El mes de noviembre llegaba a su fin y la ciudad de Crestview comenzaba a respirar un aire navideño. Las temperaturas bajaron, alcanzando niveles de hasta diez grados, haciendo que la gente sacara bufandas esponjosas de sus armarios.
Apenas una semana atrás habían celebrado Acción de Gracias, Emilia recibió en su nuevo hogar a un grupo de amigos pequeño pero íntimo. La celebración fue cálida, llena de alegría, de risas y de esperanza. Esa noche, después de despedirlos, se sentó en la pequeña terraza del segundo piso y observó la noche, en silencio y sin luces, acompañada solo por una copa de vino blanco que descansaba sobre la mesita auxiliar a su lado.
El auto oscuro que estaba estacionado frente a la casa vecina del otro lado de la calle se le hizo familiar, pero fue solo tras despedirse de sus visitas que identificó de quién era. Sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza, y después de quedarse sola, esperó con intranquilidad la llegada de su dueño.
Sin embargo, pasadas dos h