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Con dificultad, se dirigió al baño y se colocó bajo el chorro de agua fría de la ducha por varios minutos, buscando recobrar la sobriedad. Al salir, hizo una llamada a la jefa de personal para que le enviara un café bien cargado y una camarera para limpiar el desastre.
Todas las empleadas estaban dormidas, excepto Naomi. Ella se encontraba en la habitación, mirando por la ventana y contemplando seriamente la idea de renunciar. No quería seguir siendo parte del personal de los Torres. La supervisora fue por una de las camareras y, al ver a Naomi despierta, sintió un gran alivio.
—¡Gracias a Dios! Necesito que vayas al alojamiento, y lleves un café.— le dijo, con un tono de urgencia.
—Lo siento, llame a otra de las empleadas.— respondió Naomi, la amargura en su voz evidente.
—Naomi, esa área le pertenecía a tu hermana, hazme ese favor.— insistió la supervisora.
—Cuando la despidió, no pensó en ello, ¿verdad?.— replicó Naomi con desdén.
—No fue mi decisión, y te juro que voy a resolver