Los días pasaron en un flujo constante, volviéndose rutina casi como un suspiro. Emilia trabajaba en el turno vespertino de La Espiral de lunes a jueves. Y de jueves a sábado trabajaba en el Oblivion Lounge.
Incluso si solo tenía una hora para llegar de un lugar a otro, Emilia lo cubría sin quejarse. Incluso mantenía su estoicismo en La Espiral, en donde se convirtió en la camarera personal del jefe por un acuerdo silencioso y tácito entre todos los empleados del lugar.
Era imposible evitar las habladurías, entre susurros las mujeres mencionaban —con una mezcla de envidia y admiración— que Emilia había captado la atención del señor Sidorov, algo peculiar puesto las mujeres que siempre lo acompañaban no tenían ni punto de comparación con la plana y casi ininteresante camarera que a todas luces se movía como una autómata.
Los pocos que recordaban a Emilia sabían que era eficiente, también tenían conocimiento de su trágica situación, así que no encontraban tan difícil de tragar la actitu