Cuando Emilia entró a La Espiral, se sintió trasladada al pasado en un segundo. El contraste entre la opulencia del lugar y su vida cotidiana siempre le golpeaba con fuerza, y notó que, a pesar de los dos años de ausencia, el lugar no había cambiado demasiado.Sophia Leon, la anfitriona principal, la esperaba junto a la entrada del personal. Sophia era una mujer con una mezcla exótica, de piel con un color canela dorado, poseía un brillo natural que resaltaba bajo las luces cálidas del restaurante. Sus ojos grandes y felinos eran de un verde esmeralda impactante —herencia de su madre rusa— que contrastan con su cabello negro y grueso, ligeramente ondulado y siempre bien estilizado. Su rostro de rasgos suaves pero marcados, con pómulos altos y una nariz recta, le otorgaban un aire sofisticado y misterioso que de algún modo no restaba fuerza a su gesto severo.La principal marca de Sophia era su eficiencia implacable, por eso, sin preámbulos, le entregó a Emilia el delantal oficial del
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