La cafetería en Rosewood District era un refugio modesto, cálido y perfumado con el aroma de café recién molido. El lugar estaba decorado con tonos tierra y madera desgastada, creando un ambiente acogedor que contrastaba con el peso que Emilia sentía en su pecho. Había elegido un rincón junto a una ventana que ofrecía una vista parcial de la calle. Allí, el sol de media mañana se colaba a través del vidrio, iluminando su rostro con un resplandor tenue.
Gabriel llegó puntual, vistiendo su acostumbrado abrigo oscuro que parecía ser parte de su armadura. Llevaba una expresión neutra, pero sus ojos ocultaban una mezcla de preocupación y alivio al ver a Emilia.
—¿Llegué temprano o tú demasiado pronto? —preguntó mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en el respaldo de la silla frente a ella.
Emilia esbozó una sonrisa cansada, apartando la taza de café que apenas había tocado.
—Ambas cosas, supongo. No he dormido mucho.
—¿Por la mudanza? —Ella asintió—. Es normal. Dejar un viejo lugar qu