Hernán salió muy temprano de ese hotel para conseguir algo y llevar el desayuno para Milenne. Cuando volvió encontró a su novia llorando, pues esta pensó que lo había abandonado y se sentía muy sola sin saber que hacer. Ambos habían desayunado pan y jugo de fresa. Se sintieron nostálgicos al verse solos, ya no estaban en una mesa con sus padres desayunando delicioso. Cuando salieron del lugar, la dueña del hotel les recomendó quedarse en una posada cerca de ahí, dónde no les cobrarían mucho pues no eran cuartos con buena infraestructura ni comodidad, prácticamente era para sobrevivir y así es como fueron a dónde sería su nuevo "hogar". Dejaron sus cosas ahí cuando hablaron con el dueño que era un anciano, quien les ofreció quedarse sin pagar, pues sintió pena por ellos. Solo conseguir dónde vivir fue terrible, no tenían suficiente dinero para algo más decente, por ahora tendrían que acostumbrarse a eso. —Ahora debemos ir a conseguir trabajo Hernán, debemos ahorrar mucho para poder rentar alguna casa más cómoda— sonrió triste al ver el estado del cuarto, paredes húmedas, ventanas rotas, una cama desecha y una mesa totalmente sucia, parecía que había sido la casa de roedores, pues estaba repleta de heces de ratones y telarañas, gusanos. —Cariño, no te pongas triste, conseguiré un buen trabajo y nos iremos de aquí pronto, te lo prometo— Hernán se sentía inútil, no había podido darle algo mejor a Milenne, el dinero que llevo consigo se fue casi todo en el hotel, si eso era barato no quería imaginarse una casa. Pero haría de todo por ella, sin importar que, conseguiría trabajo y juntarian dinero rápidamente. —Lo se Hernán— soltó más animada —ahora vamos a conseguir trabajo— Entonces ambos se pusieron en marcha para poder conseguir algún trabajo, se habían aprendido muy bien a dónde ir y como regresar para no perderse. Hernán se fue por un lado y Milenne por otro, ambos con miedos y tristes pero con la ilusión de conseguir su propio dinero trabajando. Las calles estaban repletas de gente que parecían verlos de los pies a la cabeza como bichos raros, no les gustaba ser vistos de esa forma pero no había de otra. Hernán veía por todos lados, en algún lado habría algo interesante, en su pueblo ya había trabajado de mesero, podría hacerlo ahora también. Entonces la suerte le sonrió cuando vio un anuncio que indicaba, necesitaban ayudante de cocina, bien podría hacerlo, así que sin miedo ingreso al lugar para que después de verlo lo echarán del lugar. Había sido la primera, habrán más. Se aseguró a si mismo. Y así fue, encontró, uno, dos, tres, cuatro, etc de anuncios con trabajos que el las podía hacer pero ninguno lo acepto, que porque no tenia experiencia, que por su "facha", y muchas excusas más. Ya era medio día, ya debería llevarle el almuerzo a Milenne, al pensar en ella no puedo evitar llorar mientras se sentaba en el piso de las calles, no estaba cuidandola como se debía, no la estaba haciendo feliz. Ojalá hubiese estudiado y ser alguien como los demás, así hubiese podido conseguir un buen trabajo y le daría todo lo que merece su novia pero estaba fallando. Y eso lo hacía sentir tan inútil, tan analfabeto, las personas lo miraban con asco, no quería ni imaginarse como le estaría yendo a Milenne, lloró más de solo imaginarlo. Pero ella era la razón para seguir. Así que limpiándose las lágrimas se volvió a levantar para seguir buscando algo, debía conseguir algun trabajo y llevarle por lo menos comida al amor de su vida. Por otro lado, Milenne había podido conseguir algunas monedas ayudando a algunas personas llevando bolsas, también había cantado y las personas le habían dejado dinero, estaba muy feliz por eso. No había conseguido un trabajo fijo porque había sido rechazada en todos lados así que hizo lo que vio que hacían algunas personas, no podía rendirse, lo hacía por ella, por Hernán y su