Obligados A Sacarse. Culpa De Los Dos.
Obligados A Sacarse. Culpa De Los Dos.
Por: Rachell de la Rosa
Capítulo 01

Bienvenidos.

💘 «Obligados A Casarse» 💘 Culpa DeLos Dos.

En la agencia de bienes raíces Torres Inversiones, los ejecutivos y gerentes de las diferentes sucursales estaban reunidos en la sala de juntas. Todos esperaban al nuevo presidente de la empresa, y la tensión se podía sentir en el aire.

El señor Víctor Torres miró su reloj y respiró hondo, disgustado. La irresponsabilidad que mostraba su hijo era inaceptable, especialmente en una posición tan importante.

Derek Torres había sido elegido presidente de la agencia y sus sucursales hacía solo unos días. A pesar de su reciente nombramiento, ya había dejado claro que él tenía el poder y que los demás debían obedecer sus órdenes sin cuestionamientos.

El joven llegó al edificio sin prisa y subió al ascensor. Sabía que lo estaban esperando desde hacía más de una hora, pero eso no le importaba.

Dentro del ascensor, coincidió con el joven encargado del mantenimiento, quien llevaba utensilios de limpieza y de mantenimiento. Derek lo miró con desdén y negó con la cabeza; se negó a compartir el espacio con él. Le ordenó salir y tomar las escaleras, que era "por donde debía ir", según él.

— Lo siento, señor — se disculpó el joven.

Derek entró a la sala de reuniones y todas las miradas se posaron en él. Su aspecto y sus gafas oscuras dejaban en evidencia que había estado de fiesta la noche anterior. Se acercó a la silla presidencial, se acomodó e ignoró las miradas de reproche.

— Buen día, perdón por el retraso — expresó con un toque de sarcasmo.

Todos, incluido su padre, estaban visiblemente molestos por su actitud. Sin embargo, conocían el carácter de Derek y nadie se atrevió a cuestionar sus acciones.

La reunión comenzó y, con el tiempo, la conversación se tornó acalorada. Albín Torres no estaba de acuerdo con las decisiones de Derek y se oponía rotundamente a sus nuevas órdenes. El joven había despedido a varios gerentes de finanzas y a otros empleados que llevaban años en la empresa.

— Albín, tienes que entender que ahora yo soy el presidente — dijo Derek con una actitud desafiante, pero relajada —. No puedes estar cuestionando mis decisiones cada vez que te plazca.

— Mi hijo tiene mejor manejo de liderazgo que tú — respondió Albín.

— Eso no lo pongo en duda, pero por desgracia, yo soy quien da las órdenes aquí.

La reunión terminó y todos salieron de la sala. Derek se quedó, revisando unos documentos.

Derek Torres tenía treinta años. Como primogénito del matrimonio Torres Silva, nació en cuna de oro y creció rodeado de lujos. Asistió a los mejores colegios y universidades, y sus padres le complacían todos sus caprichos: desde el auto de último modelo hasta una escandalosa fiesta de fin de semana. Era el consentido de la familia, aunque sus padres sentían el mismo aprecio por él y por su hermana.

Derek no solo estaba bendecido por su familia y su estatus económico, sino también por una belleza increíble. Era el hombre perfecto: guapo, millonario, con un porte de caballero intimidante. Pero detrás de tantas cualidades, se escondía un hombre sin sentimientos, un arrogante posesivo, un altanero a quien no le importaba destruir a los demás sin pensar en las consecuencias o el daño psicológico que pudiera causar.

No obstante, cabe destacar que Derek era un magnate en los negocios. Estudió en el extranjero durante cuatro años y regresó con excelentes enseñanzas.

La única debilidad de Derek era su abuela, doña Alba. Ella era el único ser que sabía cómo dominar su carácter fuerte.

Debido a su personalidad, Derek atraía muchos enemigos y estaba constantemente envuelto en escándalos. Era un imán para las mujeres, pero ninguna pasaba de un simple rato de compañía.

En la misma agencia, en el área de la cafetería, Naomi dialogaba con su hermano mientras disfrutaba de una taza de café. Tenía la costumbre de visitar a la señora que preparaba las suculentas bebidas.

— Naomi, ¿puedes llevarle el café al señor Albín? Estoy cansada, necesito unas vacaciones — le pidió la señora.

— Voy a dejar de venir a verte, siempre me pones a trabajar — bromeó la chica mientras terminaba el último sorbo de su taza.

Naomi tomó la bandeja y se dirigió a entregar el pedido.

Derek salió de la sala de juntas y caminó hacia su oficina. Iba distraído, mirando su teléfono, y tropezó con una joven.

— ¡Auch! — se quejó la mujer, mientras el café se derramaba sobre ella.

Él la observó de arriba abajo; era la primera vez que la veía allí. Ella vestía el uniforme de la cadena de hoteles de sus padres, DerekPat, por lo que era evidente que era su subordinada. Derek maldijo por lo bajo; sus zapatos estaban llenos de café y odiaba las imperfecciones en su vestimenta.

— ¡Maldita sea! ¿Acaso eres ciega? — le reprochó, sin prestar atención a las quemaduras de la joven.

— Cuida tus palabras. Fue un accidente, y tú eres el responsable — respondió Naomi sin miedo.

— ¿Sabes con quién estás hablando? — dijo Derek —. Últimamente, los empleados están olvidando cuál es su lugar. — Y sin esperar respuesta, se fue.

Naomi se quedó paralizada, observando cómo el hombre se perdía en el pasillo. Volvió a la cafetería para limpiar su ropa y revisar sus quemaduras.

— ¿Qué te pasó? — le preguntó su hermano Tyler cuando la vio llegar. Se acercó muy preocupado y se aseguró de que estuviera bien.

— Me tropecé con Derek — respondió —. Es un altanero con ínfulas de grandeza y una arrogancia que sobrepasa su ego.

— Tiene su carácter — dijo Tyler —. No quiero que te le acerques. Me pidió subir por las escaleras para no compartir el ascensor conmigo.

— ¿Lo ves? Es un idiota, un maleducado. Mejor me voy al hotel.

Naomi Ross, una joven de veintidós años, era la menor de tres hermanos. No conoció a su padre y su madre los abandonó cuando ella tenía diez años. Desde entonces, su hermano mayor, Tyler, ha cuidado de ellos.

La joven creció compartiendo lo poco que tenía, repitiendo la misma ropa y jugando con los mismos juguetes. El pan no se podía desperdiciar. Tyler, siendo aún un jovencito, era el único que llevaba el sustento a la casa, pagaba el alquiler y proveía los útiles escolares.

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