futuro con él. Para que puedan formar una familia muy bonita, dónde sus hijos no tendrían que pasar hambre y quedarse sin estudios como ellos por falta de dinero. Lo haría por ellos. Solo esperaba que a su novio le haya ido mejor. Al anochecer ambos se volvieron a encontrar donde habían quedado, Milenne estaba feliz de haber conseguido algunos billetes y monedas, mientras que Hernán estaba muy triste, no había conseguido nada de dinero pero si llevó la cena para Milenne, tuvo que pedir que porfavor le inviten un poco, a cambio se puso a lavar trastes y barrer. Apenas vio a Milenne, el pálido sonrió y quiso llorar, su chica estaba bien y feliz, debía ser fuerte por ella, no se daría el gusto de estar triste, no podía, debía verse feliz y fuerte. —Hernan, mira conseguí algo de dinero— contó feliz Milenne. —Eso es muy bueno cariño, guardalo para ti, quiero que ahorres lo que consigas para ti, yo trabajaré para los dos, no sé cómo pero conseguiré un trabajo fijo, pero tú ahorra para ti, de repente lo vas a necesitar en algún momento y yo no esté— con la cara desencajada, Milenne asintió, debía tener algo por si en algún momento lo necesitan. Hernán sabía que probablemente no podría conseguir el trabajo pero no quería preocupar a su novia así que ambos se dirigieron al pequeño cuarto para poder cenar. —Ohh, se ve rico— Milenne ansiosa se dispuso a comer pero se detuvo cuando vio a su novio solamente mirándolo —Hernan, come ¿No quieres?. —Yo ya cené cariño, este te traje solo para ti, come quiero que estés bien alimentado— dijo para luego agarrar la cuchara de plástico y darle de comer a su novia, quien gustosa acepto. —Gracias por la cena Hernán, esta muy rico— Milenne lo saboreó gustosa, tanto que se lo acabo rápido, tenía mucha hambre —estoy satisfecha, tu también cariño?— el contrario sonrió para luego abrazarlo y llorar en silencio, al ser noche milenne no se daría cuenta ya que ese cuarto no tenía luz. Se acomodaron como pudieron para poder dormir y estar listos para el día siguiente. Está nueva etapa en sus vidas sería muy difícil.  —Asi que eso te dijo— Karina reía al ver a su amigo casi hermano Gerald frustrado por el ultimátum que le había dado su madre. Ambos se encontraban en un bar para poder desestresarse del trabajo, sin embargo no les estaba funcionando. —Creo que llegó el momento de salir con alguien, pero no sé quien, hasta ahora sólo han Sido sexo, no quiero estar en un compromiso, estoy muy joven y guapo para eso— —No lo pienses tanto, puedes hacerlo con Carla, ella siempre está detrás tuyo, casarse con alguien conocida hará que el matrimonio sea más llevadero— aconsejó, sin embargo Gerald la miró con cara de pocos amigos. —No seas ridícula, ella es la hermana de — no puedo terminar de hablar porque fue interrumpida por Karina. —Gerald, ya debes olvidarla, es lo mejor para ti, no merece dedicarle ni un mísero segundo, debes seguir con tu vida y dejar ese recuerdo atrás. Sabía que debía dejar eso atrás pero no podía, el recuerdo siempre volvía, tal vez porque tiene esa pequeña esperanza de que algún día vuelva a su vida y pueda matarla con sus propias manos. Aunque sea casi nula. —Karina, lo he intentado, realmente lo hice pero no he podido olvidar, no sé si es odio o culpa, solo no puedo— explico Gerald mientras sujetaba el anillo de su dedo para poder evitar sentirse triste. Ya habían pasado años, pero no había logrado sacar de su mente todo lo vivido. —Cambiemos de tema, mañana no iré a trabajar, me escaparé para ir a divertirme con la plebe, ya sabes, si quieres vienes conmigo— se rió karina de manera juguetona. Ambos rieron, pero sabían que a Gerald siempre le faltaba algo, nunca estaba feliz del todo. Todas las noches se cogía a chicas. Quien este dispuesto. Esa era la vida que le daba diversión, tranquilidad, no quería casarse y arruinar eso. Al menos no con cualquiera.